SIETE

3K 331 105
                                    














SEMANA 4

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.















SEMANA 4













NO ESTABA SEGURO de cuanto tiempo más tendría que quedarse en la casa de Lydia para recuperarse completamente, pero tampoco estaba seguro de qué era lo que iba a hacer cuando ella le diga "hey, es tiempo de que te vayas de aquí".

    No podía volver a la CIA. No podía volver a su casa. No podía quedarse en Asia.

Pasó su mano por su frente, pensando que tal vez la última opción que le quedaba era acabar con la vida del maldito bastardo de Jack a penas salga de aquí. Pero eso sería cruzar un límite, un límite no quería volver a cruzar porque temía no poder volver.

Su trabajo no era como cualquiera -eso lo tenía claro, sin embargo lo disfrutaba. Salvar la vida miles y miles de civiles de catástrofes humanas y al final del día ver desde la ventana de un silencioso hotel como todos vivían sus vidas normalmente, sin ser interrumpidos por explosiones de bombas o ataques terroristas, era su mayor recompensa.

Pero la palabra clave es salvar. Mitch salvaba civiles, no los mataba.

Jack no tenía absolutamente nada que ver con el terrorismo. Solo es el ex novio de una difunta que se encontró en el mal momento, en un mal lugar.

    Sí, le mintió a Lydia cuando le dijo que había tratado de asesinarlo. Mitch no tenía idea de quién era Jack hasta que una bala disparada desde su arma se alojó en el cuerpo de su amada.

    ¿Pero qué otra cosa iba a hacer? ¿Confesarle la verdad? Decirle "El agente Rapp, la leyenda, el mejor soldado de la CIA cometió una equivocación. Le apuntó al hombre incorrecto, y mató a una persona más incorrecta aún".

    No, Mitch Rapp nunca se equivoca -él sabía bien que esa no era la verdad, pero se esforzaba para hacerle creer a los demás que sí lo era.

    En su cabeza, aún sigue repitiéndose la imagen del incidente:

Había seguido a Ozanam, uno de los más grandes terroristas de los últimos tiempos, hasta un bar de mala muerte ubicado en una de las calles más turísticas de Singapur, donde el hombre disfrutaba de costosos tragos y bailarinas exóticas a pesar de que sean las tres de la tarde.

Mitch odiaba trabajar en conjunto. Podría haberlo hecho sólo y lo habría hecho mejor. Él no necesitaba de la ayuda de nadie, ni del apoyo de nadie, ni que le cubran la espalda o hagan cosas por él. La única garantía que tenía de que las cosas se hagan bien era hacerlas él mismo. Pero Irene insistió, e insistió, e insistió en que debería tener un equipo, gente a su cargo. Mitch eventualmente terminó cediendo, aceptando sólo a una persona como su "equipo": Thomas.

I THINK I LOVE HIM,     mitch rapp.   ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora