Epílogo

201 31 54
                                    

—¡Está allí! —Exclamé con un inicial estallido de alegría, pero todo rastro de felicidad se congeló al mirar al explorador y percibir su afectación. Al instante lo entendí. —¿No vas a venir conmigo?

—No puedo. Deserté de la legión defensora de Osgiliath, ¿recuerdas? Quizá el tiempo haya cambiado mi aspecto lo suficiente para vagar por lejanas regiones de Gondor sin temer represalias del ejército, pero fui bastante conocido en la capital. No puedo arriesgarme a volver.

Durante unos instantes pensé que el antiguo Imrothel me habría soltado un «no puedo» como toda explicación, pero nuestra amistad nos había acercado lo suficiente como para que consintiera en mostrar un poco más de sí mismo cada vez, y eso me hizo sentir mucho cariño por él. Detuve a Gladiolo y me bajé hasta quedar a su altura, aunque me seguía superando en una cabeza.

—Bueno, pues no iremos a Minas Tirih. Podemos vivir en otra parte. ¿A dónde vamos? —Su mirada se llenó de ternura y agradecimiento, pero negó con la cabeza.

—Entiendo lo que me ofreces, pero sabes que no es posible.

—¿¡Por qué no!? —exclamé en voz más alta de lo que pretendía, y entonces me di cuenta del miedo que me daba volver a quedarme solo, con la visión borrosa.

—Nuestras circunstancias son diferentes. Te llevo demasiados años de ventaja, he visto demasiadas cosas y a ti te queda mucho por aprender: aún has de forjarte a ti mismo. Es por eso que hemos venido hasta aquí, para que puedas...

—¡A la mierda las circunstancias! Si tú no vienes, yo no...

—¡Irás! —ordenó tajantemente, elevando una mano en un gesto comandante que no admitía réplica. Al ver mi expresión herida, suspiró y bajó el tono: —Dorjan, no me uní a ti en esta aventura para sacar dinero. —Eso era cierto; pese a que había cambiado bastantes joyas por monedas gracias a los servicios de un tasador honrado, él había consentido en tomar apenas una pequeñísima porción de lo que le ofrecí, y lo hizo únicamente tras mucho rogarle y razonarle que necesitaba sufragarse comida, material y alojamiento.

—¿Y por qué quisiste ayudarme, si no fue por dinero? No me conocías.

—Aquel día frente a la Escama de Plata te vi tan inexperto, tan inocente y necesitado que no pude menos que ofrecerte mi mano y guiarte por el difícil camino que ibas a recorrer. No podía soportar la idea de saber que alguien como tú sufriría y lo perdería todo si no le apoyaba. Pero ahora... somos amigos; somos más que amigos y sé que esto que compartimos podría superar unos simples ratos de cama. Yo...

—Acepto, ¡vayamos más allá! —propuse agarrándole fuertemente del brazo. Pero él tiró por tierra mis esperanzas al seguir cabeceando negativamente.

—No estoy preparado para permitirme volver a sentir lo que podría sentir por ti. Eres demasiado joven, demasiado hermoso, demasiado intenso. Sería tirarme a un abismo sin fondo y no creo que mis alas puedan sostenerme aún en el aire.

—¡Oh! —Me noté ruborizar ante sus halagos. Durante todos estos días, ni siquiera me había acordado de la cicatriz de mi cara. ¿Me veía hermoso... pese a ella? —Es por... ¿ese Trancos? ¿Aún te duele después de tanto tiempo?

—Hay llamas que ni siquiera un océano podría extinguir —aseguró con la mirada perdida en el horizonte; luego se volvió hacia mí con una afectuosa sonrisa. —Pero quiero que sepas que me has ayudado como nunca podrías sospechar. Eres la primera persona a la que he contado esa parte de mi historia. Gracias a ti he vuelto a confiar. Ahora, mi pesar ya no me quiebra tanto el ánimo, pues he compartido contigo la carga.

—Me alegro mucho, pero ¿eso qué significa? ¿Te vas y no volveremos a vernos? —Mis mejillas ya estaban mojadas pese a mi voluntad de mantenerme entero.

—No osaré vaticinar el destino, pero te aseguro que te voy a recordar por siempre, y espero saber pronto de ti, cuando seas un bardo afamado. En ese momento espero que nos encontremos de nuevo para ponernos al día.

Me arrojé a sus brazos y le abracé tan fuerte que no sé cómo no le hice daño. Me quedé así mucho, mucho tiempo, hasta que se apartó y me dio un trozo de pergamino lacrado sin sello alguno.

—Escribí esto ayer noche mientras hacía guardia. Ya sabes dónde buscar a ese bardo, te he contado quién es y deberás entregarle esta carta para que entienda que vas de mi parte.

—Yo... —La cogí, la guardé en la alforja del mulo y murmuré—, no estoy preparado para perderte, Imrothel.

—No me perderás, porque ya me has ganado. Pero, por si te sirve de algo, quiero pasar contigo un último día y una última noche. —Era un premio de consolación bastante pobre si lo comparaba con separarme de él para siempre, pero me hizo mucho bien.

Sin decir nada más, continuamos caminando hasta detenernos en una aldea cercana a la capital cuyo nombre carece de importancia. En una buena posada, arrendé la mejor habitación, ordené las mejores viandas y disfrutamos de una larga velada llena de toda la intensidad sexual y sensual que fuimos capaces de darnos, tan repetidamente como nuestras mutuas virilidades aguantaron.

En algún momento, a altas horas de la noche debí caer dormido entre sus brazos pese a que me había propuesto no desperdiciar ni un minuto de esta despedida.

Al abrir los ojos, ni él ni Dulce estaban ya en la habitación.

Cuando fui a vestirme, compungido y amedrentado por lo que se me venía encima, me di cuenta de que el dunedain me había anudado en torno al bíceps la cinta que había portado durante años alrededor de su sexo. Me quedé paralizado. Ese fue un regalo de su primer amante y me lo había legado a mí. Lo acerqué a mi nariz y aspiré. Olía a él, a su hombría.

Lloré como un idiota durante un buen rato, pero luego me sentí completamente feliz y animado. Canturreando, bajé a la sala común y desayuné opíparamente antes de recoger a Gladiolo de las caballerizas y poner rumbo hacia Minas Tirith, donde mi destino me aguardaba en la forma del misterioso bardo que debía ocuparse de mi enseñanza.

Ahora que ya conocéis mis orígenes, espero poder contaros pronto todo lo que me aconteció a continuación, pues mi historia es digna de escucharse.

¡Hasta pronto!

FIN

Copyright © 2013 — Ibrael

Copyright © 2013 — Ibrael

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Legado de PirateríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora