Capítulo LXVII

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Tuvo que concluir la vida de William para que Jack, reuniera una ilegal tripulación y pusiera en marcha un plan que, principalmente, consistía en seguir a Nathan. Darle caza, degollarlo como un cerdo y a la fuerza, obligarlo a beber sus propios fluidos escarlata. La suerte de los Jones se cerró con una serie de experiencias injustas: a raíz del zozobre de la carraca, el comercio de vinos se fue a pique. No había dinero, tampoco tiempo para la construcción de una nueva nave, lo que supuso el fin de su carrera, y cómo no, del prestigio por el que era un hombre bien recordado y respetable. La solución más sencilla a situaciones desesperantes y de necesidad, fue echarse a la mar con una fragata robada junto a quienes sirvieron files al negocio, nombrándola Altair.

Nathan, expectante aunque inmóvil en un baño de gravilla, se preguntaba si Sadie elegiría cumplir su sueño independiente y desplegar el vuelo hacia Virginia de donde jamás debió escapar por un malentendido, por una trampa maldita realizada por alguien aún más despreciable. Le gustase o no, Jack formaba parte de aquella familia que él le arrebató. Pero Sadie, que mas que partir y rehacer su vida de una vez, parecía defender al causante de su infelicidad actuando de escudo protector.

-Tu cautiverio se ha terminado -dijo Jack, agarrándola del brazo con cuidado-. Vamos, pequeña. Te llevaré a casa.

Jack no vislumbraba que la preocupación en Sadie no era por el cautiverio mencionado, sino porque volver a casa era...Era algo con lo que no contaba. La chica, que rechazó el contacto ajeno de golpe, fue la respuesta a una duda sin resolver que Jack entendió muy bien. Si no la mataba tras traicionar a William, es precisamente por lo leal que aún seguía siendo al recuerdo del capitán de Scoundrel. A diferencia de su hija, quien prefirió amar al enemigo.

En cambio, Jack, con su particular rasgo de terquedad, atrajo a Sadie de un segundo agarre y se la echó a un hombro. Juró a la nada que si Sadie se reunía con él por capricho del destino, la respaldaría. Nathan, desgraciadamente sólo consiguió rozar la camisa negra de la joven al ir a rescatarla cuando decidió quedarse a su lado. En la piratería como acordaron. Pero recibió varias patadas en el abdomen y en el rostro. Hasta le pareció ver una de sus muelas cubrirse entre la arena y restos de vegetación.

-Matadlo -ordenó Jack-.

Bastaron solamente dos voluntarios deseosos, dos que no vacilaron en pegar duramente al capitán de Oblivion. Sadie no perdió los nervios, no debía si quería salvarle de las garras de esos asquerosos verdugos. Nathan le enseñó que combatir ciega de conmoción era un mal camino. Tenía al alcance de su mano el trabuco de Jack, sólo rezaba por que estuviera cargado. Rápida, apretó el gatillo y disparó, hiriendo de gravedad en un ojo a uno de los que cantaban durante la golpiza, ya que ella no la podía ver por su posición sobre el hombro de Jack, a quien no le quedó opción de detener el circo y ordenar la vuelta a Altair. El estruendoso disparo fue una llamada de atención a los lacayos de Nathan, y éstos, se alzaron en armas protegiéndolo. Las patadas violentas de Sadie con tal zafarse, no daban el resultado esperado, y Nathan, magullado pero en pie cual fiera poseída por otra fiera de poder mayor, exigió la retirada al barco. La rescataría tarde o temprano y daría a sus secuestradores, un desenlace merecido que la trajese de vuelta. Destrozaría la madera de Oblivion si eso era menester.

Altair era de un tamaño menor al barco de Nathan, pero más ágil en contacto con las aguas. En una persecución, Altair saldría ganando con excesiva supremacía. Además, Jack contaba con un buen número de trabajadores que se movían como robots controlados por altos mandos de gobiernos futuristas. Fascinaba e intimidaba, intimidaba sobre todo porque a Nathan se le dificultaría la maniobra de liberación. A bordo, Sadie no fue atada, ni castigada. Por un instante, sólo por un instante, le pareció estar en Scoundrel. Hasta que vio unas faldas azuladas y unas manos de lo que se apreciaba como una mujer fregando el suelo sin apenas descanso o comida.

Kielhalen: Dulce Venganza (La Esclava blanca 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora