2. 67 horas

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 6:00 am 

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 6:00 am 

Me levanté recién hace una hora con la llamada a la oración del alba, la primera oración del día.  Los pequeños rayos rojos del sol se cuelan a través de la minúscula abertura de aire que tengo en este cuarto, y mis ojos se encandilan hasta el punto de arder; ya que por azares del destino mi humilde cama de piedra, que tiene algunas telas rotas para cubrirme del frío desértico, está ubicada directamente en posición para que el sol me despierte cada mañana de manera dolorosa. Todavía me pregunto quién más pudo haber sido el morador de esta habitación y cuántos infortunios tuvo que tener para permanecer aquí, quizás por días... meses... incluso años. Pero ahora yo soy su habitante. Me puse el velo y procedí a esperar mi primer alimento del día.

6:30am

Justo me acaban de traer el desayuno, son unas cuantas frutas acompañadas con dátiles, una diminuta porción de pan pita con hummus para untar y un vaso de limonada de azahar... no es ni siquiera comparable con los magníficos platos que acostumbraba a deleitar en la casa de mi esposo (que ya no debería referirme a él como tal): grandes faisanes rellenos de especias y cantidades exorbitantes de falafel, una croqueta de garbanzos y especias que tiene un sabor que hace una explosión sensorial en toda persona que lo come, desde el más pobre hasta el rey más poderoso que se encuentre sobre la Tierra. Extraño eso.

Ya después de toda la rutina matutina, comencemos con mi relato en sí.¿Quién soy? ¿Cuál es mi nombre ¿Por qué estoy aquí? ¿De qué me acusan? y finalmente... ¿Qué me va a pasar?

Primero que todo, mi nombre es Umm Ahmed Doha Bin Jasim Bin Hassan Assad (un poco largo la verdad), pero me pueden llamar Doha. Tengo 15 años. Nací y viví hasta los 12 años en la ciudad de Tayma, Arabia Saudí; una pequeña población en la provincia de Tabuk, la cual tiene un hermoso oasis del que disfrutaba observar todos los días. Aquí vivía con mi padre Jasim, mi madre Amira y mi abuelo Hassan; en una gran casa de mármol y azulejos finamente decorados, a las afueras de la ciudad. Mis padres son mercaderes consagrados y sostenían (y todavía sostienen) el negocio de ropa que mi bisabuelo creó  hace varias décadas, ahora el más importante de la provincia y se extiende como una plaga a través de la región.  Teníamos bastante sustento económico, por lo cual vivíamos en buenas condiciones y continuamente ayudábamos a los habitantes de la ciudad. Como cualquier niña musulmana, me divertía con mis amigas en el barrio, íbamos a la mezquita todos juntos y me divertía montando en mi caballo a través de nuestra propiedad; ¡¡¡incluso llegué a ganar el primer puesto en una carrera que realizaron en toda la provincia!!! Todo iba maravilloso, hacía poco tiempo había empezado a ponerme velo y me sentía maravillosa con mi nueva prenda, mis amigas menores les encantaba la gran variedad de velos que mis padres me regalaban y añoraban poder usarlos pronto, pero llegó aquel día en que la desgracia comenzó...

 Como cualquier niña musulmana, me divertía con mis amigas en el barrio, íbamos a la mezquita todos juntos y me divertía montando en mi caballo a través de nuestra propiedad; ¡¡¡incluso llegué a ganar el primer puesto en una carrera que realizaron...

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Presa tras un veloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora