— ¿En serio? Es muy lindo de tu parte que me des la cama y que tú te duermas en el suelo— Dije usando sus palabras sarcásticas a mi beneficio.
—Eres una pequeña manipuladora— Entrecerró sus ojos.
Bufé ante eso. Yo no era pequeña.
—Pequeña es tu— Él abrió sus ojos.
— ¡Y después dices que yo soy el pervertido!— Comencé a reír— Aparte tú no conoces el tamaño— Lo interrumpí.
—Créeme que no deseo hacerlo— Sonreí cínica.
—En algún momento vas a rogarme. Vamos ____, acepta que me deseas— Movió su mano hacía mi mejilla y esparció caricias.
—Sí vas a estar así de acaramelado toda la noche, prefiero dormir en mi cama— Él elevó sus cejas.
— ¿Acabas de decir que vas a dormir conmigo?— Eso fue afirmación, no pregunta.
— ¡No! ¡Nunca voy a querer dormir contigo y menos en una misma cama!— Me negué y lo empujé, haciendo que salga de encima mío.
— ¿Sabes? Algún día te voy a tener bajo mi poder y vas a rogarme tú, no yo— Él se sentó a mi lado.
—Eso sólo ocurrirá en tus sueños— musité.
Él asintió.
—Estaba pensando en que voy tener que poner algunas condiciones para que te quedes en mi cuarto— Fruncí mi ceja y lo miré.
— ¿Condiciones? ¿Qué tipo de condiciones?— Me paré y mientras caminaba hacía la ventana, lo escuchaba.
—Permito que hagas lo que quieras, cualquier cosa. Menos fumar. Aquí dentro no— Me di media vuelta.
— ¡¿Es qué tú nunca tuviste una adicción?!— Pregunté enojada.
Tomé mi cabeza con mis manos y la apreté fuertemente. Él nunca me entendería.
—Sí, tuve— Tomó mis manos y las alejó lentamente de mi cabeza, para entrelazar sus dedos con los míos— ____, créeme que sé lo que son. Lo mucho que cuesta, o cansa no poder dejarla ir— Lo miré a los ojos.
Justin estaba diciendo la verdad. Él fumaba. Él si me entiende. Él me intenta ayudar. Sus ojos mostraban tanta sinceridad, pero al mismo tiempo, mostraban algo que yo odiaba ver.
—Me tienes pena— Solté sus manos y abrí la ventana.
Pasé mis piernas por ahí hasta llegar al árbol.
—____ vuelve aquí, puedes caerte— Gritó desde la ventana.
Claro, caerme. Esto lo hago desde que tengo conciencia. Me senté del lado de mí ventana, dándole la espalda a él.
¿Por qué todos tenían pena de mí? ¿Tanta lástima daba?. Mis dedos se encaminaron al bolsillo de mi campera, ya que todavía tenía el uniforme del colegio. Tomé mi encendedor y un cigarro. Uno era suficiente. Uno estaba bien. Uno me iba a ayudar.
Lo encendí y lo apoyé en mis labios, aspirando de él. Aspirando su aroma. Su humo.
— ¿Puedes darle un cigarro a este pobre chico que no tiene a dónde ir, qué quiere hablar con ____, pero ella lo evade y cree cosas que no son?—Preguntó Justin a mi lado.
Negué con la cabeza. Él no tenía que fumar. No. Yo sí, yo lo merecía. Él no. Él merecía otras clases de cosas. Él tampoco tuvo que hablarme. Yo tuve que evadirlo. No deberíamos estar acá.
Yo no lo merezco a él y él no me merece a mí.
—Tú no tienes que fumar— Musité fría.
"Tampoco deberías estar aquí", pensé.