Que sorpresa

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La noche fue difícil… Tenía tanta imágenes de ella tan cerca de mi que no sabía en qué más pensar.

Ella ocupó mi mente el resto de la noche y solo conseguí recobrar el sueño hasta pasada la media noche.

Al otro día mi madre me despertó temprano para que me arreglara y pudiera recibir a mi bravucona, bueno en este caso a mi benefactora profesora.

Al terminar de arreglarme con otro traje que mi madre me ofreció ya que mis pantalones me estaban quedando estrechos.

Esta vez era un pantalón negro ancho y una blusa sin mangas ancha. Si quería dejar ver un poco demás solo tendría que inclinarme. Pero no habría alguien interesado en ver mi pecho casi masculino con apariencia de chiquillo.

Entonces esperamos el momento y se estaban tardando un poco de más. Pero al fin se asomaron en la puerta.

-Muy buenos días…

Esta vez fue Claudia la que saludo temerosa.

Mi madre acabo de abrir la puerta ajustada y dejarlos ver a plenitud.

Casi me atraganto. Claudia estaba brillante con un traje muy sensual… Una camiseta en esqueleto con mangas largas de encaje negro y unos jeans negros desgastados que le daban un toque descuidado y muy sensual. Llevaba tenis oscuros pero con su altura no necesitaba tacón alto.

Demore en responderles pero logre modular sin que se me notara mi nerviosismo o eso creí.

Mi madre complemento el saludo en mi nombre dándoles la bienvenida y ofreciéndoles algo de comer.

Estaba muy aturdida de lo hermosa que es la niña que hoy será mi maestra. No creo poder concentrarme en algo diferente a su rostro, a su cuerpo y sus labios carnosos que hoy mostraban algo de nerviosismo.

-Nosotros estamos satisfechos pero hemos traído este postre de leche para que compartamos al almuerzo.

-Pues bienvenidos y muchas gracias por el apoyo que le dan a mi “blanquita”.

Eso me hizo poner los pies en la tierra. - ¡Mamá! - Exclame con algo de molestia.

Pude ver como Claudia sostenía una sonrisa en medio de una mueca. Por que mamá no podía haberse guardado ese apodo hoy… Porque frente a ellos.

-Bueno chicas, a estudiar. - Dijo su padre y no me quedó más remedio que indicarle el camino.

Ya en mi habitación encendí mi computador y ella empezó a relatar algunas historias. Lo acepto hubo más de un instante en el que no pude mantener la concentración al mirar su cuerpo entre las formas de su blusa.

Creo que ella se percató por que me hizo hincapié en que observará la pantalla. Pero había algo más que me hacía verla directamente a su rostro… Se puso lentes. Nunca me imagine que necesitase los lentes.

En otros momentos era su aroma combinado con su loción. Mantener la concentración era extremadamente difícil en su compañía.

Mi madre atendía abajo a su visita. Yo juraría que ella disfrutaba mucho su presencia pero siempre hubo una gran barrera de cortesía y el señor Rubén siempre la mantenía en lo más alto.

Eso lo pude notar en la hora del almuerzo donde terminamos con un delicioso postre.

Continuamos después de un descanso con los estudios y esta vez logré concentrarme un poco más.

-Bueno, es todo por ahora.

-Muchas gracias por ayudarme a estudiar estos temas.

-No me lo agradezcas aún. Yo no lo estoy haciendo desinteresadamente, tengo mis razones para desear que este en octavo conmigo.

RetornoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora