La niña se había despertado en el banco de un parque, un lugar caluroso y libre de personas. No recordaba nada, ni cómo había llegado hasta allí, ni quien era.
Se quedó en aquel banco hasta que el cielo comenzó a teñirse de morados y azules oscuros, pues tenía miedo de que, si se iba, quien fuese que la había dejado allí volvería a por ella solo para no encontrarla.
A altas horas de la noche, un hombre en armadura dorada apareció ante ella. Después de que la niña no pudiese responder ninguna pregunta sobre quién era y dónde estaban sus padres, el guardia la llevó al Palacio del Cielo: un castillo de cristal escondido en las nubes.
Caminaron juntos por los pasillos del palacio, hasta una sala de espera donde el guardia la dejó, diciéndole que esperase en silencio. Ella se sentó en el suelo, frente a un ventanal que iba desde el suelo hasta el techo, tan alto que los dibujos de dragones pintados en la bóveda eran más pequeños que sus uñas. El tiempo pasó; mientras, la niña intentaba controlar las ganas de levantarse e ir a investigar más allá de aquella sala; probablemente lo hubiese hecho si no se encontrase tan desorientada.
Cuanto más tiempo esperaba, más rápido latía su corazón.
La puerta se abrió, perturbando el silencio que había caído como un manto sobre el lugar. Una mujer joven se asomó. Pero se detuvo para hablarle a alguien del otro lado de la puerta antes de entrar y cerrarla. Sus ojos almendrados, oscuros como el carbón, se detuvieron sobre la niña, una sonrisa iluminaba su rostro. Era alta, con el pelo negro hasta la cintura y un rostro delicado. Llevaba un vestido azul oscuro de corte angular, bordado con detalles plateados que descendían hasta el suelo, moldeando su figura.
—No es común ver a niños por aquí —dijo con voz suave y baja, respetando la atmósfera de la sala. La niña no pudo evitar pensar que aquella mujer brillaba en comparación con la sala, iba iluminada por la luna y las antorchas, postradas a cada lado de la entrada—. ¿Cómo te llamas, pequeña?
—No lo sé —respondió ella, con tono de disculpa.
—¿Y eso?
—No me acuerdo.
—Todo el mundo tiene un nombre, sobre todo una niña tan preciosa como tú —la pequeña no respondió al halago. Tal vez porque se encontraba demasiado fuera de lugar en aquel palacio... Porque no sabía en quién confiar—. ¿Qué te parece "Chi"?
—¿Chi? —repitió ella.
—Es un buen nombre, ¿no crees? —la mujer cerró la distancia que las separaba y se acuclilló frente a la niña que seguía sentada en el suelo. Alzó una mano y le acarició el pelo de un rubí intenso—. Solo si tú lo quieres.
—¿Cuál es tu nombre? —le preguntó Chi a la dama.
—Hikami.
Por la misma puerta por la que había aparecido Hikami entraron dos guardias; tras ellos, una mujer de expresión... molesta; tal vez porque la habían tenido que despertar para atender la situación.
Chi pensó que no parecía tan amable como Hikami, ni tan guapa.
—Mi señora... —dijo la mujer, inclinando la cabeza y forzando una sonrisa. Hikami se irguió y comenzó a alejarse, mirando a la mujer—. El Presidente la espera.
—Ese hombre necesita aprender qué es la paciencia —su tono ya no era suave ni amable.
Hikami caminó con lentitud hasta la puerta y se volvió para observar a Chi, la cual estaba demasiado distraída mirando a Dabria como para darse cuenta de que no se había marchado todavía. Sus grandes ojos rojos buscaban algo en la mujer, algo que no parecía encontrar; algún retazo de amabilidad.
No se levantó del suelo y eso a Hikami le hizo gracia.
—Toma —le tendió una carta a la niña, de forma brusca e impaciente. La mujer tenía aspecto de secretaria, una cansada y desagradable: de ceño fruncido y arrugas en la comisura de la boca. Chi sostuvo el papel, mirando las letras y dibujos que adornaban su superficie rugosa, sin entender lo que significaban. La mujer soltó un suspiro largo y exasperado—. Aquí dice que como no tenemos ningún documento sobre quién eres o de donde vienes, tu nuevo nombre es Kenra —Chi alzó la vista y se encontró con la mirada de Hikami, la cual aguardaba en la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho. Le guiñó el ojo, pues ahora compartían un secreto. Su nombre no era Kenra, sino Chi—. Escoltadla hasta el Sector del Sigilo —ordenó la mujer a los dos guardias que habían llegado con ella.
Uno de ellos tenía el pelo castaño oscuro, como la madera mojada. El otro lo tenía de color ceniza a pesar de que su rostro se veía joven, muy joven.
—Si me haces el honor de acompañarme, Kenra —dijo el guardia del pelo gris, con voz cálida y divertida, mientras la cogía de la mano. Chi se levantó del suelo y dejó que el guardia la guiase.
Al pasar al lado de Hikami ella susurró:
—Nos veremos pronto, Chi.
La niña ladeó el rostro para mirar a la mujer mientras se alejaban. La estaba despidiendo con la mano.
—¿Por qué te han asignado un nuevo nombre? —dijo el guardia que sostenía la mano de Chi después de unos minutos de silencio—. ¿No te gustaba el antiguo?
La niña se encogió de hombros y los dos guardias cruzaron miradas curiosas.
—Bueno, Kenra es un nombre muy bonito... —el guardia del pelo ceniza dejó la frase colgando, mientras observaba a la niña—. Me llamo Jack.
—Estaría bien que te aprendas el camino de vuelta a tu sector desde el palacio, así que vuela detrás de nosotros y presta atención —dijo el guardia de pelo castaño, cambiando el tema de conversación.
—¿Volar? —preguntó Chi—. No puedo volar.
—¿A qué te refieres con que no puedes volar? —preguntó. Él era más brusco que su compañero, pero no parecía mala persona, o al menos eso pensaba Chi—. ¿No puedes transformarte?
—Rax, tal vez su magia no se ha manifestado todavía —comentó Jack, revelando el nombre del segundo guardia.
—Yo... no tengo magia —dijo Chi, mientras se miraba las manos. El guardia que la había traído al palacio había tenido que traerla en brazos, pues a diferencia de él, ella no tenía alas.
—¿Acaso eso es posible? —preguntó Rax, volviéndose a su amigo. Ninguno de ellos había escuchado jamás de un Volkai sin magia, incapaz de transformarse en un dragón—. Y si no tienes magia, ¿Cómo es posible que estés aquí, en la Academia?
Chi no supo qué contestar. No comprendía del todo dónde se encontraba, ni lo que significaba no poder transformarse o no tener magia.
—Bueno, no te preocupes, princesa —comenzó Jack, mientras le daba un ligero apretón a su mano—. Estoy seguro de que todo se resolverá.
—Nosotros te bajaremos hasta tu sector —añadió Rax, cogiendo la mano libre de Chi por primera vez. El hombre no sonrió, pero la brusquedad en su voz había desaparecido—. ¿Cuál era tu nombre? ¿Kenra?
La niña negó con la cabeza.
—Chi, llámame Chi.
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Academia De Bestias (ADB #1)
FantasyAhora disponible en FISICO y con MAPA!! Su nombre es Chi y, a diferencia del resto del mundo, no posee magia. Siempre hizo todo lo posible para ser expulsada de la Academia, sin éxito. Su vida entera cambiará al ser reclutada por un Gremio y forzada...