Capítulo 25

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A Kilyan no se le hizo extraño su entorno; no cuando sus ojos se fijaron en las raíces negras que constituían el suelo y tampoco cuando estas comenzaron a moverse, reptando como cientos de serpientes entrelazadas. Tampoco le pareció extraño que eso era lo único que sus ojos podían alcanzar a ver en la oscuridad, aquel suelo de intestinos y serpientes. No había viento, ni luz, ni ningún tipo de sonido aparte del rozar constante, mojado y viscoso, de las raíces. El joven dejó escapar un suspiro antes de darse vuelta.

Allí, sentada sobre el suelo, se encontraba Chi. A pesar de que solo podía verle la espalda, el joven no dudo de su identidad, pues su pelo carmesí bajaba en cascadas sobre sus hombros, haciéndola inconfundible.

—¿Chi?

Al escuchar su voz, la joven se dio volvió. Tenía los ojos enrojecidos, casi tanto como sus pupilas, pues estaba llorando en silencio. Kilyan se acercó y se arrodilló a su lado, alzando una de sus manos hasta su mejilla para limpiarle las lágrimas. Fue entonces cuando el chico notó la cálida piel de Chi contra las yemas de sus dedos.

Aquel instante se congeló, arrastrándose, mientras los ojos violetas del joven bajaban hasta su mano. No llevaba guantes. Antes de que pudiese apartarse, un grito emanó de la garganta de Chi, un aullido de dolor y miedo que solo había escuchado una vez en su vida. Un sonido tan siniestro y aterrorizado que su cuerpo entero se erizó.

Chi cayó de espaldas, llevándose ambas manos a la cara, allí donde Kilyan la había tocado.

El joven intentó acercarse a ella, con el corazón palpitándole con tanta fuerza que sentía como si sus costillas estuviesen a punto de ceder. Sus manos temblaban con brusquedad.

—¡No me toques! —chilló ella, llorando de forma desconsolada, mientras se arrastraba hacia atrás. Los dedos de la joven comenzaron a tirar de su piel, como si estuviese intentando arrancársela. No dejó de gritar en ningún momento—. ¡Monstruo!

Había miedo y asco en su voz, enronquecida por culpa de los gritos.

Fue entonces cuando Kilyan vio que la piel de su mejilla, poco a poco, allí donde la había acariciado, comenzaba a descomponerse... derretirse.

Chi continuó arrancándose la piel, a medida que la corrosión se propagaba hasta su ojo y la comisura de sus labios, en un intento desesperado por hacer que aquel dolor cesase. En aquella orquesta de gritos y terror, Kilyan notó una raíz desprendiéndose del suelo. Esta trepó por la pierna de la joven, enrollándose hasta llegar hasta sus muslos.

Unas cuantas raíces más se unieron a la primera y antes de que Kilyan pudiese hacer nada, estas habían comenzado a tirar de Chi hacia abajo.

Kilyan la cogió de las muñecas, revigorizando los gritos de la joven, desesperado por evitar que el suelo se la tragase. Las manos de la joven, al igual que sus brazos, comenzaron a tornarse negros como el azufre.

—¡Suéltame! —gritó la chica, entre gemidos y lloros—. ¡POR FAVOR!

El joven obedeció, sabiendo que su ayuda solo le causaría más y más dolor. Kilyan cayó hacia atrás, desplomándose sobre el suelo. Cuando terminó de incorporarse, lo único que quedaba de Chi eran sus dedos, que poco más tardaron en desaparecer dentro del suelo.

En un silencio repentino, Kilyan se llevó las manos a la cara, consumido por un oscuro y pesado sentimiento de desesperación. Su corazón todavía palpitaba a gran velocidad, ahogando sus pensamientos.

Kilyan abrió los ojos. Tardó un par de segundos en reconocer la habitación en la que se encontraba, pero no tardó en notar a Chi, durmiendo en la cama frente a él. Se llevó una mano a la cara, limpiándose una lágrima negra. Dejó escapar un suspiro.

Academia De Bestias (ADB #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora