16. 9 horas

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4:00pm

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4:00pm

El luto reinaba. No había escapatoria, no había nada... absolutamente nada que hacer. Entendía que iban a ejecutarnos. Nuestra mentira perfecta implosionaba y causaba aún más destrucción de lo que nuestras mentes dimensionaban. No había explicación alguna para que ese bebé fuera de Shaheen. Pero ante nuestros propios ojos, encontrábamos la verdad cada vez más evidente. Su piel blanca como el mármol, sus ojos verdes aguamarina, una mancha debajo del brazo en forma de diamante certificaba aún más el asombro. Como de costumbre, Jalil estaba fuera de Riad por negocios, y perfectamente podríamos haber escapado con Mawiya y desaparecido de la vida de aquel hombre. Pero no. Sabíamos que nuestras familias correrían peligro si nos íbamos. Por pura sospecha, mi esposo podría ejecutarlos con todo el poder que contenía. Haríamos muchísimo más daño, y si nos llegaran a encontrar, nos asesinarían en público y seríamos aborrecidos por toda la eternidad. Por todo lo que dije, determinamos entre los tres; Mawiya, Shaheen y yo, vivir nuestro propio funeral en vida, vivir nuestros propios estados de luto.

Dejamos las joyas a un lado, las abayas negras y blancas fueron nuestro refugio. Niqabs oscuros y nada de maquillaje. Por su lado, Shaheen dejó la túnica decoradas y los peinados complejos, y sólo vestía túnicas blanca y turbantes sencillos. Permanecíamos los tres abrazados por largos períodos, sólo entregando nuestro consuelo. La muerte se avecinaba, vivía en nuestras espaldas como un yugo infinito que parecía nunca terminar. Vivíamos nuestra muerte en vida, en silencio sepulcral; aceptar nuestras fallas era lo único restante. La muerte sana, muchas veces lo hace, pero hay casos en que la muerte se pudo evitar: sin embargo, el tiempo pasado no es corregible. Era la más extraña de las sensaciones en ese momento; perder tu propio corazón en vida. Perderíamos la conciencia en absoluto, porque había que crear una tumba con ella... La excavamos, la tallamos, la pulimos y la decoramos hasta que quedara espléndida. Con las sobras de aquella conciencia creamos una bella urna. Esa urna absorbió la poca dignidad que quedaba, recogimos el recipiente y nos lo echamos al hombro junto a la tumba decorado. Y con el polvillo restante que quedó en el suelo, nos pintamos la cara para que al menos pareciéramos seres pensantes, aunque ya para nada lo eramos. Con todas esa carga, fuimos hacia el umbral, y nos quedamos expectantes al empujón final hacia una nueva vida...

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Presa tras un veloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora