35.-Despedidas.

735 30 7
                                    

Después de tantos días juntos llegó el momento de decir "hasta pronto", resulta hasta difícil, me había acostumbrado a tenerlos cerca, sonreír por cualquier tontería siempre y cuando estuviesen. 

Odio las despedidas y más esta, dos de las personas que más quiero se marchan, puff, es tan extraño, pareciese una mala jugada del destino en mi contra. ¿Por qué llegaste, domingo?

Todos estos días han estado cargados de alegrías, nunca me había sentido tan viva y sobre todo, nunca había sido tan feliz. 

Alejarse siempre es complicado, más cuando es de personas que son firmes en tu vida, que han estado, pero se aprende ¿no? y no es para siempre. 

—Prométeme que cada vez que te bajes de un avión me avisarás para saber que estás bien. — le dije a Pablo conteniendo las lágrimas que amenazaban salir. 

No debía hacerlo más difícil.

—Lo has dicho cuatro veces, tranquila. —me dijo sonriendo.

—¿Lo harás? 

—Claro que si. —me dijo.

—Te voy a extrañar muchísimo. 

—Y yo a ti también. Prometiste que todo estaría bien... —susurró. 

—Y va a estar, pero no me gusta despedirme y es difícil. 

Estábamos sentados en mi cama, faltaban 2 horas para que se tuviese que ir y definitivamente nunca llegué a pensar que fuese tan complicado... Para ambos.

Se acercó un poco más y nuestras narices se rozaban, incluso en este momento cuando me sentía tan confundida, las mariposas en mi estómago revoloteaban incansablemente. 

Lo abracé y me aferré a él, me transmitió seguridad, todo iba a estar bien, todo va a estar bien.

—Nunca olvides que te quiero, ¿vale? —me dijo, su cálido aliento en mi oído me hizo estremecer.

—Nunca, nunca... —le respondí abrazándolo más fuerte. 

La verdad es que mis ganas de romper ese abrazo estaban menos cero. Quería que el tiempo se detuviese, por siempre. 

Porque a pesar de estar a punto de pasar un mes y medio separados el amor que transmitía en este abrazo era... No hay como nombrarlo o definirlo. Sólo sé que es tan grande que me hace sentir tan... bien. 

Poco después bajamos las escaleras, todo era tan nostálgico, la casa se sentía tan grande, las maletas de mi mamá  en la esquina, casi en la puerta, las de Pablo también… Y yo.

Notó  el rumbo de mis pensamientos. —No le des tantas vueltas ¿vale?

—¿Están listos? —dijo/gritó Sara desde la cocina.

El jueves Sara había venido y tras una tarde escuchando todos mis “dramas” (como los catalogó) decidió que estaría aquí durante un tiempo.

—Supongo que sí. —le respondí.

Faltaba exactamente 49 minutos para que Pablo tuviese que estar en el aeropuerto y una hora y media para que saliera el vuelo…

—¿Estás lista? —le pregunté a mi mamá que cargaba cosas de la cocina a la mesa.

—Sí, sí… Ya nos podemos ir.

Todos tomamos nuestras cosas y poco a poco la casa se vaciaba, cuando volviese en la tarde no sería lo mismo. 

---

Llegamos al aeropuerto, lleno como cualquier domingo.

Como sabíamos que había prensa escondida por cualquier sitio, Pablo aprovechó para despedirse antes de que saliésemos del auto.

Te quiero TANTO. {Pablo Alborán} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora