EL DIA Y LA NOCHE

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La reunión de la plaza estaba en pleno apogeo. El cambiador del día y de la noche quería cesar en sus funciones. Argumentaba en un escrito que tenía muchos años haciendo su trabajo por el mismo sueldo y que lo peor es que su trabajo no era apreciado. El cambiador puso de plazo, las seis de la tarde, hora en que empezaba normalmente a subir la lona oscura y estrellada de la noche y a bajar la clara del día. Después de eso se iría a unas merecidas vacaciones. Porque como cambiador oficial su trabajo era de 365 días al año. 366 en años bisiestos.

- Señores - Concluía el Alcalde - Teniendo en cuenta que la mayoría del pueblo no quiere erogar recursos para ni siquiera hacer una oferta al cambiador, propongo sometamos a votación si se debe dejar la lona del día o cambiarse permanentemente por la de la noche. 

Sometida la votación, gano fácil la opción del día, por lo que el cambiador pudo incluso liberarse antes de tiempo de sus obligaciones. Tenía dos destinos vacacionales y escogió el más propicio para un día perenne: unas vacaciones en la playa.

Así el pueblo empezó a disfrutar de 24 horas de sol sin necesidad de encender luces o de resguardarse en las noches de bandidos. A los dos días ni siquiera era necesario prender las estufas para calentar lo que antes era la noche. 

No habían transcurrido ni una semana, cuando las cosechas empezaron a marchitarse y los ríos a secarse. La temperatura alcanzaba  límites casi intolerables. Todo el mundo desesperado esperaba la vuelta del cambiador para que quitar el día y pusiera la noche. 

Pero no tuvieron que aguardar mucho. En la entrada del pueblo se vio llegar al cambiador, quien lleno de llagas en la cara y con una insolación de padre nuestro, tomó la lona de la noche y sin mediar palabras subió las largas escaleras y soltó la lona del día para colocar la de la noche. 

Lentamente, en el transcurrir de las noches perennes, las cosas se fueron normalizando, el agua cayó en forma de torrenciales aguaceros y los ríos y mares retomaron su nivel. Se restableció la salud de animales y parecía que las cosas volvían a la normalidad. Al cumplirse la semana una nueva reunión en la plaza se daba lugar con una nueva propuesta del Alcalde:

- Dado su acción heroica en servicio del bienestar del pueblo, se concede la orden de los tres claveles al cambiador y se le entrega un reconocimiento en metálico de 300 morocotas de oro por su labor en el rescate del pueblo. Igual se anuncia que se ha decidido, en consulta previa, dejar la noche instalada y evitar así los inconvenientes de un día perenne.

El cambiador tomó su plan B de vacaciones que era irse a ver auroras boreales. La vida del pueblo se retomó en plena oscuridad. 

No tardaron muchos días en aparecer nuevos problemas. Las cosechas y el agua se congelaban; El frió amenazaba con volver estatuas de hielo a las personas y animales; El pueblo se había incomunicado por el hielo y nieve acumulado. Otros tantos nuevos problemas surgían.  

La desesperación se apoderó nuevamente de la gente del pueblo. Se organizó una expedición para ir a buscarlo. Lo encontraron a mitad de camino, casi congelado. Le dieron de tomar sopa caliente y ron para recalentarlo y fue ayudado a subir para poner el día en el cielo.

A los tres días, en reunión de la plaza, el Alcalde cedió la palabra al anciano del pueblo quien tenia la sabiduría y paciencia necesaria para sólo hablar cuando era oportuno. El anciano habló con atención total del pueblo.

- Es increíble como de cuando en cuando, la estupidez se adueña del pueblo. No nos bastó en el pasado con tomar decisiones en las que eliminábamos las cosas que no hacían falta en el pueblo: Siendo niño se votó por suspender el trabajo del administrador del bien y del mal y aprendimos con dolor que lo bueno y lo malo son caras de una misma moneda. Luego decidimos entre ser creyentes y ateos con fatales resultados también. Y muchas otras decisiones de este tipo han estado acompañados de los peores resultados y las más duras lecciones. Pero hemos rebasado el límite de la estupidez con este asunto del día y la noche. Para que algo exista y su existencia tenga sentido, hace falta que exista su contra parte. No hay día sin noche, no hay bien sin mal, no hay Dios sin Ciencia, ni filosofía sin religión. Aplaudo la decisión del pueblo de restablecer al cambiador del pueblo, mejorar su salario y asignarle asistente para que se pueda ir a a la playa o a ver las auroras boreales cuando le toque su merecido descanso.

El pueblo, después de una celebración que duró una semana volvió a la normalidad, pero sus habitantes habían sido transformados por la cruda experiencia y las sabias palabras del anciano. Así entendieron que incluso, cuando veían diferencias entre ellos o con forasteros, no veían una amenaza si no, por el contrario, la razón y garantía de su propia existencia.

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