Narración: Aline
De la nada, todo se nubla, ya nadie nos esta siguiendo, nadie nos esta gritando, ya no lloro contra el cuerpo de Rose cubierto de sangre.
Me encuentro en mi casa, en mi cama, como si nada estuviera pasando, como si nadie recordara que alguna vez estuvimos en guerra con alguien, o mejor dicho con nosotros mismos.
Busco a mi madre, y no la encuentro, busco a mi padre, que casi no lo recuerdo, busco a Rose que no aparece.
-¡señorita Evans!-me gritan, ¿Quién en mi casa me decía señorita Evans? Todos mis conocidos me llamaban por mi nombre, recuerdo que mi tía me decía “Ali” y que detestaba ese apodo.
Baje las escaleras, el comedor ya no era como lo recordaba, no estaban los precarios muebles de mi casa, había dos sillones de cuero blanco una frente a otro, el piso estaba relucientemente encerado, entre las mesas había una mesa ratona de cristal y de frente un plasma enorme.
Unas señoras estaban sentadas en el sofá, de un lado estaba una señora morocha de ojos marrones, llevaba un vestido de terciopelo azul brillante y zapatos de tacón negro. La otra mujer estaba de espaldas a mí, una cabellera rubia era lo que se veía: su pelo perfectamente emparejado a la altura de los hombros, con un vestido rojo voluminoso se reía alegremente.
-¡señorita Evan! ¿No me oye? ¡Sirva el te a la invitada!
¿Quién era esa mujer para decirme que hacer? , me mire al espejo que estaba frente a las escaleras, llevaba un vestido gris muy precario, unas sandalias blancas muy sucias un delantal blanco y un pañuelo blanco en la cabeza.
Estaba vestida de criada.
Pues era una criada.
Y tenia que servir el te.
Me acerque a la mesa y mire con más detenimiento a la mujer de cabello rubio.
Era un vestido con escote el que llevaba, como los que se usaban en las épocas antiguas, su piel era muy blanca y llevaba una cadena en su cuello, tenia guantes de terciopelo rojos a la par de su vestido, su vestido era tan largo que no podía ver sus zapatos.
Su cara me resultaba extrañamente familiar.
-¿te conozco? –le pregunte.
-disculpa ¿me hablas a mi?-dijo ella- no tengo porque dirigirle la palabra a una sucia criada.
-¡no soy una criada!-grite
Y me eche a correr a la salida.
Las dos mujeres me perseguían pero llegue a la muerta a tiempo y cerré con llave la puerta tras de mi.
Pero las calles y los autos y las casas y el pueblo entero ya no estaban allí.
Estaba en un valle.
Y en el valle había un lago.
Y sobre el lago estaba Rose.
-¿Rose?-dije-¡ROSE!
Corrí hacia ella, estaba sentada en una piedra en medio del lago.
-¿Qué haces tú aquí?-me dijo-¿tu también estas muerta?
-¿Qué? ¡Claro que no estoy muerta! Pero, oh Rose lo lamento tanto, es mi culpa todo es mi culpa, si no hubiéramos salido de casa en primer lugar…
-tu no tienes la culpa de nada, yo sabia que iba a morir
-¿pero como sabias eso?
-bueno, ya sabes, la niña especial, que habla con estrellas, daa…
-¿porque no me lo dijiste?
-no es lindo contar que uno se esta muriendo, y no es que me estuviera muriendo solo sabia que algo sucedería: me dispararían, me acuchillarían, me caería por una escalera, algo pasaría.
-¿pero…porque?
-porque así es la vida, naces y mueres, naces para morir y mueres para volver a vivir.
-¡pero no merecías morir! ¡No puedo seguir! ¡Estoy aquí sola!
-no estas sola, ¿sabes? Ahora yo soy un ángel, ¿te e contado de que me harían un favor? Bueno, aquí estoy, podré hablarte en tus sueños, mandarte mensajes en tus sueños.
-¿de verdad eres un ángel? ¿De los blancos con alitas y bueno ya sabes, la Aureola y todo eso?
Rose me miro mal.
Si vestimos de blanco, pero no somos exactamente así, las alas son invisibles, soy como cuando estaba en la tierra, pero claro, ahora no me ves.
-¿Cómo “en la tierra”? ¿y donde, hipotéticamente estas?
-en tus sueños.
Y desperté.