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3:00pm

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3:00pm

Siempre supe que se avecinaba. También mantuve la esperanza de que la planta hubiera seguido teniendo efecto después de tantos días... pero no. La verdad era tan potente como una tormenta de arena, pero sólo me dedicaba a quitar la mirada de ella. Cada vez veía mi vientre más grande, pero decía para mis adentros que había engordado. Vomitaba mucho, pero decía que las especias me estaban cayendo mal. Entraba a la cocina y me comía todos los kibbes y plantas que encontraba, pero decía que eran simple antojo de mi edad. Era vivir en una constante mentira, creada por mí misma para contentarme y evadir los males de mi vida. Durante mucho tiempo estuve así, caminando con parsimonia a través del caserón, de la cocina a los jardines, de los jardines a los cuartos. Mi vida no tenía metas, sólo andares... perpetuos andares indiferentes que se prolongaban por días y días. También, como mencionaba, me perdía en el desierto por largas semanas. Me llevaba a Shams con suficientes provisiones, y armábamos tiendas de campaña en pequeños oasis, donde me dedicaba a recitar el Corán a mi caballo. Siempre regresaba destrozada por el sol, con inmensas llagas en los pliegues de la abaya; era malo para mí, las doncellas me lo reiteraban mucho... Pero en mi desesperación todo se podía....

Una semana antes de cumplir seis meses de embarazo, me encontraba alimentando a Mawiya

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Una semana antes de cumplir seis meses de embarazo, me encontraba alimentando a Mawiya. En su último ataque, ella estaba cerca a los escalones y rodó por ellos. Los médicos dijeron que se encontraba milagrosamente viva, pero que estaría postrada y no podría hablar durante un período de tiempo. Por ello, cada vez que podía me quedaba a cuidarla. La alimentaba, la bañaba, le contaba historias, le cantaba, en fin.... la ayudaba en todo. A la pobre mujer lo único que le quedaba era su sonrisa, que siempre mantenía cuando la visitaba. Sin embargo, un día, estaba de espaldas mientras le servía té en un pocillo, entonces comenzó a hablar:

- Se va a llamar Ahmed, me lo han dicho. Ahmed será su nombre, he dicho.

Yo giré con impresión y me incliné cuidadosamente hacia ella:

- ¡¡¡Mawiya!!! Hablaste querida, ¡¡hablaste!!. Sigue, continúa.... - estaba a punto de llorar, le tenía tanto aprecio como a mi propia madre- Estoy muy feliz de oírte así.

Presa tras un veloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora