Capítulo XXIV

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>DIEZ DE ABRIL DE 1763<

__________{ SADIE & WILLIAM }__________

Olía a fresas recién cortadas, y su nombre ya llevaba un buen rato resonando, persistente y testarudo por todos los recovecos de la casa. Era su décimo cumpleaños y tenía la seguridad de encontrar un delicioso pastel en la mesa redonda del salón. William solía variar en cuanto a la forma y los sabores; Sadie adoraba las cosas dulces y no era tan materialista como para codiciar un montón de juguetes. Con un único muñeco, era capaz de crear mil historias diferentes con solo dar rienda suelta a la imaginación.

Llevaba ataviado uno de los mejores vestidos que colgaban en sus percheros, y el cabello le estorbaba en esa ocasión, razón que la condujo a recogerse toda melena pelirroja en una coleta alta y mal hecha con mechones exhibidos al aire a los que ni caso prestaba. Nada más iluminar la sala con su presencia, giró sobre sí misma intencionadamente, quería que tanto Clarissa como su padre le repitieran lo hermosa que era. Sus oídos fueron alimentados con piropos, silbidos y miradas a tope de positivismo. Todo parecía estar normal, como de costumbre. Sadie no sospechaba que el día de su aniversario, podría perder a William.

Tomó su asiento, esperando a que un pedazo en forma triangular fuera puesto en su plato, señal de que podía comenzar a atiborrarse de azúcar hasta la sobredosis o hasta un reventón estomacal. Sin medida, empezó a comer, fijándose en el meloso efecto del azúcar bajo el paladar, usurpando el resto de su organismo, impidiendo que viera algo más allá como un simple vaso de leche caliente con miel.

El artífice de dicha glotona, la miraba recordando el pasado y por desgracia, se cuestionó cómo sería el hecho de no verla crecer, madurar. Estaba convencido de que su hija sería una mujer de bien, digna de un marido responsable y fiel que la cuidara cuando ella no pudiera cuidarse, un marido que, al llegar a trabajar, le faltaran segundos, horas y milenios para abrazarla y repetirle lo mucho que valía.

"Y no seas rencorosa, el rencor destruye a las personas". Lecciones que Sadie había memorizado al pie de la letra. El camino al odio y la venganza no era su camino, era más bien un óbice delicado que podría auto destruirla.

"Aleja el egoísmo. Cuida de los demás, y los demás cuidarán de ti". Cientos de frases erraban por su mente, queriendo convencerse de que en diez años, había sido el padre que siempre había querido. Sí, Sadie sabía muchas cosas, y todas eran buenas mientras no tuviera que luchar de frente contra todo mal que pretendiera cobijarla entre las sombras y la oscuridad. Pidió, de corazón a alguna nada espiritual, que Sadie encontrara la luz de su alma y se guiara con ella cuando viera el mundo desbordarse en cualquier momento, persiguiéndola.

Una diminuta cisura de nata bullía derritiéndose con el mador corporal generado de tanta gazuza en el labio superior de la menor, repasado por la punta de la lengua que no dejó ni rastro. Tras una sonrisa, William le preguntó qué estuvo haciendo las dos últimas semanas, y Sadie, apartando el plato vacío a un costado de la mesa, respondió que conocer a Edward Jones fue lo mejor de su vida. Con Edward reía, lloraba, jugaba, se enfadaba... Pero por encima de la edad tan prematura de ambos, perduraba y perduraría la amistad. En sus ojos se veía la verdad de una niña felizmente en su entorno familiar, incluso, podía verse que le esperaba un futuro mucho mejor si las cosas seguían como hasta ahora. No tenía madre, era obvio, mas sí contaba con Clarissa, a quien ya tomaba como tal.

La hora de partir se soldaba como clavos puntiagudos a su espalda, y aún no sabía de qué forma despedirse sin alarmar ese aire rebelde escondido en alguien tan pequeño. Extendió el brazo sobre la mesa y movió los dedos como una manera muda de decirle a Sadie que le sujetara las manos y no las soltara. La niña, tal cual, así lo hizo. Aferró sus manos con las de su padre y esbozó, literalmente, su sonrisa definitiva. Se iba de viaje. Otra vez, el día menos indicado. Sólo que la última frase de William, sonó ensordecedora a oídos de Sadie.

Kielhalen: Dulce Venganza (La Esclava blanca 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora