Libertad al amanecer.

Reconociéndolo.

Sabía que estaba corriendo, pero no sentía el suelo. Sabía que Lea colgaba de mi brazo, pero no sentía su contacto. Sabía que tenía la cara empapada, pero no la sentía húmeda. Sabía que tenía dolores físico, pero no los comprendía. Mucho menos los sicológicos.

Estábamos corriendo por las escaleras del hospital. El ascensor estaba lleno, y no tenía cabeza para estar tranquila mientras esperaba el próximo.

Cuando finalmente llegamos al quinto piso, mi respiración estaba entrecortada y la vista nublosa, pero pude distinguir a sus padres, tomados de la mano en la sala de espera.

Su madre lloraba desconsoladamente, y su cabello se despeinaba cada vez que su ansiosa mano recorría las raíces. Su padre mantenía la cabeza gacha, con la mirada fija. Estaban vestidos del mismo color gris, tan feo y tan opaco. Todos en el hospital vestían el mismo color. ¿Eran imaginaciones mías? Incluso yo, llevaba una camiseta y unos pantalones gastados de un color que solía ser negro y blanco. A pesar de saber que me había vestido con otros colores, no los recordaba.

Caminamos rápidamente hacia ellos, tomadas de la mano.

Senté a Lea junto a la mamá de Faith. El bebé era importante, mejor prevenir. Me quedé frente a ellas, sin necesidad de decir nada. Su madre nos sonrió levemente antes de volver a hundirse en su mar de lágrimas.

-Hola señora Stokier. -La saludé, sin ánimo en la voz.

-Hola Katie.

-¿Han tenido alguna noticia de ella? ¿Estará bien? -Preguntó Lea.

-No. Solo la metieron allí dentro. Han estado 7 horas sin decirnos nada. Solo sabemos que la operaron.

Mierda.

-¿Qué pasó? -Pregunté.

Su madre titubeó antes de responder. Su padre seguía con la cabeza gacha. Tal vez ni siquiera sabía que habíamos llegado.

-Ingirió ciertas...pastillas. Estaba inconsciente cuando la enfermera la encontró.

-¿¡Pastillas!? ¿Que tipo de pastillas? ¿¡Qué significa eso!? -Lea comenzaba a alterarse.

-Lea -Le hablé suavemente, como a un bebé -Tranquila. Faith estará bien ¿No?

Su madre me lanzó una mirada discreta que expresaba de todo menos seguridad.

-Si. -Respondió -Ella estará bien.

El silencio era ensordecedor. Mis pensamientos viajaban al momento en el que Faith consumió aquellas pastillas. ¿Eran drogas? ¿Quería drogarse? Joder, no, por favor. No más.

Faith, Faith. ¿Qué has echo? El tiempo pasaba, segundo a segundo. Parecía una eternidad para mi. Con mis dos manos entrelazadas sobre mis piernas. Sentada junto a Lea, con mis pensamientos dispersos.

"Ella estará bien" Esas palabras me seguían. Su tono era de inseguridad extrema.

Su padre seguía igual. No se inmutaba ante nada. Probablemente había estado así desde que escuchó la noticia. Si mi hija estuviera aquí, yo estaría igual. Estoy segura.

Finalmente un hombre con delantal blanco, caminó hacia nosotros con paso pausado, sin mirarnos. Tenía la vista fija en unos papeles que llevaba en la mano.

Llegó hasta nosotros y nos habló con un tono duro, frío.

-¿Familia Stokier?

Su padre, para mi mayor sorpresa, se levantó en un segundo. Quedó a la misma altura del doctor.

-Somos nosotros -Señalizó con énfasis.

Entonces el doctor dejó de lado los papeles y nos dedicó su completa atención.