CAP. 22. LA NOBLEZA DE LA FAMILIA

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*+*Camus*+*

—Descuida, Camy, mon amour. Llegaremos a la fiesta en un dos por tres.

—Sólo conduce con cuidado.

Después de un día entero de compras, Milo y yo nos dirigimos a la fiesta de celebración. Pero se preguntarán, ¿Por qué vamos a toda velocidad en su auto deportivo? Para empezar, la culpa la tiene Milo por despistado y caprichudo, como siempre. A primera hora de la mañana me dijo que no tenía un smoking adecuado y que fuéramos a comprarlo. Eso me pareció bien, pero no contaba con que mi "querido" novio deseaba comprarse una pluma y un reloj carísimo para impresionar a los demás dándoles su firma. En ese momento quise matarlo y enterrarlo por no detenerse en escoger uno ideal para la ocasión. Sé cómo es Milo, pero hay cosas que no puedo tolerar...

Llegamos a la fiesta, yo con un frac con chaleco negro y Milo impecable de corbata de moño. Enseguida Marco nos abre la puerta y recoge las llaves del auto para retirarse después. Entramos por la puerta custodiada por las clásicas columnas y los camareros nos reciben con dos copas de Champagne en la bandeja. Los demás ya deben estar adentro. No me gusta llegar tarde, pero ya que estamos aquí, trataré de disimular mi impuntualidad.

— ¡Milo! ¡Qué bueno que llegas! 

Aioria extiende ambos brazos y camina hacia nosotros. Milo se adelanta y lo abraza como si no se hubieran visto hace años. Atrás de él está Aioros con sus padres riendo. Más allá, se encuentran reunidos los padres de los gemelos y mis suegros, estos hablan más alto de lo normal y se ríen de algo gracioso, supongo. Los Yannakos sonríen mucho, son un poco más serios que los Antares, pero eso no les quita que tengan sentido del humor. Vuelvo la vista a Milo y ahora saluda a la familia de Aioria:

—Señor, me da mucho gusto verlo. —dice mientras abraza al papá Kamaranlís. El hombre sonríe mucho:

—También para mí es un gusto ver a todos reunidos y que mi hijo es uno de los vencedores en esta contienda. Por suerte, el Rector Wang me permitió venir a dar un discurso de bienvenida y tener la oportunidad de ver a mis hijos.

El señor y la señora Kamaranlís me abrazan con cordialidad y, hasta cierto punto, cariño. Son muy cálidos, eso explica el carácter de los hermanos castaños. Mientras eso pasa, los papás de Aioros saludan a lo lejos a los papás Yannakos. Cierto, se conocen. No me acordaba que aquí en Grecia el mundo es muy pequeño. Las dos familias se acercan y se abrazan entre sí. De pronto, siento un abrazo muy fuerte y veo que el papá de Milo me está rodeando con sus brazos, al igual que la mamá Antares.

— ¡Camus, me alegra de verte, hijo! —me saluda el papá de Milo. La señora Antares me besa en ambas mejillas:

—Mi hermoso francés, espero que estés disfrutando la velada.

—Claro que sí, señora.

—No soy señora, Camus, dime mamá. —me dice la mamá de Milo. En cuanto a su hijo, lo abrazan fuertemente y lo pellizcan en las mejillas, tal y como hicieron lo mismo.

Se escucha el jaleo. Los Antares ya van a ver a los Yannakos y saludan a los Kamaranlís con efusividad. Mu se me acerca discretamente:

—No entiendo mucho el comportamiento del jefe de gobierno griego con el papá de Milo y Saga. —me susurra Mu confundido. Tanto Shura como yo sonreímos y le respondo:

—Los Kamaranlís, los Yannakos y los Antares siempre fueron familias amigas, por eso Aioria, Kanon, Aioros, Saga y Milo se llevan bien. —le digo a Mu discretamente.

—Ahora lo comprendo. —responde Mu y repentinamente me tocan el hombro para decirme:

— ¡Camus, hijo! ¡Qué alegría verte! —reconozco esa voz, pero necesito comprobarlo. Volteo y son...

La universidad en AtenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora