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Por más tiempo que pase aquí siento como si no pasase nada puede ser culpa del medicamento pero nada cambia no hay cambios no hay margen de errores no hay absolutamente nada.

Y todos los días me la pasó imaginando como de a poco me caigo y me ahogo en este mar de voces incesables a veces quisiera que callaran pues no dejan pensar y lo único que necesito ahora es eso, pensar, pensar en que todo volverá a ser como antes, que antes podía ser yo misma sin miedo a nada, y ahora ni yo misma puedo ser estos medicamentos están dañando mi cerebro yo lo siento, siento como de a poco pierdo su recuerdo ¿Quién era?, ¿Cómo se llamaba? ¿Cómo era? ¿Por qué era tan importante recordarlo? Por qué él era el único que sabía dónde está ella.

Me arrodille junto a un chico con suéter azul y pantalón beige.

—¡Dime ¿Quién eres?!—grite hacia el chico que me miraba fijamente con decepción.

—Ay Teresa Teresa que inocente eres la medicina si hace efecto después de todo si te estás curando me alegro por ti pero yo no desaparecere pues como te prometí una vez estaré siempre contigo y nunca me alejaré y yo nunca rompo una promesa—

Este charlatan hijo de puta no me hacía el menor caso solo le había preguntado una cosa solo una.

—¡DIME ¿QUIÉN ERES?!—grite una vez más mientras me levantaba no iba demostrar debilidad delante de él ni de nadie más— O dime almenos ¿Dónde está ella?—seguía teniendo esa himpotencia y esa adrenalina, pero sentía que se bajaba muy rápidamente y de pronto me encontraba de nuevo como había llegado aquí sentada llorando suplicando— Por favor —

—Ay Teresa es que aún no te das cuenta no está, se ha ido para siempre pero yo me quedaré como te lo prometí— seguía con su sonrisa cínica en el rostro mirándome fijamente.

Llegaron corriendo no los había escuchado solo me presionaron me agarraron.

— No es lo que ustedes creen por favor sueltenme —lloraba intentando safarme y dejé de intentarlo no iba a conseguir nada ellos eran humanos sordos siempre a su conveniencia solo acepté lo que me tocaba, además era cierto ya la había perdido y no podía hacer nada para cambiarlo.

Layla estaba conmigo después se aquel incidente yo lloraba desconsoladamente sobre su regazo ella conocía la razón de mis lágrimas y la razón por la que yo estaba aquí lo que yo ocultaba ella sabía todo desde antes que ingresara a este lugar.

Ella me consolaba, era como la madre que nunca tuve y siempre anhele.

—Se fue se fue para siempre ya no logro recordarla ni a él ni a ella—decía entre lágrimas  Teresa en el regazo de Layla mientras está la acariciaba y ocultaba la información que la hacía llorar, era por su bien si la olvidaba saldría cuanto antes y no sufriría más en este lugar, Layla por mucho que amará a Teresa como su hija no podía hacerle eso no podía hacer que ella sufriese más, entonces esa noche con la niña llorando no pudo hacer nada más que callar aquel secreto que tenía escondido desde hacía más de 15 años y lo seguiría guardando hasta que todo fuera más seguro para Teresa, hasta que saliera de este lugar.

Layla no sabía con certeza ¿Cuánto había pasado desde que había conocido a esa niña? ¿Cuánto había pasado desde que pasó el incidente…?

Ese día por otra parte se encontraba Naomi buscando de nuevo a su compañera de juegos y aventuras y no la encontró donde de costumbre estaba en la fuente y ahora solo había un chico no más grande que ella que jugaba a lanzar barquillos y ver cuál llegaba antes al otro lado.

Ella al no tener que hacer se puso a hacer montones de hojas como había hecho con Teresa días antes y jugaba a saltar en ellos, las hojas volaban por los aires y caían despacio a la niña se le hizo que hasta parecía que se paraba el tiempo cuando se acostó en el montón de hojas Mismo en el que antes había saltado y observó la hoja como caía tan lento que apenas se percibía el movimiento como se paraba el tiempo con solo fijarse en las cosas pequeñas con solo disfrutarlas, y mientras una disfrutaba el tiempo al mismo tiempo que lo perdía, viendo el caer de una hoja, la otra solo pedía tiempo, tiempo para poder recordar su nombre o una pista con la cual pudiese encontrarla.

Así ambas chicas tan iguales y diferentes se fueron a acostar y a intentar dormir pero sus demonios las azotaban en la cama como si pudiesen traspasar esa barrera infinita que era su mente.

Al despertar encontré el desayuno en una silla al lado mío, Layla había dejado un pie  de queso seguro era de la comida de ella y lo trajo a escondidas, agradecí internamente por el pie y empecé a comerlo, al terminar fui a mi lugar favorito por un cuaderno y un lápiz rojo para empezar a dibujar y uno negro.

Dibuje una flor mientras más decentes fueran mis dibujos más pronto pensarían que deje de estar loca y más pronto me dejarían libre y eso sería una oportunidad para buscar.

Difumine un poco el color dejando una flor sobre el escritorio que pronto  me quitó el señor odio el arte para examinarlo como había hecho con todos y cada uno de mis dibujos.

Fui con Layla que pasaba por ahí, me estaba cansando se llamarlo señor odio el arte así que decidí preguntarle a Layla.

—Layla ¿Cómo se llama el señor que me quitó la pintura de la pared?—

—Hermosa si esperas a que todas las respuestas lleguen del cielo vas a quedar teniendo las mismas preguntas mejor ve y preguntaselo tú así hasta adquieres más aprendizaje—amaba a Layla siempre sabía que decir.

Me acerqué al señor odio el arte y me atreví a preguntar frente a él— Una amiga me ha dicho que es mejor adquirir aprendizaje que esperar a que caigan respuestas así que ¿Puedo preguntar?—el señor asintió— ¿cómo te llamas?—

—Soy Diego, el doctor Diego— dijo y entonces se retiró a tal vez ver otro paciente.

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