Sus ojos de color miel, pero eran un miel raro. Su boca era fina, y parecía suave. Su sonrisa era hermosa, sus dientes estaban impecables, y cada vez que sonreía me provocaba ternura.
— ¡JUSTIN! ¿DÓNDE ESTÁS?— Gritaron dentro de la habitación de Justin, iba a hablar, pero Justin me tapó la boca con su mano, separándonos— ¡HAY QUE COMER, YA SAL DE DÓNDE ESTÉS!— Gritó frustrada.
En cuanto la mujer se fue de la habitación , él separó su mano de mi boca.
—Siento eso…— Susurró con un suspiro.
— ¿Quién era?— Pregunté con duda.
—Mi madre— Explicó— No tengo hambre— Pensó— ¿Lo dije en voz alta?— Preguntó observándome, sonreí.
—Exacto, fuerte y claro— Largué una risa.
—Bueno, pero es verdad, no tengo hambre, me quitan las ganas de comer— Bufó.
— ¿En serio? Mi padre es igual de moles— Me interrumpió.
— ¿Tu madre es igual a tu padre?— Cuestionó, me congelé.
—Yo… Pues… No… Ella… Es… Diferente— Logré pronunciar.
—Entonces sí tienes madre— Aseguró, lo observé con el ceño fruncido.
— ¿Por qué lo dices? ¿Acaso crees que no tengo?— Interrogué.
—Es que todo el colegio dice que no tienes madre…— Me observó.
—Pues…— Mis ojos estaban apunto de aguarse, pero los cerré fuertemente, y respiré, dispuesta a mentirle en la cara.— Ellos mienten todo el tiempo, no puedes creerles, no a ellos— Me encogí de hombros, restándole importancia.
— ¿Y quién me dice que tengo que creerte a ti?— Frunció el ceño, sonreí.
—Haz lo que se te cante, Justin— Respondí.
Besó mi mejilla, y se levantó, yendo para su habitación. No le presté atención, y cerré mis ojos.
Sé que fue muy cruel mentirle a Justin de esa forma, pero simplemente fue algo del momento.
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