Capítulo 13 [Editado]

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Un fuerte dolor de cabeza es lo que me hace despertar después de, lo que deduzco, son varias horas. Miro a mi alrededor y caigo en cuenta de que no estoy en mi habitación sino en la de Andrew, y me siento avergonzada.

Lo veo a él, que está durmiendo plácidamente a mi lado con una mano sobre mi vientre y una de sus piernas encima de las mías. Con sumo cuidado me logro liberar de su agarre sin que despierte y me levanto.

De puntillas recojo mi vestido y mi pequeño bolso del suelo, y busco mi celular para ver qué hora es.

Dios, por favor que mis padres aún no hayan vuelto de ver a su amigo. Te lo suplico.

Con algo de asco, pero sin tener otra opción, me pongo mi ropa interior y decido buscar en el armario de Andrew algo que pueda ponerme. Tomo prestada una sudadera junto con unos pantalones de dormir, porque por nada en el mundo puedo llegar a mi casa vestida con lo de anoche; me dejaría en evidencia de inmediato, aunque me ponga lo que me ponga ya de por sí debo ir pensando en una mentira creíble, ya que estoy casi segura de que mi madre con comportamiento detectivesco no se tragará tan fácil la excusa de que salí a tomar aire fresco temprano por la mañana.

Entro en el baño y me encierro. Me encantaría poder tomar una ducha pero estoy a contratiempo y además no quiero correr el riesgo de que Andrew se despierte y entonces tener que lidiar con él.

Lavo mi rostro quitando todo el maquillaje y me hago una cola con la liga de emergencia que siempre tengo conmigo, luego me pongo la sudadera, el pantalón y mis zapatos.

Salgo de la mansión Van Der Pelt y tomo un taxi directo hacia mi casa. Una sensación de alivio me invade al no ver la camioneta de papá.

No han vuelto aún.

Pero al mismo tiempo me sorprendo al ver a Ashley sentada esperando frente a la entrada.

Antes, cuando vi la hora, me fijé en que tenía varias llamadas perdidas de ella, pero no les preste atención por el apuro.

Bajo del taxi y me acerco.

—¡Ashley! ¿Qué haces sentada en la acera?

—¿Dónde rayos estabas? —pregunta molesta, parándose— Estoy aquí hace como cuarenta minutos y no respondías al timbre ni a tu teléfono.

Digo lo primero que se me ocurre.

—Eh... salí a desayunar.

Ashley repasa de arriba a abajo mi vestuario; sudadera deportiva, pantalones de dormir y tacones de marca.

—¿Y fuiste a desayunar afuera vestida... así?

Frunzo el ceño, haciéndome la estúpida.

—¿Así, cómo?

—Sin ofender, Eleanor, pero te ves como una loca.

—¿Tú crees? Creí que sería bueno probar algo diferente.

Me mira confundida.

—Ajá, ya veo...

Saco de mi bolso las llaves y abro la puerta. Mi amiga pasa atrás de mí y subimos a mi habitación. Al entrar en ella lo primero que hago es sentarme en la cama para quitarme los zapatos y ponerme mis pantuflas acolchadas.

—Y, bueno... ¿qué te hizo venir a visitarme tan temprano un domingo? —cuestiono.

Sonríe emocionada

—No podía esperar más para contarte la buenísima idea que se me ocurrió.

—¿Acerca de qué?

—¿Cómo que acerca de qué, Eleanor? Ya sabes... una idea para que recuperes al imbécil de mi hermano.

Con dificultad trago el nudo en mi garganta y miro hacia otro lado al oírla.

Ashley se preocupa genuinamente por mi relación con Fred, mientras que yo acabo de hacer lo que hice hace unas horas.

Eso me hace sentir como un maldito pedazo de mierda.

—Ah... ¿y de qué se trata?— le pregunto sin ser capaz de mirarla a los ojos.

Me quito la ropa de Drew y me visto con unas de mis pijamas.

Escucho desde la planta baja la puerta de la casa abrirse y a mis padres entrar.

—Creo que lo mejor es que no te diga para que todo sea más espontáneo y se vea real; solo te diré que debo ir abajo y hablar con tu madre. Sígueme la corriente, ¿bien?

—No me pidas que te siga la corriente cuando no tengo ni una pista de lo que quieres hacer, Ash. ¿Y para qué necesitas hablar con mamá? ¡Ella piensa que estoy bien con Fred! No pensarás contarle todo para que vaya a reclamarle, ¿o sí?

—Eleanor, ¿me crees tan estúpida? Claro que no haré eso, no te preocupes. Sólo sígueme la corriente —repite.

Asiento, aún sin entender para nada a qué se refiere. Bajamos y mamá, luego de saludarnos, le prepara el desayuno a Ashley, quien dice que no había comido.

—¿Y papá dónde está?— le pregunto a mamá.

Ambas estamos sentadas en la barra de la cocina acompañando a Ashley. Viéndola comer gustosa su waffle mi estomago ruge, mas muy a mi pesar no puedo comer porque dije que había salido a desayunar.

—Tu padre fue un momento a resolver un asunto del trabajo —responde apretando un poco sus labios. La conozco lo suficiente para saber que piensa que en realidad mi papá fue a verse con su supuesta amante.

Posa su vista en mi amiga.

—Ashley, cariño, ¿tus padres cómo están? Saben que estás aquí, me imagino...

—En realidad... no, señora Taylor —contesta—. De cualquier modo no creo que se acuerden mucho de mi existencia. No pasan demasiado tiempo en casa, que digamos.

Frunzo el ceño extrañada por la manera sufrida en la que está hablando.

—A decir verdad, quise venir anoche a dormir acá, pero nadie contestaba el teléfono cuando llamé para preguntar si podía.

—¿Por qué, cariño? ¿Pasó algo? —pregunta mi madre, con notable curiosidad.

Ashley deja el tenedor sobre el plato y cubre su rostro con una mano.

—Me da tanta vergüenza decirlo... —dice a punto de llorar.

—¿Qué pasa, Ashley? —pongo mis manos sobre sus hombros, preocupada. No distingo si finge o no.

Ella me ve.

—Es Jake otra vez, Eleanor —dice.

—¿Qué? —no sé de quién habla.

—¿De qué hablan, chicas? —mi mamá se  desespera por saber.

—Jake... es el hijo de la criada que tenemos en la casa. También se encarga del jardín.

—¿Y entonces, qué ocurre con él? Puedes decirnos, linda. No llores ni tengas miedo.

—Es que... —mi amiga se sorbe la nariz dubitativa— hace un par de meses me mira de una forma demasiado rara, y ayer... intentó propasarse conmigo.

—¡¿Qué?!

Junto las piezas en mi cabeza y creo que empiezo a comprenderlo todo.

La Mala del Cuento [Editada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora