Antes del toque de la campana yo ya tenía el bolso en mi hombro, lista para salir disparada al estacionamiento y verlo aunque sea por unos segundos. No aguantaba los nervios, pese a que, como siempre, él no repararía en mi existencia.
—Vamos, Tracy, ¡Apresúrate! —yo misma comencé a meter los lápices y cuadernos dentro de su mochila.
—No entiendo por qué estás tan emocionada. Es algo masoquista de tu parte. Sabes que él viene aquí por Caitlin. —se levantó de su silla con toda la lentitud del mundo.
A veces mi mejor amiga podía ser una completa bruja. Y por a veces me refiero a la mayoría del tiempo. Pero sé que es así de sincera conmigo porque no quiere que salga herida por un chico al que le daría igual mi muerte.
—Sí, lo sé. Y tú sabes que siento cosas por él desde tercer grado. Si verlo apoyado en su motocicleta durante un momento es a lo único que puedo aspirar, lo disfrutaré al máximo.
—Ese es el problema, amiga. Podrías tenerlo comiendo de la palma de tu mano si creyeras aunque sea un poquito en ti misma.
—No quiero hablar de ese tema.
Es fácil decirles a las demás chicas que tengan una autoestima más alta cuando eres Tracy Clifford. Ella era básicamente lo opuesto a mí: guapa, con un cabello azabache lacio y brillante, increíbles ojos azules y un cuerpazo de modelo.
Cruzamos la puerta del instituto y ahí estaba él, tan atractivo como siempre. Al igual que sus hermanos, Tyler Maddox llevaba la cabeza rapada, sus brazos cubiertos de arte y una mirada que intimidaría a cualquiera. Otra cosa que tenían en común era que hacían babear a todas las chicas de la ciudad, incluyéndome.
Lo conocí cuando yo estaba en primaria y él en secundaria, era 8 años mayor que yo, un punto más para añadir a la lista de “por qué Tyler nunca se fijará en Peace”. Solíamos vivir en el mismo vecindario, hasta que mis padres decidieron mudarse a un condominio.
El chico me traía loca desde entonces. A pesar de que en su niñez y pre adolescencia no fue el más apuesto y todo el tiempo andaba sucio y con heridas por pelear con sus hermanos.
La adolescencia realmente había hecho maravillas con él y su hermano Taylor. Si los cuatro Maddox eran casi idénticos, diferenciar a los gemelos resultaba una tarea difícil a veces, mas no para mí. La forma en la que Tyler sonreía y arrugaba su nariz lo hacía inconfundible a mi vista. Sí, en ocasiones parecía una psicópata.
Vi como Caitlin corría hacia él y se colgaba de su cuello para plantarle un enorme beso. Mi boca se abrió involuntariamente. Tyler le correspondió en menos de una centésima de segundo y yo solo quería desaparecer.
Tenía claro que Caitlin era su conquista de la semana, pero a diario trataba de verlo “disimuladamente” y marcharme antes de presenciar un espectáculo entre los dos, y había funcionado a la perfección, hasta hoy.
Seguí observándolos devorarse el uno al otro como la masoquista que soy. Y ya que la torpeza era uno de mis fuertes, tropecé con un escalón y caí sobre mi trasero.
La sangre se acumuló en mis mejillas mientras Tracy me ayudaba y las personas que pasaban por nuestro lado soltaban pequeñas carcajadas. Por supuesto Tyler no vio nada, estaba muy ocupado.
—Que no te afecte. Sabes que luego de follársela la desechará.
—Eso me consuela. —limpié el polvo de mi trasero.
Era viernes, lo que significaba que Tracy comería en mi casa y posiblemente pasaría la noche allí. Se había vuelto una costumbre. Ella odiaba pasar tiempo con sus madre y su padrastro y la entendía. En cambio, los míos la amaban y les encantaba tenerla en casa. Realmente les gustaba el hecho de que tuviera una amiga. Sabían mis problemas para “sociabilizar”.
ESTÁS LEYENDO
Beautiful Naivety
RomancePeace O'Brien es una adolescente tímida y dulce, ama los libros y el cine, siempre saca buenas calificaciones y nunca hace enfadar a sus padres. Su único defecto es estar enamorada de uno de los gemelos más calientes y mujeriegos de la ciudad: Tyler...