Narra Lula:
Las manos me temblaban, no tenía las fuerzas suficientes para entrar en esa sala blanca y fría. Conté hasta 10, cerré los ojos, suspiré y abrí la puerta con decisión.
Hay estaba, Mario, sentado encima de la mesa, cruzado de piernas y mordiendo un bolígrafo.
-Siéntate.- Sacó una de las sillas y la puso enfrente suya. Me tragué mi nerviosismo y segura caminé hacia él.
-Sabes Lula... Aparte de mánager, soy amigo de Pablo.- Asentí cual muñeco de coche. Por su tono de voz y la seriedad en su cara podía intuir por donde iba la conversación y no iba acabar del todo bien.
-Yo no soy nadie para apostillar lo que hay entre Pablo y tú. Como persona le haces muy bien, siempre esta contento, ilusionado, hasta es mejor persona, pero como artista te lo estas cargando.
-¿Como?.- Abrí los ojos como platos. Cualquier postura en esa silla era incómoda, quería huir, gritar, echar la mesa abajo y salir corriendo.
-Lo que oyes, ha rechazado ir a Miami y a Brasil, hay varias radios y salas que se han interesado en que vayamos a promocionar su disco y se ha negado, y aunque no lo diga, he tratado con muchos artistas y sé que detrás de esa negación se esconde tu nombre.
Mientras que salía a la luz mi risa nerviosa, negaba con la cabeza... ¿Se ha vuelto loco? ¡Es una gran oportunidad!.
-Hablaré con él.- Cogí mi bolso y me levanté de la silla dispuesta a salir por la puerta y creer que esta conversación no la he tenido nunca.
-Si no lo haces tú, lo tendré que hacer yo.- Giré mi cabeza y nuestras miradas estaban en primera linea de guerra. Asentí y salí de la discográfica como alma que lleva el diablo.
Maldecí a los 4 vientos. Me acordé de todos y cada uno de los antepasados de Pablo.
Atónita, saqué el móvil y le mandé un mensaje.
“Nos vemos esta noche en mi casa”
Contestó, pero pase, no quería ni leer, ni saber nada.
Arranqué mi coche y fui directa a mi casa dándole vueltas en lo que acaba de hacer Pablo, ¿que se supone que tengo que hacer ahora? Necesitaba hablar con alguien. Marqué el número de Vanesa y le hice un pequeño resumen.
Vanesa vino corriendo a mi casa, quería saber todo lo ocurrido, no le bastaba hablar solo por teléfono.
-¿Tu plan funcionará?.
-Si.- Miré hacia arriba y cerré los ojos unos segundos.
-¿Crees que es lo mejor?.- Frotó su mano contra mi muslo mientras yo tenía la mirada perdida.
-Si, creo que si.
Ninguna hablaba, a veces el silencio puede ser demoledor, pero en este caso, me calmaba.
-¿Sabes Vane?.- Cogí uno de los cojines y me los metí entre mis piernas.
-Quiero que me odie, que me odie tanto que no me quiera ver, que quiera olvidarse de mi.- Terminé con una media sonrisa que no sabría definir. Volví a sonreír bajo la atenta mirada de Vanesa.
-A la larga, va a ser lo mejor, créeme.- Proseguí. Vanesa no hablaba solo me miraba muy seria, demasiado para mi gusto.
-Yo tengo 32 años, no puedo esperar toda mi vida a que madure.
-Es lo que tiene cumplir años, Lula.- No sé porque razón pero empece a reír de verdad. Es lo que tiene los amigos, que cuando menos te lo esperas y más lo necesitas te sacan una sonrisa.