Sadie y Edward correteaban huyendo de la bronca de sus padres por las calles transitadas de Virginia. Edward guardaba en un zurrón una merendola compuesta de frutas silvestres y mucha, mucha azúcar. Con el sitio ya decidido en un descampado a las afueras de la ciudad, Sadie tomó asiento y con esas manos diminutas, retiró las capas de una naranja que compartió con Sirhan, el niño esclavo de una plantación y por el que se enfrentó a los guardias, defendiéndolo de latigazos que inevitablemente, recibió en sus carnes.
En el sueño de Sadie, no había autoridad, esclavitud, motivos que los separasen a los tres. En el sueño de Sadie se mostraba una utopía en la que los adultos no existieron en el instante en el que los amigos se reunieron siempre con una sonrisa por delante. ¿Por qué no se podía cumplir? ¿Por qué la suerte de cada uno tomó a cada cual peor itinerario? De fondo, a parte del solitario escenario, los acompañaban los animales domésticos que por un pedazo de dulce, se acercaron al zurrón. Fuera egoísmo, tampoco era real. Compartieron todo cuanto estaba a su disposición con unos cachorros y una madre en necesidad de recomponerse tras el parto.
De repente, unos pasos ahuyentaron a los canes, y pocos segundos más tarde de que éstos se perdieran, Sirhan se fue convirtiendo en una figura de papel que, con el aire se deshacía. Desesperada por no verse en soledad, fue a proteger a Edward, quien en papel, iba yéndose fugaz a algún lugar.
Y despertó, rodeada de unos piratas en el calabozo donde Ian hacía la labor de mensajero: los prisioneros procedían a ser puestos en libertad. Bonny, con las llaves de las cerraduras, abrió las jaulas y ordenó que les siguieran a cubierta. Altair no se movía, lo que daba indicios de su detención. Cómplice, Sadie les miró y atravesaron los mismos pasillos que Edward la noche anterior, irrumpiendo al aire fresco de la madrugada.
Olía raro, y no precisamente a un alimento en mal estado, sino a trampa, a una mortal trampa. Altair no había anclado en tierra, simplemente yacía flotante sobre las olas en un pico del mundo. Ian, que no entendía expresamente la supuesta orden de liberación por ser el novato y por ser el más normal y cuerdo, captó la atención de Jack con un discreto carraspeo, atreviéndose a indagar en el sentido de traer a Norma o a Wilder junto a Sadie y arrastrarlos a un círculo que, la elegante asistencia de Edward, erguido, sobrio y contento, abrió.
Ese porte no distaba muy lejos del Edward con el que Sadie estuvo soñando antes de hacerse un origami de papel y volar cual mariposa tras absorber el polen de una flor. Pero Sadie, que no era tonta, supo que sólo imitaba lo que fue como un flashback personificado.
-Anoche surgieron contratiempos. Alguien creyéndose una experta manipuladora confesó que no se uniría a Altair. ¡Eso no se hace!
El fisgón dio la cara, sin vergüenza, sin temor a réplicas. Y Sadie, enfadada consigo por no haberse asomado y por haberse conformado con mirar y no ver a nadie, atacó. Atacó como se atacaría a un enemigo que en un universo paralelo fue digno de su confianza. Pero atacó guiada por ese enfado, esa rabia con la que no se podía permitir atacar. A Edward, le sobró con empujarla poniéndole el dorso sudado y agrietado de la diestra en la frente, regresándola a donde Norma y Wilder continuaba a ver cuál era su sentencia.
-Tú -señaló a Norma, con el mentón-. Que Dios se apiade del órgano que hubiese parido a tus criaturas Va a rajarse con lo que te va a entrar.
Ni Nathan, en lo que llevaba de convivencia con él, dio jamás una orden como la que se le ocurrió a Edward. Norma sería violada hasta el desgarre vaginal entre esos salvajes frotándose la cremallera de sus pantalones.
-¡¡Bestia!! -vociferó Sadie-.
Se levantó por segunda vez consecutiva, abofeteando una mejilla de Edward a consecuencia de las barbaries. Respondió con un puntapié a la rótula izquierda de Sadie, hincándola adolorida y quejicosa a sus botas de puño pulidas y brillantes. Tiró de un rojizo mechón, tensándole el cuello.
ESTÁS LEYENDO
Kielhalen: Dulce Venganza (La Esclava blanca 2)
RomanceEsta historia cuenta las venturas y desventuras de Sadie, una niña de nueve años que es acusada de ser una víctima de brujería en la época de los colonos británicos en América Sadie se verá envuelta en una lucha interna y física por sobrevivir a pel...