ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 𝟹

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『ᴍɪ ɪɴᴛᴇɴᴄɪᴏ́ɴ』

"Un hombre por dentro, supera el caos que es una mujer por fuera".

Joss AS


Para un día tan monótono, jamás creí que acabara así ­. Pestañeé sintiendo los párpados pesados, No deb­ía quedarme dormido, No ahora.

Moví las piernas engarrotadas e intenté mover mi cuerpo, no eras tan pesada, pero era diferente el que me abraces a que te hayas quedado inerte sobre mi. Te di leves golpecitos en el brazo, pero nada.

Por un momento me preocupe de que estuvieses inconsciente, pero tu respiración era demasiado tranquila  y serena para estarlo. Pasé mi brazo entre los tuyos para sujetarte bien, e intenté levantarme.

Demonios, ¿Cómo llegamos a esto, Sarada? ¿Qué te hizo tanto daño? Creí que... ya lo habías superado, pero creo que estaba equivocado.

— ¿Sarada?

No había ­a respuesta, miré a mi al rededor, No podí­a dejarte así­. Salí del baño y caminé directo a mis gavetas, saqué una camiseta y tomé la toalla que siempre dejaba colgada en la silla de mi escritorio.

La realidad me golpeó cuando, de nuevo, te miré ¿Qué ocurrió? Me sentía impotente, no pude hacer nada, no pude decir nada... para que dejaras de llorar.

Dejé en el lavamanos las cosas y te cargué, abrí­ la puerta corrediza del pequeño cubículo. Te apoyé en mi, en verdad me estás preocupando Sarada, parecías una de esas muñecas de Himawari cuando jugaba con ella.

Encendí ­ la regadera y suspiré cuando el agua me golpeó en la cara, después de todo, creo que también necesitaré un baño. Acaricié tu cabello y la mirada se me fue a los azulejos, el agua diluí­a la suciedad de tu ropa, siempre fuiste cuidadosa con tu imagen, no usas cosas extrañas como Himawari, pero ¿Qué te llevó a esto?

Te maniobre en mis brazos con la intención de abrir el cierre de tu blusa, pero no lo encontré, hasta ese momento, me di cuenta de que no traías la ropa de entrenamiento, recordé la blusa sencilla de un rojo suave, aún no entiendo como lo hice, pero logré sacartela, la dejé...¿acaso importa? De todos modos estaba sucia...

Subí tu pierna sobre la mí­a para poder alcanzar el cierre de tus sandalias, igual las dejé quien sabe donde, hice lo mismo con la otra, después tomé un chorro del gel de baño y lo esparcí­ en tus brazos. No podía hacer mucho así que dejé caer el agua de nuevo, Al menos logré quitarte la suciedad y lo frío de la lluvia, el agua calentita era relajante, lo menos que quería era que te enfermes.

— Maldición...

Toqué tu frente y estabas caliente, ladeé tu rostro para verte y tus mejillas estaban un tanto rojas ¿por qué las mujeres son tan difíciles?

Abrí­ la ducha y te cargué de nuevo, froté la toalla en tu cabello, tan largo... ¿cuánto tardará en secarse? Recuerdo haber dejado otra toalla, miré a un costado y la tome, la froté en tus brazos, donde tenías acceso. Tomé la camiseta y te la pase por la cabeza, pero... si te la pongo te mojarás con tu ropa puesta... siempre usabas un top, No seria difícil...

Metí­ los pulgares en los laterales y tiré hacia abajo, Pero ¿nada? ¿por qué no se quita? Había algo que lo detenía... giré  tu cuerpo para que te reflejaras en el espejo, tení­a la vista de tu espalda ¿Qué  demonios era esa cosa? Se supone que usas una blusa corta, Pero... esto ¿tiene broche? Tiré de el y no se quitaba...

¿Por qué tenías que irte hoy con la tí­a Hanabi? ¿Por qué las mujeres tení­an que usar cosas extrañas?

Después de...¿Quince minutos? No lo sé, mi cabello ya se habí­a secado, logré safarlo, pero no se quitaba ¡Demonios? Me di cuenta después, de que tení­a tirantes, los bajé por tus hombros y tiré esa cosa lejos, suspiré y logré bajarte la camisa hasta la cintura.

BORUTO THE LAST 『EN EMISIÓN』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora