Capitulo 10

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—¿Otra carta a tu madre? —preguntó Yesung, acercándose a la mesita de nogal a la que estaba sentado Ryeowook.

—No consigo encontrarlas palabras apropiadas —repuso él, señalando unas cuantas hojas de pergamino que había estrujado.

Yesung sonrió mientras se percataba de que el escritorio de Ryeowook y la silla con patas en forma de garra que hacía juego con éste habían sido misteriosamente trasladadas del dormitorio de él al suyo. Era otra señal de la invasión que al parecer se estaba produciendo.

Pensándolo bien, supuso que debía dar gracias de que su habitación fuera tan grande.

Pese a su acuerdo inicial de mantener dormitorios separados, Ryeowook había ido llevando un creciente número de pertenencias al territorio que antes sólo le pertenecía a él. Yesung descubría cada día nuevos objetos esparcidos sobre su tocador y su mesilla de noche. Había botellitas de perfume y cajas de polvos, abanicos y guantes

Cuando Yesung iba a acostarse por la noche, encontraba a Ryeowook en su cama, infringiendo de esa manera la costumbre criolla de que un esposo debía permanecer en su propio lecho hasta que el marido decidiese lo contrario. Sin embargo, no se atrevía a decir nada al respecto. No sólo quería evitar herirlos sentimientos de Ryeowook, sino que, además, por algún motivo que no atinaba a explicar, la situación era muy de su agrado.

Después de años de aislamiento y soledad, Yesung descubrió que le gustaba mucho la compañía que le ofrecía Ryeowook y las atenciones que tan generosamente le dedicaba. Había esperado que la súbita falta de intimidad sería difícil de soportar, pero el caso era que no le disgustaba.

Y el que Ryeowook estuviese tan a mano también tenía sus ventajas. Ahora él podía verla a su antojo mientras se bañaba, se peinaba, se vestía... y se desvestía. Descubrió que le encantaba observar los rituales del aseo de un esposo, al igual que lo deleitaba la visión de Ryeowook probándose collares, quitándose las medias o aplicándose un poco de perfume detrás de las orejas.

Volviendo a centrar su atención en el motivo de interés más inmediato, Yesung apoyó los brazos a los lados de Ryeowook y se inclinó sobre la mesa para leer la carta inacabada.

—Ni mamá ni Taeyeon han respondido a las primeras cartas que les escribí —le explicó Ryeowook— En el caso de mamá, puede que Gaspard no le permita escribirme. Quizá ni siquiera le permita recibir nada que venga de mí... ¡pero esperaba alguna clase de respuesta por parte de Taeyeon!

Yesung le rozó la coronilla con los labios.

—Dales un poco de tiempo. Sólo ha transcurrido un mes desde la boda. Y te casaste con uno de los truhanes más notorios de Nueva Orleans.

—Eres demasiado modesto, Mi marido. Tú no tienes rival como truhán.

Él sonrió y se vengó inclinándole la silla hacia atrás, lo que causó un respingo de sorpresa y una carcajada. Ryeowook se agarró a sus brazos.

—¡Yesung!

—Tranquilo, cariño... no permitiré que caigas. —¡Yesung, haz el favor de comportarte!

La silla fue devuelta lentamente a su posición original, y Ryeowook se apresuró a levantarse de ella con una sonrisa recelosa.

Sosteniéndole la mirada, Yesung fue hacia el escritorio y su mano hizo una bola con la carta.

Ryeowook se quedó boquiabierto.

—¿Por qué has hecho eso?

—Porque no me gustaba—respondió él sin el menor remordimiento— No quiero que te humilles suplicándoles un poco de atención.

Casado Con Un Extraño [YeWook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora