Extra 1: Antes

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Un año antes del concierto de Metallica...
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—¿Te hace efecto? —preguntó Paula acariciando la espalda de su amiga.

—No, joder —gruñó Nuria agarrándose la barriga—. Odio la puta regla.

—Piensa que es peor no tenerla —bromeó Bea.

Las tres estaban sentadas sobre el respaldo de un banco de madera. Tenían los pies sobre el asiento. Trataban de no moverlos demasiado para no tirar la bolsa de hielo, los cartones de vino y las botellas de ron, vodka, Fanta y Coca-Cola que tenían entre sus pies.

Una farola arrojaba luz amarillenta sobre el rincón del parque que habían escogido para hacer botellón.

Le llamaban parque, pero apenas era una pequeña plaza con media docena de árboles solitarios, arena sucia mezclada con colillas y unos columpios oxidados. Había otros tres grupos de chicos haciendo botellón allí. Las papeleras ya estaban rebosantes de botellas vacías y no eran ni las diez de la noche.

—Me emparanoio mogollón si se me retrasa un solo día. —Nuria asintió.

—Yo igual —dijo Bea.

—Yo este mes seguro que no me rallo. —Paula frotó las manos contra los vaqueros.

Bea miró de reojo a su izquierda. A pocos metros de ellas estaban Iker, Marcos y la pareja de Paula: Martín. Se reían de algo mientras bebían en vasos de plástico. Martín debió notarlo porque se giró hacia ella e hizo un gesto de desprecio señalando a Iker, metiéndose con él. Iker le vio y le enseñó el dedo corazón a su amigo. Estaban haciendo el tonto, como siempre.

Bea se volvió de nuevo hacia Paula.

—¿Por qué dices eso? —le preguntó, aunque ya imaginaba la respuesta.

—Llevo demasiado tiempo sin echar un polvo —se quejó Paula.

—¿Y eso?

—Pues mis padres no salen ni para comprar el pan, y los de Mart igual. No tenemos sitio.

—¿Tía, y un hostal? —propuso Bea.

—Son asquerosos y supercaros —intervino Nuria.

Bea se mordió las uñas recordando lo que había hecho en peores lugares.

—¿Y no os planteáis iros a vivir juntos? —preguntó—. Los dos tenéis curro ya.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Paula.

—¿Qué pasa? —Bea vio su expresión aterrada.

—Tía, esas cosas me agobian muchísimo —Paula seguía con mal cuerpo. —Que, a ver, yo quiero mucho a Mart pero, no sé, es como... mucho ¿no? —miraba a Bea buscando complicidad—. Y muy pronto. Llevamos un año y pico, pero... no sé, yo acabo de terminar la carrera.

—Vale, vale —Bea la interrumpió—. Lo entiendo.

—¿Tú la entiendes? —preguntó Nuria, escéptica.

—A mí me agobia quedar más de dos veces con el mismo tío, así que... —Bea se encogió de hombros y dio un sorbo a su mini de calimocho.

Bea no se lo pensó más.

—Anda tía, toma. —Sacó sus llaves de casa del bolsillo y se las dio. —La llave azul es la del portal, y la larga es la del piso. Ceci está de guardia esta noche, pero más me vale que no se entere de que os he dejado mi habitación, ¿vale? —le advirtió—. Me mataría... Os llamo cuando vaya a llegar. Dejad el móvil con sonido. Ceci vuelve sobre las ocho y pico de la mañana, yo llegaré antes.

Si me dices que noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora