—¿En dónde estabas?— me pregunta molesta mi madre cuando entro a la casa después de que Ashley me pase dejando.
Por supuesto, me retoqué el maquillaje para que no note la evidencia de que estuve llorando.
—Ashley me llamó para invitarme a que fuéramos a comer, así que estaba con ella. Perdón por no haberte avisado antes de ir, mamá, creí que no estabas en la casa— contesto, omitiéndole tantas cosas.
—¿Comer? —alza las cejas, mirándome de arriba a abajo— Últimamente lo estas haciendo mucho, trata de controlarte un poco más, ¿quieres? Tienes que cuidar tu figura, has aumentado de peso. Si continuas así en menos de lo que piensas vas a parecer una vaca, amor.
Suspiro sin decir una sola palabra y subo las escaleras en dirección a mi habitación, entonces analizo mi cuerpo completo en el espejo; finalmente concluyo que ella tiene razón.
Jamás he sido de ese tipo de chicas suertudas y bendecidas por el azar de la genética que por más que coman y coman como un camionero no engordan ni medio gramo, sino todo lo contrario, tengo huesos gruesos y mis senos y trasero son más grandes de lo que me gustaría; desde la pubertad me ha costado sangre, sudor y lágrimas (y muchas dietas extremas casi inhumanas) mantener una figura decente, lo más delgada que puedo dentro de las posibilidades que mi fisionomía ofrece. Supongo que el estrés y la ansiedad que me han provocado los últimos acontecimientos han hecho que me descuide o me relaje con mi régimen alimentario, quizás para que la sensación de saciedad de mi estómago opaque los otros vacíos que tengo, y ya que hasta el más mínimo descontrol me trae consecuencias, debo tener un par de libras de más, que se me notan más que todo en el rostro, al tener las mejillas un poco llenas de lo normal.
Con un gruñido me dejo caer en el medio de la cama; frustrada, enojada y a la vez triste, enterrando la cara en una de las almohadas.
Soy un desastre, en todo el sentido de la palabra.
Si mamá se llega a enterar de lo de Fred, no tendría piedad al hacer añicos la poca autoestima que me queda. No exagero cuando digo que el objetivo en la vida de mi madre es tener una hija perfecta en todos los aspectos; con notas perfectas, apariencia perfecta y también con el novio perfecto. Como el padre de Fred y Ashley es accionista mayoritario en la compañía en la que también son socios, tanto ella como papá contaban con que me comprometiera con Fred al terminar la universidad.
De verdad amo a Fred; no lo quiero perder, y mucho menos quiero perder mi orgullo y mi dignidad, pero estaría mintiendo si digo que decepcionar a mis padres no es lo que más me preocupa sobre romper definitivamente de forma oficial con él.
Me levanto a desvestirme, para volver a ponerme mi cómoda y muy holgada pijama y posteriormente tomar una siesta de la cual no me despierto hasta horas después, en la noche gracias a mi mamá.
—Eleanor... despierta —demanda sacudiendo mi hombro, luego de despojarme de la tibia manta con la que me arropaba.
Abro los párpados con pesadez.
—¿Mhm?
—Papá y yo saldremos —anuncia—. Acabamos de recibir una llamada urgente de Jessica. Volveremos tarde.
Frunzo el ceño —¿Qué Jessica?
—Jessica Spear, la esposa de Ian, el amigo de tu padre. ¿No te acuerdas?
—Ah, sí. Mi padrino. ¿Qué ocurrió? ¿Todo bien?
—No. Ian tuvo un accidente de tránsito volviendo de un centro de esquí; al parecer se hirió gravemente y tu padre quiere que vayamos hasta el hospital para acompañarlo y para ver en qué podemos ayudar a Jessica.
—Mi amor, ¿qué tanto haces? —pregunta mi padre asomando su cara por la puerta entreabierta, mientras acomoda en su muñeca su reloj de pulsera. Él sencillo nunca, por más urgente o seria que sea la situación— ¡Vamos, rápido!
—Ya voy, cariño, le estoy avisando a la niña. Espera abajo, ve encendiendo el auto.
Papá desaparece nuevamente, haciendo caso.
Me incorporo.
—¿No puedo ir con ustedes?
Mamá niega sacudiendo la cabeza.
—Será mejor que no, no creo que sea muy buena idea.
—Pero las criadas están libres y no quiero quedarme aquí sola hasta que lleguen...
—Ya te dije que no, Eleanor —me repite con dureza—. Aún no hay certeza de qué tan grave es la situación y probablemente el ambiente esté muy tenso. Te quedas aquí y punto.
Bajo la mirada.
—Está bien. Cómo digas.
Al terminar de pronunciar las trilladas instrucciones del tipo «no le abras a nadie» y demás, bajo junto a la gruñona para asegurarme de que todas las puertas y ventanas queden bien cerradas.
Al entrar de nuevo a mi habitación, escucho mi movil repicar sobre la mesita de noche.
—¿Diga?— contesto sin molestarme en detenerme para ver quién es.
—¿No cambias de opinión?— me preguntan desde el otro lado de la línea.
Reconozco al dueño de la voz de inmediato; es Andrew llamando para seguir insistiendo en que salga con él a alguna estúpida parte, con la excusa de celebrar nuestra calificación en el proyecto de Biología.
Desde que se le ocurrió tal idea ha sido muy persistente. Fastidioso como un grano en el trasero.
—Dios, Andrew. ¿Te lo tengo que repetir en chino, o qué? ¡No iré contigo a ningún lado!
—¿Por? ¡Vamos, Eleanor, no seas tan aburrida!
Lo que faltaba, que también me acusen de aburrida.
—¡No soy ninguna aburrida! —exclamo ofendida.
—Entonces demuéstralo. Solo te estoy invitando a bailar y beber un poco, no voy a comerte, mejor dicho, no voy a hacerte nada que tú no quieras. Jamás lo haría —promete sorprendentemente serio— ¿Qué me dices?
Resoplo mientras lo considero y alejo el teléfono de mi oreja, no para colgar sino para ver qué hora es.
Nueve y veinte de la noche.
Aún es lo que a mi parecer se considera temprano, así que repaso los pros y contras de forma veloz en mi mente, y tomo una decisión.
—Está bien... saldré contigo. Pero solo si es a un lugar donde no vaya nadie que nos conozca— le digo a Andrew finalmente, accediendo a su invitación.
Solo espero no arrepentirme después.
—¿Y esa condición por casualidad es para que tu noviecito no se entere?— me pregunta con sorna.
—Exacto —confirmo más que todo para bajarle los humos, porque siendo franca, estoy consciente de que a ese, al menos en estos momentos, una mosca le debe importar más que yo —Y además, para que por nada en el mundo nadie llegue a pensar lo que no es —agrego como si fuera obvio—. Búscame en una hora y media. Creo que ya sabes donde vivo, ¿verdad, maldito acosador?
En la escuela para nadie es un secreto que Drew siempre ha sentido algo por mí. O sea, no sé si sean sentimientos de amor verdadero, lo más probable es que no, pero de que le gusto, le gusto, y todos lo saben.
Por más novias y chicas fáciles que ha tenido alrededor a lo largo de los años, a ninguna la ha tratado como me trata a mí. Incluso cuando jamás le he dado esperanza de absolutamente nada, lo he desairado, y me he reído en su cara infinidad de veces, su interés siempre ha seguido ahí.
Lo escucho soltar una risa encantadora, y antes de pueda soltar una respuesta, cuelgo.
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La Mala del Cuento [Editada]
Teen FictionLa vida de Eleanor es perfecta. Es popular en la escuela, sus padres tienen dinero, y está en una relación envidiable con un chico que parece sacado de un catálogo. Pero eso último se verá en peligro con la llegada de una misteriosa chica a su coleg...