XII. LIMA

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Lunes, 23 de noviembre, 2200 h.

No paré de correr ni un minuto desde que salí huyendo. Había dejado un caos total en la calle en donde crecí. No conseguía raciocinar, pensar o entender lo que había pasado. Acababa de perder a la única persona con la que me importaba en la vida. Simplemente no lo podía creer, era inaceptable. A cada paso que daba, sentía que nunca iba a salir del shock en el que me encontraba. No hallaba las respuestas, no divisaba la luz al final del túnel. Solo seguía corriendo. La lluvia me bañaba y yo no peleaba con ella. No sabía que horas eran, no sabía dónde estaba. No reconocía nada a mí alrededor. Mi mente no estaba ahí. Se había quedado atrás, llorando encima del cuerpo inerte de Natalia Maranello.

Percibí que un carro comenzó a seguirme y me interceptó bruscamente. Era Josh. Se bajó del carro en medio de la lluvia y me llevó con él. Yo todavía estaba indiferente.

"¿Estás bien?" Preguntó mientras conducía en dirección opuesta.

"¿A dónde me llevas? ¿A la CIA? ¿Me vas a entregar?"

"Nunca haría eso. Te llevo a un lugar seguro."

"Necesito ver a Matthew."

"¿Quién?"

"Doctor Matthew Harrison."

"Está bien. Lo buscaré para ti. "

"¿Sabes quién lo hizo?"

"Estamos en eso. Créeme."

"¿Quiénes? ¿La CIA?"

"La policía y la Marina."

"Tú no eres ni de la policía ni de la Marina."

"No."

"¿Cómo es que siempre me encuentras?"

"Eres mi hobbie."

Me mantuve callada el resto del viaje mientras miraba por la ventana con mi cabeza recostada al vidrio. Mi expresión era de absoluta frialdad mientras lágrimas escurridizas se escapaban por mis mejillas sin incomodarme un poco. Josh conducía rápido. No sabía a donde me llevaba pero no me importaba más. La verdad era que me daba igual si me encerraban en un laboratorio o si me dejaban libre. De todas formas, ya era una prisionera de un dolor que nunca iba a superar.

Entramos en el garaje de un edificio abandonado. Estacionó el carro y caminamos hasta el final de un corredor donde había una enorme y rústica puerta de hierro. Josh tocó y desde adentro le preguntaron quién era.

"Traigo a la Teniente Swift."

¿Teniente? Un soldado de la marina abrió la puerta y supe dónde estaba.

"Me voy. Él te está esperando arriba." Josh me dijo mientras me daba la espalda

"No te vayas". Le dije.

Él se volteó y con aire de desdeño me dijo:

"Créeme. Estás en buenas manos. Vas a estar bien."

"Por favor sígame Teniente." El soldado cerró la puerta de entrada a mis espaldas y comenzó a llevarme escaleras arriba.

Estaba en casa y en vez de sentirme segura otra vez, sentía miedo. Miedo de volver a ver al Coronel, sobre todo después de todo lo que había acabado de pasar.

Subimos tres pisos y entramos a un pasillo iluminado. Pude ver a otros dos colegas de la Marina que me saludaron. Yo no conseguía reaccionar. Entré a una oficina y él estaba de espaldas, recostado en el borde de la mesa viendo por la ventana con las piernas extendidas y los brazos cruzados. Se volteó a mirarme y con dolor, vi como sus ojos tristes e hinchados estaban cansados de llorar.

RADIOACTIVA - BlackoutsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora