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El sonido de la música hacia despejar la mente de Sebastián. El joven intentaba no quedarse dormido, llevaba más de siete horas en el auto, exactamente como lo había dejado David y el extraño Alan. A pesar de parecerle raro, lo único que le animó a aceptar era ver que tan cierto era lo que los dos jóvenes decían.

En todo el tiempo que había estado sentado, nadie se había acercado a la casa. Sin embargo, observó que Jimena salía de su casa y dejaba en la orilla de la acera una pequeña hoja de color doblada y de inmediato entró a su casa.

Sebastián no dudo en llamar a David para informarle de lo sucedido, puesto que él no podía salir de su lugar.

¿Sí? ¿Ha pasado algo? —cuestionó David con tan solo descolgar.

—Algo parecido. Nadie se ha acercado a la casa —dijo rápidamente—. Pero hace un momento salió Jimena a dejar una hoja en el suelo.

No has salido ¿verdad? —bramó David.

—No. Me dejaron claro en que lo único que me haría salir de aquí es que estuviesen matándola.

—Bien. Entonces no dejes de mantener los ojos abiertos.

El joven asintió y recordó al instante que su amigo no podía verlo.

—Lo haré. Llamaré cuando vea algo sospechoso.

Y al colgar fijo su vista en una esquina, se acercaba con rapidez un hombre de avanzada edad y cuando estuvo en la casa vecina se detuvo de golpe. El joven vio como el hombre sacaba el celular y tecleaba e hizo lo mismo unos segundos después. Esperó unos segundos y siguió su marcha en dirección a la puerta de la joven que Sebastián a penas conocía.

El hombre desconocido tomó de su bolsillo un sobre y lo depositó en el buzón; Sebastián sin duda llamó a Jimena; pero la línea se encontraba ocupada, así que decidió llamar a David que también tenía el celular ocupado.

Desde el retrovisor pudo ver que el hombre se estaba alejando rápidamente y sabía que debía actuar igual de rápido. Llamó nuevamente a Jimena mientras seguía con la mirada al hombre. Cuando estaba a punto de colgar, la joven contestó.

¿Sí?

—Emm... Han dejado algo en tu buzón y la persona que lo ha hecho se ha alejado ¿Quería saber si lo debía seguir?

Claro, claro. Hazlo. Debes seguirlo. Sin duda puedo cuidarme sola y no me alejaré de la ventana.

—No debes hacerlo. Y por favor no contestes el celular.

Dicho esto, Sebastián colgó la llamada y acto seguido salió del auto para perseguir al sospechoso.

Lo seguía dando grandes zancadas, así que lo alcanzó fácilmente; el joven intentaba seguirlo discretamente, pero no era necesario. El hombre se encontraba sumergido en sus pensamientos.

Subieron a una pasarela y aunque Sebastián se sentía un poco incómodo haciéndolo, continuó siguiéndolo.

El cielo estaba oscureciendo rápidamente y el viento comenzaba hacerse presente, el joven observó que otro hombre se acercaba del otro extremo; apretaba la mano del sospechoso, se acercó tomándolo del hombro para decirle unas palabras que Sebastián no pudo descifrar; y después de unos breves segundos lo empujó hacia el vacío.

Sebastián escuchó el sonido de claxon un par de veces, pero perdió el sentido del tiempo al sentir como lo atacaba de improviso, lo atacó de frente apretándolo contra el barandal. Sintió por unos segundos que también él caería, no obstante, el hombre lo único que hacía era apretarlo hacia el barandal; dejándolo sin capacidad para moverse. El hombre se acercó demasiado a Sebastián con un rostro que irradiaba ira.

—Es mejor que te alejes niño. Eso es si no quieres salir herido. O igual que se hombre.

Sebastián asintió con la cabeza, puesto que no podía hablar; el hombre le estaba quitando el aire al tenerlo sujeto.

—No te metas en cosas que no te incumben ¿Comprendes? Una palabra que salga de tu boca hará que ya no vivas mañana.

Dicho es, se alejó por el otro extremo; dejando solo a Sebastián. El joven comenzó a toser y respirar de forma adolorida, sentía miedo y la vez rabia. Se lamentaba por aceptar darle ayuda a los jóvenes que estaban llenos de pensamientos locos.

Unos segundos más tarde una mujer se acercó hacia el joven, le dio un abrazo acariciándole el cabello le ofreció un vaso de agua.

—Ya paso todo. Tranquilo. Ha sido un terrible accidente. No debías haber visto todo eso.

El joven asintió sin articular palabra, quiso beber el vaso de agua, pero lo derramó por completo por lo nervioso que estaba. De un momento a otro prestó atención a lo que había dicho aquella mujer y supo que se refería a lo que le había sucedido al hombre misterioso. Será un suicidio —pensó.

Sin embargo, se alejó de la mujer sin decirle nada, comenzó a caminar en la misma dirección en la que el hombre se había ido. Nuevamente se dirigía a la casa de Jimena, aunque ya no quería seguir ayudándoles; prefería informarles personalmente y no por teléfono.

A cada paso que daba sentía como si alguien más lo estuviese siguiendo, comenzó a creer estaba volviéndose paranoico y apretó el paso con el fin de legar más rápido.

Parael joven fue solo una trampa que habían planeado, comenzaba a creer que fueidea de David y el paranoico Alan. Lo era, para él eso fue lo que debió pasar.Todo era más que una mentira sin sentido.


Verdades OcultasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora