Verdades Ocultas

17

Llevaban ya una semana en esperar una respuesta del misterioso remitente y a una seguían sin respuestas.

Un par de veces Alan junto a David pasaban lo más discreto posible en la calle que daba a la casa de su ahora amiga.

—Y si no hay nada más que hacer —cuestionó Alan.

Iban caminando nuevamente hacia la casa de Jimena,

—Y ahora te das por vencido —. Dijo David entre burlón y molesto.

—No, para nada. Pero no tenemos respuesta aún.

—Recuerdo que eso no se da de la noche a la mañana.

—Lo sé, pero no ha pasado un día sino más de una semana.

—Una semana —corroboró el joven.

—Más de una semana.

—Eso depende del punto de vista —dijo al fin David.

Alan tenía inclinada la cabeza, pero seguía viendo hacia delante; sin embargo, su compañero tenía su vista fija en el pavimento. Los dos jóvenes tenían puesto uno sudaderos con capucha, por el frio que había, pero más que todo para que no lograran verles el rostro.

De repente vio como una mujer cruzaba la calle hacia la casa de Jimena, y a simple vista no tenía más de treinta años. Por lo que a Alan le pareció extraño ver que la mujer apareciera de la nada y a la vez viera a todos lados antes de tocar el timbre y dejar introducido en el buzón que dedujo era un sobre.

A pesar de ello Alan y David pasaron de largo y siguieron su rumbo hasta llegar a la esquina de la cuadra, en la cual cruzaron se detuvieron para esperar i algo más sucedía.

—¿Y bien? —quiso saber David.

—No lo sé, pero se me hace raro; no vi de donde salió esa mujer.

—Quizá de la casa de enfrente.

—Imposible. Acaso estaba demasiado cerca.

David se encogió de hombros. Para él no había más explicación que esa, y si era lo que tanto anhelaba no dudaba en hacer guardia para poder observar lo que sucedía.

Alan al asomarse vio como la mujer se adentraba, exactamente como dijo David a la casa que se encontraba frente al de Jimena.

—Sí, tienes razón —comentó el joven.

Se quitó rápidamente su sudadero dejando al descubierto una chaqueta negra que tenía debajo.