Parte 2

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Hugo quería saborear el momento, deleitarse al contemplar al enemigo derrotado. No podía esperar a regodearse en el "yo tenía razón". En el fondo, todo el rencor y las quejas de Bea tenían como objetivo llamar su atención.

Sentía mariposas en el estómago con solo pensar que a la chica que tanto le había atacado públicamente le temblaban las piernas cuando pensaba en él. Necesitaba comprobarlo, necesitaba leer en sus ojos esa canción que tanto le gustaba.

La rubia del top rojo con la que estaba no paraba de hablar. Hugo le sonreía y asentía con la cabeza, pero hacía rato que había perdido el hilo de lo que le estaba contando. Ella era una apuesta segura para aquella noche, estaba visiblemente interesada en no dormir sola; si Hugo la desatendía demasiado tiempo no tardaría en aparecer otro voluntario y él se iría a casa solo. Pero no dejaba de pensar en la claudicación de Bea, y en este momento hacer que su enemiga se sonrojara se le antojaba más apetecible que un polvo, probablemente decepcionante, con aquella rubia.

Se atusó el pelo, se metió las manos en los bolsillos y fue hacia Bea.

—Hey —le dijo ladeando levemente la cabeza. Estaba seguro que no necesitaba un "hola" completo para ponerla nerviosa.

Ella se puso nerviosa pero no por el motivo que él creía. Le miró tensa, con los ojos muy abiertos. Primero porque le había bloqueado el paso y segundo porque no esperaba tener que interactuar con él de ninguna manera hasta el día siguiente, no se había mentalizado. Además, la música estaba muy alta, había mucha gente en El Ariel y Hugo, además de estar demasiado cerca, era mucho más alto que ella. Se sintió atrapada. Se alegró de tener en la mano una copa llena.

—Hola, Hugo, ¿cómo estás? —dijo tratando de borrar el gesto de asco con una gran sonrisa.

Hugo le daba muchísima grima. Le resultaba chocante, casi increíble, lo que Martín le había dicho acerca de los sentimientos de Hugo hacia ella. Para ella no tenía ningún sentido, pero nunca había sido muy avispada leyendo a los hombres, así que podía ser verdad. La mitad de Bea se sentía algo así como una vengadora de su sexo. Hugo no respetaba a las mujeres ni en su discurso ni en sus acciones. Debía de ser duro para él que una mujer que le había atizado como ella con el discurso feminista le hiciera sentir algo. Bea se sentía poderosa y tentada a destruirle con el dominio que ahora tenía sobre él.

Pero su otra mitad sabía que tenía que ser amable con él. Su habitual ración de insultos, desprecio y frialdad ahora le parecían excesivamente crueles. Hugo podía ser un cavernícola sin empatía, pero también era un ser humano.

—Bien —Hugo fue a decir "porque te voy a tener cerca todo el viernes" pero tampoco quería ensañarse—, preocupado por mi furgo.

—¿Qué le pasa?

—Que mañana la vas a conducir tú, y es un poco tímida con los desconocidos.

—¿Te preocupa que la conduzca una mujer? —Bea estaba empezando a dudar de las palabras de Martín.

—Me preocupa más que la conduzca un hombre sin puntos —dijo Hugo—, pero sí, como dice el refrán: "mujer al volante..."

—Cómo no —Bea puso los ojos en blanco.

—Si lo dice el refrán por algo será.

—Sí, porque esa clase de dichos son el fruto de una larga tradición patriarcal...

Hugo sonrió al darse cuenta de lo fácil que le resultaba alterarla, de lo poco que le había costado que sacara a relucir su discurso. Ella no estaba segura de si él no confiaba en la capacidad de las mujeres conductoras o lo había dicho para provocarla. Ambas posibilidades la enfadaban y por un momento pensó en mandarle a la mierda. Pero a pesar de todo, aquella era la conversación más civilizada que habían mantenido en un año.

Si me dices que noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora