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Me acababa de acostar cuando como varios días me pasaba no podía conciliar el sueño pensando en los estudios había pasado ese día, espere mucho rato escuchando mis canciones favoritas, viendo alguno que otro vídeo pero no conseguía conciliar el sueño, al final lo conseguí contando los libros que estaban en frente de mí en el librero.

Al despertarme desee nunca haberme despertado pues lo que encontré fue a mi madre con lágrimas en los ojos y a dos señores a sus costados, yo aún tenía los ojos cerrados pero la escuchaba y escuchaba como los señores dialogaban entre ellos.

—Tenemos que llevarnola señora entienda por favor no es por que nosotros queramos que sea así eso nos dijeron y debemos llevarnola— dijo el señor con voz grave a mi madre.

—No se la pueden llevar es mi pequeña y se aprenderá a comportar— decía mi madre gritando y llorando.

—Michael ¿Y si le preguntamos al jefe si le pueden dar un mes más?—dijo el otro señor con voz más aguda que el otro.

—Tal vez pueda funcionar— dijo y escuché como marcaba el número de creo yo el jefe de ambos.

«un tono, dos tonos, tres tonos»

—¿Hola? —contesto una voz grave distorsionada y no logré escuchar bien lo que dijo después, solo escuchaba al tal Michael.

— Si está bien jefe, como usted diga—fue lo último que escuche cuando colgó.

Después salieron de la habitación y ya no pude escuchar más llevaron a mi mamá fuera de la misma y después de hablar como media hora en el piso de abajo, se fueron.

Me senté en la cama y empecé a leer agarré una almohada y me pase el rato leyendo hasta que subió mi madre a donde yo me encontraba con el desayuno en manos, la ayudé con un plato ya que se le iba a caer.

—Gracias—dijo mi madre cuando llegamos con toda la comida a la cama.
—Mamá, ¿A qué se debe esto? —señale la comida.

—Nada solo que quería consentir a mi pequeña un poquito—asentí y empezamos a comer ambas.

Al terminar ella se retiró y poco tiempo después llegó mi padre y ambos empezaron a platicar en el piso de abajo me asomé por las escaleras y escuché a mi madre hablando con mi padre .

—Te lo digo Dante esa niña tiene algo, vinieron por ella y no sé qué hacer, nos dieron poco tiempo para que ella sea normal y sé que no será normal por favor hazme caso esa niña es el mismísimo engendró de Satán y está loca—

—Tranquila mi amor, Irene  seguro estás cansada—

—Si cansada es poco ¿sabes?, Estoy harta ¿Qué no lo entiendes?—gritaba y escuché un cristal que se estapaba contra el suelo—Esa niña mocosa vino solo para arruinar nuestra vida, date cuenta Dante— mi madre en realidad no me quería era como toda la sociedad hipócrita a más no poder, nunca le había hecho nada malo, era una buena niña pero seguro vió la sangre de la jaula o puede que algunos cortes se hayan visto o incluso el día del incidente del cuarto y solo fingía delante de los demás ¿Para qué? ¿En que le beneficiaba a ella eso? En mantener su reputación pues como tenía a una hija loca era necesario mantener distancia con las personas.

—Irene tranquila me llevaré a la niña mañana a mi trabajo y tú descansarás tranquila pero no dejaremos que se la lleven es nuestra hija y yo haré todo lo que esté en mis manos para salvarla—

—Está bien pero recuerda que te lo advertí esa niña solo causa problemas—

—Pues es nuestro problema y no debes decirle así a la niña tiene tan solo 10 años— me refugie en mi cuarto como siempre que esa señora hablaba mal de mí, y seguí leyendo mi libro favorito.

Mi padre subió a mi habitación al día siguiente, era lunes, era puente y yo me encontraba en un hospital visitando a los que habían ingresado nuevos en ese lugar, un manicomio, mi padre era siquiatra y de ves en cuando visitaba a los enfermos que habían sido sus pacientes y a otros que aún lo eran.

—¿Cómo estás luci?—nos acercamos a una niña pequeña de pelo largo, negro y  liso que estaba volteada jugando con algo.

—Elle dice que estamos bien— dijo la pequeña.

—¿Y tú estás de acuerdo con Elle?—mi papá se acercó más a ella y le tocó el hombro poniéndose en cuclillas frente a ella.

—Si, además si Elle…—

—Si Elle lo dice es verdad ¿no?—la pequeña asintió dándole la razón.

—Esta bien y ¿Qué te ha estado contando Elle?— me acomode cerca de donde mi padre estaba para ver la cara de la niña.

Pobrecita se veía muy cansada sus ojos estaban desgastados al igual que la muñeca de trapo que sostenía, la muñeca daba impresión de no haber sido lavada en un buen tiempo tenía mucha suciedad y manchas que notaban su desgastamiento constante.

—No, no, no sé—la chica se ponía nervioso y movía la cabeza algo extraño como si debiera ocultar algo, como todos aquí por qué los demás no aceptaban un simple cambio, que creen que cualquier cambio denota una enfermedad ya que ese cambio no era usual o común.

—Necesito que no lo digas luci por favor nena— decía mi padre se veía que se compadecía  por esa  pequeña él notaba su sufrimiento.

—Luci es hora de tus pastillas —dijo una enfermera.

—Lo siento Dante tal vez a la próxima hablé un poco más—dijo la enfermera.

—Gracias Layla te lo agradezco de verdad ¿puedes esperar solo cinco minutos más? Debo decirte algo—  la enfermera asintió y ambos se levantaron yo me quedé con la niña.

—¿Cuántos años tienes?— me atreví a iniciar la conversación

— Dieciséis — dijo y me sorprendió se veía más pequeña pero después vi el largo de sus flácidos brazos y me di cuenta que si parecía algo mayor y eso podría explicar también el desgaste tan grande en sus ojos.

—Yo tengo diez años, me gusta tu muñeca— dije y ella la agarró y se aferró más a ella.

—Se llama Elle y le caes bien, de hecho dice que ya te ha visto, ¿De dónde conoces a Elle Teresa? — la chica se me quedó viendo.

—Yo no la conozco…—

—Claro que la conoces o ¿insinuas que Elle miente? ¿Ah? ¿Acaso la llamas mentirosa ? Ella no es una mentirosa y si ella te ha visto es por qué te ha visto, pero tú eres como todos no eres creyente de algo que no vez, es increíble cómo con tantos Dioses que existen para ustedes creen en ellos a pesar de que no los han visto y en esto no puedes creer— lucí escupía cada palabra que decía con odio  en la cara de Teresa, tanto fue el miedo de ella que retrocedió y Lucí empezó a reír desenfrenadamente.

Vinieron Layla y Dante corriendo cada quien agarrando a la niña que le correspondíay llevándola lejos una de la otra.

Esa fue la primera vez que vi a Lucí…



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