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Era un bonito día. El sol estaba radiante en el cielo y las hojas verdes de los arboles comenzaban a danzar al son del viento. Sacó uno de los dos chupetines de sabor a fresa que se había comprado y se lo echó a la boca disfrutando aquél dulce sabor en su paladar. 

Mientras caminaba entre los árboles del lugar, divisó una pequeña plaza a su lado derecho. Se podía apreciar como los niños alegremente jugaban en aquéllos juegos viejos y desteñidos, los animales corriendo y restregándose en el verde y suave pasto mientras que los padres conversaban alegremente con los padres de otros niños. Menos uno. Decidió acercarse a aquella plaza y sentarse en una de las bancas disponibles.

El azabache observaba curioso cómo un pequeño niño de cabello castaño sostenía unos autos en ambas manos y reflejaba una mirada un tanto triste. Registró con la mirada al que supuso que era su padre y pudo diferir que era un alcohólico por la botella de cerveza que llevaba en su mano y por lo descuidado de su aspecto. 

— Por favor papá -escuchó hablar al pequeño-, vamos a casa...no estás bien

—   Vete a jugar -habló el hombre frente a él-. No molestes.

— Papá -el pequeño se acercó con temor al hombre frente a él-. Por favor...

—  ¡Que no molestes!

Sorprendido vió como aquél sujeto golpeó fuertemente al niño dejándolo en el suelo. El pequeño comenzó a llorar y eso hizo irritar más aún al padre. El azabache observó como el hombre comenzó a caminar alejándose cada vez más de su hijo.

Las personas en el lugar simplemente observaban al pequeño sin ofrecer ayuda alguna. Con el ceño fruncido, el azabache comenzó a observar a los presentes mientras estos giraban su cabeza negando su ayuda.

Rápidamente se colocó de pie y caminó hacia el pequeño. Sentía su corazón apretujarse al ver aquél inocente rostro sucio por la tierra y completamente hinchado por su llanto. Sacó el dulce de su boca colocando el chupetín en el envoltorio que había guardado. Miró una vez más al niño frente a él y no dudó en tomar al pequeño en sus brazos sentándolo en la banca que se encontraba el padre del muchacho hace unos minutos. Se posicionó de cuclillas frente a él y con una de las mangas de su camisa el azabache comenzó a secar el fino rostro del pequeño. 

— ¿Cómo te llamas niño?

El pequeño alzó su cabeza viendo una sonrisa en el rostro de su acompañante.

— Lo siento, mamá me dijo que no podía hablar con extraños.

— ¿Dónde está tu madre?

— ¿Cuál de las dos?.

El azabache observó con algo de curiosidad al niño. El castañito en sus ojos ladeó su cabeza en espera de la respuesta del chico amable frente a sus ojos.

— ¿Tienes dos madres? -el castañito asintió-. Entonces, ¿Podrías decirme dónde están?.

— Omma que no es mi omma está en casa con mi mejor amigo -el menor ahora sonriente observa por detrás del azabache-. Y mi otra omma está detrás tuyo.

El azabache gira rápidamente su cabeza para poder observar a aquella mujer pero no encontró a nadie. Nuevamente volvió la mirada hacia el pequeño un tanto preocupado.

  — No hay nadie, pequeño.

— ¡Claro que si! -el castañito se cruzó de brazos y realizó un tierno mohin-. Siempre dicen lo mismo, ¡Pero yo si la veo!.

El mayor comprendió a lo que se refería el pequeño frente a él. No tenía a nadie más que a ése asqueroso hombre que se hacía llamar su padre.

— ¿Cuál de las dos te dice que no hables con extraños?.

—  Omma que no es mi omma -el pequeño comienza a mover sus pies en el aire-.  ¡Pero mi otra omma si me deja!, dice que eres un buen chico.

El pequeño acerca su pequeña mano y da dos golpes en la suave cabellera del azabache. El mayor sonriente imita la acción del niño haciendo que éste logre sonreír.

  —  Bien, como a ti no te dejan hablar con extraños y a mi si, me presentaré yo -sonriente saluda con una mano al pequeño frente a él-. ¡Hola!, mi nombre es Kim SeokJin, pero como eres un niño especial, solamente tú puedes llamarme Jin ¿Te gustaría ser mi amigo?.

El pequeño asiente alegremente. El azabache toma las manos del pequeño envolviéndolas cálidamente.  

 — Mi otra mamá me dijo que no tenía que ser mal educado y debía presentarme.

— Si no quieres no lo hagas...

— ¡Soy Park Jimin! -se adelantó el pequeño interrumpiendo al azabache-. Tengo...-sacó una de las manos que tenía agarradas el mayor para contar con sus dedos-. Mmm...-negó con la cabeza y estiró su mano dejándola en frente del mayor-. ¡Tengo estos años!.

— ¿Cinco? 

— Se suponía que eran seis...-observó confundido cada uno de sus dedos-.

El azabache asiente mientras sonríe con la tierna expresión del pequeño frente a sus ojos. El menor observa a su nuevo amigo e igualmente le dedica una sonrisa amplia.

 — Espera, por ser un niño valiente, tengo un premio para ti.

Adentra su mano en el bolsillo de su pantalón para dar con el objetivo. El pequeño con ojos brillantes observa el radiante dulce que sostenía la mano del mayor.

— ¿Te gustan los chupetines de fresa?, a mi me encantan.

El menor asintió y tomó cuidadosamente el dulce en sus manos admirándolo como si fuera un valioso tesoro. El azabache toma posición sentándose al lado del pequeño mientras veía como felizmente desenvolvía aquél dulce rosado hasta comenzar a lamerlo con entusiasmo.

— Si soy una niño valiente, ¿Me regalarás más dulces?

— ¡Claro!, pero para eso deberemos estarnos viendo constantemente, si no, no sabré cuando fuiste un niño valiente.

— ¡Está bien!, entonces seremos amigos para toda la vida, así recibiré muchos dulces.

Con una sonrisa en azabache acaricia la cabellera castaña del menor. Saca su dulce del envoltorio y ambos con el chupetín en su boca comienzan a observar a todos los niños jugar alegremente.


Bonhomía [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora