Capítulo 12: Un día sin Marry

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Marry, Violet y Frankie se las arreglaron para llevar al unicornio al área de entrenamiento, el claro circular bordeado por árboles. Una vez estando ahí, las chicas cubrieron la entrada con ramas caídas, tal como lo hacía Cedric antes de entrenar. Después, las tres chicas usaron los vendajes que cargaban en sus mochilas para cubrir la herida de la pobre criatura. 
       –Es irónico. –Comentó Marry. –Las vendas están hechas de cabello de unicornio, y las usamos para curar a uno.
       –Irónico. –Añadió Frankie.
       Cuando terminaron, estuvieron en silencio, acariciando al unicornio hasta que éste se quedó dormido. Cuando tuvieron hambre, sacaron los almuerzos que habían empacado para la segunda prueba. La noche presagiaba durar mucho, y ninguna de las tres chicas tenía sueño, no después de haber vivido semejante experiencia. 
       –¿Qué creen que era esa cosa? –Preguntó Violet.
       Marry y Frankie negaron con la cabeza, intentando no pensar mucho en aquello. Aunque, para Marry, le resultaba imposible no pensar en lo sucedido. Acababan de ser atacados por una criatura devora unicornios, y habían sobrevivido de milagro, todos. Pero, mientras más pensaba en eso, más le aterraba la idea de que esa cosa siguiera afuera, rondando el bosque. Para intentar espabilarse, Marry alzó la voz:
       –¿Deberíamos nombrar al unicornio?
       Violet y Frankie pensaron un momento, para después esbozar una sonrisa y aceptar la propuesta. Pasaron toda la noche en vela, pensando qué nombre ponerle a la bella criatura. En cuanto salió el sol, las tres se pusieron de pie y corrieron hacia la salida, pero Marry se detuvo de golpe. 
       –¡Esperen! –Las otras dos chicas se detuvieron. –Alguien debería quedarse con Apolo. –Hubo silencio en respuesta. Marry agitó las manos hacia el frente. –Vayan ustedes, yo me quedo.
       –¿Segura, Marry? –Preguntó Violet. 
       –Podemos quedarnos las tres hasta que vengan los demás. –Añadió Frankie. 
       –No, no, vayan ustedes. Se meterán en problemas. ¡Ya!
       Frankie y Violet asintieron y se fueron corriendo hacia el castillo. 

Mientras tanto, en Hogwarts, Arthur, Stephanie, Eliot y Thomas se encontraron en la entrada más cercana al bosque. Tenían notables ojeras que mostraban sus desvelos de la última semana. Los cuatro estudiantes miraban al interior del bosque, esperando ver a las chicas salir. 
       –Escuchen. –Dijo Thomas. –La tercera prueba se pospondrá un tiempo, no sabemos cuánto. –Los demás apenas pudieron entender lo que dijo. –Con casi todo el equipo de Ravenclaw en la enfermería, Dumbledore y los demás profesores empezarán a sospechar que el torneo prohibido se está efectuando. Así que, por ahora, no habrá otra actualización hasta después de navidad.
       Los chicos se quedaron con la boca abierta, ¿Hasta después de navidad? La idea de esperar hasta inicios del siguiente año no los tenía muy contentos. Sobretodo, pensaron en Violet. 
       –De acuerdo. Se entiende. No hay problema. –Dijo Eliot después de un gran suspiro. –Gracias por preocuparte por nuestras amigas y venir con nosotros. 
       –No lo hago por ustedes. –Respondió Thomas, serio. –Si algo llegase a pasar, a ustedes o a los demás, el colegio se enteraría y me expulsarían. Lo hago por mí.
       Eliot guardó silencio y regresó la vista al bosque, los demás no miraron a Thomas. En ese momento, vieron a Violet y Frankie corriendo fuera de los árboles. Eliot, Arthur y Stephanie corrieron hacia sus amigas. 
       –¿Dónde está Marry? –Preguntó Eliot al llegar con ellas. 
       –¿Ustedes están bien? –Preguntó Stephanie.
       Las chicas respondieron a las preguntas. 
       –Entonces, ¿Marry faltará a clases? –Preguntó Arthur. La respuesta era un sí probable. 
       –Tenemos clase en poco tiempo, compartiremos clase con Ravenclaw. –Frankie exclamó, recordándolo. 
       –¿Qué diremos? –Preguntó Arthur enseguida. 

Frankie y Arthur intentaron no dormirse durante la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, impartida por el profesor Quirrell. A mitad de clase, Arthur tuvo que darle un pequeño codazo a su hermana para despertarla. 
       –Ni-ni-niños Shine. –La voz de Quirrell hizo que Frankie levantara la vista con los ojos muy abiertos. Arthur golpeó su rodilla contra la mesa, tumbando varios tinteros de sus compañeros. –¿D-dónde est-tá s-su amiga Ma-marry?
       Los gemelos cruzaron miradas. 
       –Creo que está enferma, señor. –Dijo Arthur. Quirrell los observó en silencio unos segundos, después asintió. 
       –A-asegúrense d-de que se-sepa qué dejé d-de t-tarea, ¿de ac-cuerdo? –Les dedico una sonrisa nerviosa. La clase continuó como lo habitual.
       Cuando Frankie y Arthur salieron, fueron al Gran Comedor a reunirse con los demás. Se dieron cuenta que Marry aún no regresaba. Se sentaron y se dispusieron a comer.
       –Espero que no se corra la voz de que está enferma, si no, Madame Pomfrey lo desmentirá. –Dijo Frankie. –No creo que Quirrell haga mucho alboroto al respecto, pero... –La voz de Minerva McGonagall la interrumpió, sonando con eco en el Gran Comedor, los llamaba.
       Los chicos palidecieron cuando la vieron a ella y al profesor Flitwick, el jefe de la casa Ravenclaw, de pie en la entrada. No quisieron hacerlos esperar y caminaron de inmediato hacia ellos. McGonagall le sacaba más de medio cuerpo a Flitwick. Cuando estuvieron frente a ellos, McGonagall fue directo al grano:
       –Muchachos, ¿alguno de ustedes sabe dónde está su compañera Marry Dent?
       Todos se quedaron callados.
       –El profesor Quirrell me comentó que estaba enferma, pero en enfermería no está, y tampoco en la sala común de Ravenclaw. –Añadió Flitwick.
       Los chicos siguieron en silencio, sin saber qué decir. La expresión de la profesora McGonagall pasó de seria a molesta. 
       –Entonces, ¿nada? Su amiga está desaparecida, ¿Y no se preocupan por dónde pueda estar? Es su momento de decir la verdad, muchachos. Si no, me veré obligada a que el profesor Dumbledore intervenga. –Dijo la directora adjunta.
       Entre el sueño, nervios y terror, ninguno de los cinco pudo decir una palabra. Ni siquiera se miraron el uno al otro, para así, al menos, intentar no verse tan obvios. Pero el silencio desesperó a Minerva. 
       –Bien, entonces que el profesor Dumbledore se encargue de esto. 

The Whisperers: El Torneo ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora