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"El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He ahí por qué se nos escapa el presente" -Gustave Flaubert.

Huir.

Tan sencillo como complejo.

Huir de todo, de todos. De ti.

Una derrota por cobardía, una victoria por astucia.

Sus pulmones quemaban a la falta de oxígeno, sus piernas imploraban tregua, pero su corazón, su alma no la dejaron detenerse. Cada paso que daba, cada metro que corría, era una absurda distancia terrenal que a pesar de tan solo ser un escape momentaneo, liberaba su espíritu. Convirtiendo su dolor en algo tangible como el acalambramiento de sus músculos y pesades de su cuerpo.

La fría brisa otoñal que agitaba con violencia sus cabellos, el escándalo de los autos en calles aledañas e incluso sus propios jadeos la hacían permanecer atada a una realidad que ese mismo día se convirtió en el más estricto y severo de los profesores.

Sus pies avanzaban sin rumbo por las calles de una ciudad que seguía su curso, sin verse afectada por el devastador derrumbamiento que hace unos minutos sacudió todo a su alrededor. Mientras huía, Yun descubrió dos cosas que había olvidado por completo, en un intento de defender a capa y espada lo poco que en ella queda: La primera cosa fue que pasara lo que pasara, el mundo nunca dejaría de girar. Por más trágico que sea el desastre, las nubes seguirían igual de blancas, los polos igual de fríos y el mundo seguiría girando.

La segunda fue experimentar en carne propia lo que tantos y tantos poetas, filósofos y pensadores, a lo largo de la historia de la humanidad plasmaron en obras maestras que antes no eran más que simples trabajos de investigación para su clase de historia. Ahora cobraban sentido. El dolor, el sufrimiento. Trató de persuadirse, diciendo que lo que sentía en su pecho era causado exclusivamente por la falta de oxígeno, y no por la falta de fé y menos a falta valor.

Sus pies pararon súbitamente cuando su visión detectó lás casas de una calle que ella jamás había transitado a pie. Rendida ante el cansancio se doblegó, recargando las manos en sus rodillas y entre jadeos recuperó la cordura. Ya con una respiración decente y pensamientos menudamente despejados vio a su alrededor, desorientada.

Su ceño se frunció al no reconocer el lugar en donde había parado, pero sin intenciones de regresar por donde vino continuó hacia el frente. Una inmensa calma la invadió.

Aquella calma, por muy contradictorio que esto suene, la inquitó aun mas.

Era de aquellas que pasan durante una película de suspenso, justo antes de que ocurra la tragedia: El protagonista se encuentra tranquilo en su casa, solo, sin preocupaciones. Este desconoce por completo la presencia de un asesino dentro de su fortaleza, mostrando ante los espectadores una tranquilidad envidiable. Y entonces los decibeles de la música comienzan a aumentar conforme el asesino se acerca por detrás, dispuesto a irrumpir dicha calma. Posteriormente... La pantalla se vuelve oscura.

Todos sabemos que sigue.

Esto parecía una burla, pues dicho asesinato ocurrió mucho antes incluso de que llegáramos a la mitad de la película.

Sin embargo esta película no dejaba de reproducirse una y otra vez dentro de su cabeza. En la misma maldita escena. El cristal se rompe y sus pedazos son incrustados como dagas cubiertas de un líquido mortífero atravesando las delgadas capas que protegen su piel, que la protegen a ella.

Era demasiado, demasiado por procesar.

Trató de reprimir los sollozos, pero estos arañaban con cizaña las paredes de su garganta. Trató de reprimir sus lágrimas, estas añejas compañeras de penas no hacían caso, acumulándose en sus cuencas.

Painful Melody ➳ Myg + JjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora