Inhalo profundo al sentir el roce de los dedos de Andrew sobre mi pubis; cuando bajan un poco más, cierro los ojos con fuerza.
Empieza a tantear delicadamente mis labios vaginales esparciendo la humedad entre mis pliegues; había escuchado sobre "mojarse", pero no pensé que fuese tan en serio.
Es una sensación indescriptible y completamente nueva para mí; es una sensación simplemente deliciosa que me hace querer más y aferrarme a algo aunque no sepa a qué.
Lo más atrevido que llegué a hacer en el pasado fueron unos castos toqueteos con la ropa puesta. Nunca había estado desnuda frente a un chico, ni mucho menos me habían acariciado de esta forma.
—¡Ah! —exclamo cuando introduce uno de sus dedos dentro de mí.
Me aferro al hombro de Drew, mientras este termina de sacarse la camisa, mostrándome su delgado pero trabajado torso. Al mismo tiempo hace que nos acomodemos mejor en la cama, apartando el edredón que la cubre.
Estoy tan excitada, que no solo es su toque lo que me estimula, sino también sentir la tela rozar con mi piel descubierta, y el frío de la habitación contrastando con el fuego que está ardiendo en mi interior.
Mis bragas siguen colgando de uno de mis tobillos, así que sacudiéndolo la hago caer al suelo. Andrew también se quita su cinturón y parándose sobre sus rodillas se baja el pantalón junto a la ropa interior. Casi tengo una alucinación cuando los centros de nuestros cuerpos se alinean.
Emito sonidos de los que, estoy consiente, me avergonzaré luego, y para callarlos beso a Andrew, quien me corresponde animado, y no solo me besa en la boca, sino también en el cuello y las clavículas, bajando hasta mis senos para prestarle atención con mimo.
Nos enredamos uno en el otro, eliminando hasta la más mínima distancia.
—Ponte un condón...
Obedeciéndome, se incorpora para sacar uno de la gaveta de la mesa de noche. Levanto la vista para ver mientras lo saca de la envoltura; me gustan mucho los músculos sutiles de su cuerpo, parecidos a los de una escultura griega.
Una vez que desliza la funda elástica en su virilidad, regresa a la posición anterior. Me lleno de valor cuando siento la punta de su miembro en la abertura de mi intimidad.
Suelto un quejido agudo y un par de lágrimas silenciosas, en el momento que entra en mí, a pesar de que lo hace con lentitud. Al principio me duele, y por un segundo no creo poder soportarlo, sin embargo, pese a lo incómodo de tener algo adentro expandiendo mi interior, poco a poco me voy acostumbrando.
Andrew comienza a moverse cautelosamente y separo aún más mis piernas. De pronto, del dolor no queda nada y un placer extraordinario se abre paso.
—¿Te gusta? —me pregunta con voz grave y entrecortada. Se está conteniendo.
Asiento clavando mis uñas cortas en su espalda y facilitándole el acceso a mi cuello. Al sentir mis duros pezones rozar contra su pecho mis paredes vaginales se contraen comprimiendo su pene, que no deja de moverse entrando y saliendo de mí.
—Oh, Dios. Qué bien se siente... —musito aullando igual que una gata en celo— Más —demando involuntariamente.
Como si hubiese presionado un botón, Andrew se empieza a mover cada vez más rápido, hasta el punto de hacer chillar los resortes de colchón.
Abro la boca suspirando extasiada, apretándome más a él, llegando incluso a lastimarlo al arañar su blanquecina piel.
Actúo enloquecida; como si estuviera poseída. Es como si mi cuerpo tomara vida propia, e hiciese lo que le da la gana.
Quiero prolongar esto, aferrarme, porque siento que estoy escalando un torbellino dirigido a la cima del placer.
—Estás tan apretada...
Y si yo estoy poseída, Andrew parece estar siendo exorcizado. Se sostiene con los codos, arrugando las sábanas a cada lado de mi cabeza. Ya no le preocupa ser cuidadoso, solo incrementa la velocidad del vaivén con el que hace chocar nuestras pelvis.
Lo siguiente que ocurre, es como un flash.
Con un grito ahogado me contorsiono como si un rayo me electrocutase. Drew me penetra un par de veces antes de gruñir y dejarse caer sobre mí.
Hemos acabado, pero nos mantenemos paralizados; él intenta recuperar el aliento y a mí, las palpitaciones de mi vagina que aún lo retienen a él, no me permiten mover un dedo.
Eventualmente los espasmos se detienen y luego de darme un dulce beso en la frente Andrew se separa, dejándose caer a un lado.
Mientras mi respiración vuelve a la normalidad mantengo la vista en el techo, con la mente totalmente en blanco.
Ni siquiera soy capaz de pensar en nada, así que me cubro y, cerrando los ojos, me acomodo para intentar dormir.

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La Mala del Cuento [Editada]
Roman pour AdolescentsLa vida de Eleanor es perfecta. Es popular en la escuela, sus padres tienen dinero, y está en una relación envidiable con un chico que parece sacado de un catálogo. Pero eso último se verá en peligro con la llegada de una misteriosa chica a su coleg...