Esperame

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—Troye—

¿Se ha vuelto tedioso? Demasiado. Digamos que esto de jugar a un detective no es lo mío. Preferiría estar tirado en el sofá, sin hacer nada por mi vida y viendo una jodida serie. Eso sería perfecto. Pero cada en cada segundo, su nombre volvía a aparecer en mi cabeza y sabía que debía seguir. 

Comencé a olvidar su rostro. El otro día me encontré pensando en si tenía lunares en el cuello o era ilusión mía. ¿Cómo podía olvidar este tipo de cosas si eran mis favoritas? 

Y entonces, preso de mi desesperación por encontrarlo, cometí vandalismo. No era nada, en sí, pero no es así para la policía. Mientras que el padre de Simon se fue a trabajar, Holland a la escuela y su madre a quién carajo le importa, me metí en la casa por la ventana que gracias a ella, pude cumplir me deseo de hablar un rato a solas con mi niñito. 

"Hablar", si, si, claro... No quería nada más, no, no. 

Dentro de la casa, me desplacé por ella como si fuera de mi propiedad. Bajé y sobre la mesa de la cocina me tope con algunas cartas sobre la mesa. 

¡Bingo!

Las tomé y comencé a buscar alguna factura de pago de la clínica. Y la encontré.

—Clínica de salud mental Sigmund Freud —leí en voz alta—, que básicos. 

Le saqué una foto para tener el número. 

Mi padre siempre dijo que las facturas eran un gran problema, pero a mí me habían resuelto la puta vida. Estaba a pocos pasos de encontrarlo. 

Ya casi te saco de esa mierda de lugar, Simon. 

Solo espérame y recuerdame. 

—Simon—

Pensé demasiado en las palabras de Liam, como me dijo que estaba aquí por ser homosexual. Creí que solo era una suposición y que él se haya quedado dormido por la droga que le inyectaron, no sirvió. Ya que las dudas que rondaron por mi cabeza, debieron ser calladas. 

Esa noche, Liam comenzó a gritar la mayor cantidad de groserías que podía, cada vez más fuerte, cada vez en mayor número y los enfermeros se vieron obligados a sedarlo. Otra vez.

Y así paso otra noche en este asqueroso sitio. Cuando pedí un teléfono para comunicarme con el exterior, o al menos un pedazo de papel para escribir una carta, se negaron. Solo quería escribirle a Troye que quizá esto era lo mejor; yo alejado de él, sin poder hacerle cualquier tipo de daño. Pero como me arrebataron esa posibilidad, comencé a pensar que quizá si era bueno escaparme de aquí. 

Desde que estoy en esta clínica, tres personas a suicidaron. Dos ayer y una hoy. Una se tiro desde las escalera, yo bajaba tranquilamente por ellas cuando lo vi. La horrible imagen de la sangre llegando a mis zapatos me hizo vomitar y nos obligaron a todos a volver a nuestras habitaciones; La segunda persona, se tiro desde la azotea. No estuve presente, pero si pude ver como se llevaban el cuerpo bajo una manta blanca sobre una camilla; Por último, Tina, una niña de trece años, se ahorcó con las sábanas de su cuarto hoy por la mañana.

Las tres personas que se decidieron por suicidar fueron un tema de conversación recurrente entre los pacientes, pero no era el caso de Liam.

Desde que lo sedaron por gritar groserías permanece más callado. Busca el silencio y la soledad, pero cada tanto me mira buscando que le preste atención. Busca mis ojos por algún motivo que no terminó de explicarme.

—Acompáñame. —ordenó tomándome del brazo.

Liam me arrastró a no se donde, lo seguí sólo porque su mano aferrada a mi suéter me daba la impresión de que lo rompería. Sus ojos se humedecían con cada paso y eso terminó aterrando mis pensamientos.

—¿Adónde vamos? —pregunté mirando que salíamos para el jardín.

Teníamos permitido salir al pateo —los locos disfrutan del aroma de las flores, oí decir a una enfermera—, pero no podemos cuando afuera llueve a cántaros. Tampoco creo que quieran que Liam llegue muy lejos, no creo que confíen en él.

—Oye, esto no me gusta —dije mirando las enormes gotas que caían sobre la acera.

—No te haré daño si te callas —confesó molesto.

—Yo no vine aquí a esto, Liam. No quiero andar escondiendo mi trasero con un chico para nada normal.

—Se dice loco, pero, después de todo ¿Quién es normal?

La gente que no ve lo que yo. La gente que está cuerda y que disfruta de su rutina tan horrible. la gente como Troye Urie. 

—Y ya te dije que estaba internado por error.

Rodé los ojos. Me arrastró bajo la lluvia y termine empapado. 

Odio a este chico.

No parecía importarle nada, ni que llamarían a los guardias de nuevo, ni que se estaba empapando, ni nada.

El uniforme de aquí es bastante sencillo. Todos llevamos remeras blancas, te dan un suéter gris y unos pantalones de algodón de color azul.

¿Para que digo esto? Porque como él no llegaba el suéter, su remera blanca fue la que se mojó y pronto se le marcó todo. Y cuando digo todo, hablo de cada miserable cuadradito que su maldito abdomen lleva. Fue difícil no mirar. Su remera era como una hoja de calcar, suerte que sus pantalones no son blancos.

—Se te cae la baba —se burló señalando mi boca.

—¡¿Qué yo qué?! ¿Por ti? Pff... yo no estaba... Sólo es que... ¿Cómo te conservas así en un lugar como este?

Sus hombros se levantaron como respuesta.

—No está mal que mires —murmuro sonriendo.

Está es la primera vez que lo veo sonreír sin que sea forzada o fingida o simplemente psicópata.

—Se que quieres hacer más que eso —continuó sonriendo—. Espero que lo hagas.

Mi risa nerviosa logró que su autoestima supere los niveles máximos.

—¡Te dije que no te estaba viendo a ti! —chillé furioso, no se como se puede ser tan arrogante—. ¡¿Y qué se supone que eso significa?!

—Muchas cosas.

—¿Qué cosas, genio?

Él paró el paso, note una sombría emoción en su rostro, como si su corazón se detuviera un segundo. Levanté una ceja sin dar importancia, él me miraba a los ojos y sonrió.

Me sonrió de verdad.

—¿Tengo que repetir la pregunta? —pregunté impaciente—. ¿Qué significa, Liam?

—Esto...

Su voz sonó más profunda de lo normal, sus ojos brillaban y sus dientes se asomaban.

Colocó sus brazos en mi cintura, y sin tiempo de que pensará en algo en concreto, me beso.

Recordé el rostro de Troye. Como sus besos eran demasiado importantes para mí y lo eran todo. 

Empujé a Liam y este frunció el ceño. 

—Hay otro —susurró. 

—S-sí. 

—Bien. No me entrometeré en ello. 

Bajé la vista y él trago saliva. 

—Solo... Me escaparé, niño y... Si quieres, podrías venir conmigo. —dijo. 

—Solo dime que hacer. 

BAD BOY GAY (Corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora