Recordando.

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Joder, no lo podía creer. ¿Realmente esto estaba pasando? Dios, ¿Por qué? Había soñado tanto con este momento, pero no quería que pasara así, no ahora. No con la cabeza colapsada de ver a esa rubia tocando a Jey. No después de conocer a Kim, y descubrir que cree que soy una perra. No después de tanto tiempo sin hablar, sin saber del otro. No se suponía que sucedería de esta manera. No debía ser así.

Si hasta ese momento no había creído en el destino, ya iba siendo hora de comenzar a hacerlo.

-No me lo creo -Murmuró con una estúpida sonrisa asomándose a su rostro -Estoy frente a Katie Keyls. ¿Qué hice para merecer esto?

No pude responder. Se acerco sin dudar a mi. Como si yo lo fuera a recibir con los brazos abiertos. Cuando estuvo a una distancia prudente para hablar, no se detuvo. Eliminó cualquier distancia posible entre nosotros y me abrazó. Ignoró el hecho de que mis brazos seguían al rededor de mi pecho, y no le devolvieron la muestra de afecto tan repentina.

-¡Vaya! Ha pasado una eternidad. ¿Cómo esta mi chica?

Ese pequeño detalle me devolvió a la realidad, algo cabreada.

-No lo se. Pregúntale a ella ¿No?

-Eso hago. -Me respondió, sonriente.

¡Agh!

-No soy tu chica, Eloy. Ya no. -Le dije, secamente.

-Alguien ha tenido un día de mierda ¿Eh? Vamos, ¿No te alegra verme?

No.

-Es repentino, eso es todo.

Estaba tan diferente. No solo era guapo, era sexy. Su cabello le caía en cascada por los ojos, y aún conservaba el aro en la nariz. Pero su rostro estaba mas estirado, mas formado. Su nariz era perfecta. Recuerdo cada beso que le regalé en la punta. Sus labios carnosos estaban un poco descoloridos a causa del frío, pero seguían con ese increíble tono rojizo. Y sus ojos...grises como nunca los había visto antes. Esa mirada de águila que me atravesaba entre cada pestañeo. Su sonrisa perfecta. Realmente podría ser modelo de Colgate o algo así. ¿Cómo es que siempre la tenía tan brillante? Era algo extraño.

Estaba vestido de negro, de pies a cabeza. Llevaba unos jeans desteñidos, y un abrigo enorme impermeable completamente negro. Unos gruesos zapatos del mismo color finalizaban el look.

-Ya lo se. No esperaba verte aquí. Iba caminando a comprar algunas cosas y te ví. No lo podía creer. Tenía que comprobarlo por mi mismo. Y aquí estás. ¿Cómo estás? ¿Cómo has estado?

-Bien, gracias. -Lo corté.

Finalmente su sonrisa dejo de ser tan enorme, y comenzó a notar mi verdadero estado de ánimo.

-¿Por qué no seguimos hablando en algún otro lugar? ¿Tienes hambre? Te invito la cena.

Elevé una comisura de mis labios, en una mueca que expresaba incomodidad. Eloy me miró, curioso. Jamás le había dicho que no a algo.

-Vamos, Kat. ¿Por los viejos tiempos? Si no tienes hambre, te invito una copa. Conozco un lugar con las mejores cervezas. Solo a una chica bizarra cómo tu le gustan tanto las cervezas hechas a manos.

¡Ah! Veo que alguien todavía no me olvida del todo...

Finalmente sonreí.

-Vale, vamos. Pero pasemos a comer algo primero.

Caminamos en silencio. Estuve tentada de sacar un cigarro para matar la tensión. Pero Eloy odiaba que yo fumara.

Era un hipócrita. Él solía fumar el doble que yo. Pero decía que yo era su pequeña y tenía que cuidarme. Jamás fumé con él, por miedo a lo que pudiera decir. Él tenía un talento para hacer sentir mal a los demás. No cómo Amber, ella es directa. Eloy era realmente hiriente.

Libertad al amanecer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora