Capítulo 5: Reúne a los seis

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La primer semana fue bastante pesada para todos. Hogwarts resultó ser un revoltijo. Descubrieron que aquél enorme castillo era un laberinto. Había 142 escaleras en todo el colegio, algunas amplias y despejadas, otras estrechas y destartaladas. Algunas llevaban a un lugar distinto los viernes. Después, había puertas que no se abrían, a menos que uno les hablara amablemente o les provocara cosquillas en un lugar específico, y otras que, en realidad, eran paredes que fingían ser puertas.
       El viernes, mientras los alumnos de Gryffindor y Slytherin compartían clase de pociones, Frankie y Arthur deambulaban por los pasillos cercanos a la torre norte del castillo, buscando el camino correcto para llegar a sus clases de Transformaciones, impartida por la profesora McGonagall.
       –Maldición... –Exclamó Frankie cuando la puerta que intentaba abrir movía su picaporte de un lado a otro, mientras ella y Arthur intentaban atraparla. Y cuando lo lograron, tras la puerta no había más que la rígida pared de piedra.
       –¡Maldición! –Dijo de nuevo Frankie, lanzando al suelo su morral con libros. Arthur se había cubierto el rostro con sus manos, frustrado. 
       –No puede ser... –Dijo entre sus palmas. –Es como si la escuela no quisiera que llegáramos a nuestro salón. –Arthur se descubrió y miró a su hermana, quien se había sentado en el suelo, recargada en la pared y con brazos cruzados. Él se sentó junto a ella.
       –¿Qué hora es? –Preguntó Frankie.
       –No lo sé, no tengo reloj. –Recargó la cabeza en la piedra y suspiró. –Pero de seguro ya es muy tarde. Aunque –Volteó hacia Frankie –hay que admitir que lo hicimos bastante bien esta semana, a penas y llegábamos, pero sólo poco tiempo después. –Frankie sólo asintió. –Además, después de esta clase tendremos el día libre, podemos empezar desde ahora. –Se puso de pie, se colocó su morral al hombro, levantó el de su hermana y le extendió la mano. –Vamos a explorar, ¿vale?
       Frankie sonrió y tomó la mano de su hermano para levantarse. Después, ambos se pusieron a andar.
       –Igual quería ir a transformaciones. Es la que más me entusiasmaba.  –Dijo Frankie mientras ambos caminaban por el pasillo. 
       –Lo sé. –Respondió de inmediato Arthur. –Pero yo no... McGonagall me da miedo...
       –Te dará más miedo cuando nos regañe y quite puntos la siguiente clase, por faltar.

°°°

Mientras tanto, en clase de pociones, ubicada en las mazmorras, cerca del calabozo, el profesor Snape había puesto a los estudiantes en parejas a realizar un trabajo con los calderos. El profesor vestía una larga túnica negra, tenía una nariz larga y cabello largo, negro y le proporcionaba un aire sombrío.
       Stephanie y Violet eran pareja en la clase, realizando un trabajo que a duras penas generaba un leve sonido gutural de Snape, como diciendo "No es lo que digo, pero no lo hacen del todo mal". Sin embargo, nadie en el aula complacía más al profesor que Malfoy, un alumno de Slytherin, de cabello rubio y ojos grises. Él solamente era quien provocaba gestos afirmativos por parte de Snape.
       Mientras Stephanie y Violet discutían sobre qué forma de aplastar el colmillo de serpiente era la correcta, un cucharón de metal tocó el talón de Stephanie. Ambas chicas voltearon y vieron a Eliot, que estaba agachado recogiéndolo.
       –Perdonen. –Dijo él. Se puso de pie y las observó a ambas. –Soy un poco torpe. –Les lanzó una sonrisa. Y en ese preciso momento, cuando el profesor Snape estaba comenzando a comentarle a la clase la perfecta elaboración de Malfoy, multitud de nubes de un humo ácido color verde y un silbido estridente llenaron la mazmorra. Neville, un alumno de Gryffindor, se las había ingeniado para convertir el caldero en un engrudo hirviente que se derramaba sobre el suelo, quemando y haciendo agujeros en los zapatos de todos. Todos se subieron en taburetes. Eliot no alcanzó a subir al suyo y se montó en el más cercano, mientras Stephanie y Violet se protegían sobre sus bancos. El chico, Neville, se había empapado con la poción, gemía de dolor, por sus piernas y brazos empezaban a aparecer pústulas. Stephanie empezó a reír, mientras Violet observaba aterrada la escena. Eliot volteó hacia Stephanie y empezó a reír un poco, contagiado por la risa de su compañera.
       –Qué mala. –Le dijo Violet a Stephanie, intentando contener su propia risa. Stephanie agitaba las manos en el aire, intentando agarrar aire. Eliot cabeceó con la cabeza mientras sonreía.
       –Lo siento. –Respondió Stephanie entre risas. –Es que es gracioso.
       –La verdad sí. –Dijo Eliot hacia ellas. Mientras tanto, Snape ya le había gritado a Neville y desaparecido la poción con un movimiento de su varita. Stephanie y Violet vieron a Eliot. 
       – ¿Ves? –Empezó a decir Stephanie a Violet. –Hasta él admite que es gracioso, y es Gryffindor. El único de ellos que lo admite. –Los tres bajaron de su taburete. Violet sólo asintió con una sonrisa. –Me agradas, niño. –Estiró su mano, y Eliot la saludó.  –Mi nombre es Stephanie Ginick. Y la tipa que no se ríe se llama Violet... ¿Qué?
       –Rowney. –Completó Violet, estrechando la mano de Eliot.
       –Mucho gusto, chicas. Yo soy Eliot Dellie.

The Whisperers: El Torneo ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora