9. Respira

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Creo que ya he establecido que mis horas de estudio eran lo único sagrado que tenía en la universidad, pero era muy frustrante lo mucho que me estaba costando concentrarme. Sabía que las personas tenían diversas formas de aprender y cuando tenía dieciséis descubrí que la mía era mediante lectura y síntesis, la síntesis siempre realizada a mano. Pero ¡oh no! ¿qué le pasó a mi mano derecha? Oh sí... estaba en cuarentena y la izquierda era tan inútil como mi apéndice.

Entonces escribir a mano estaba fuera del reino de las posibilidades, por lo que me dije a mi mismo que debía ser astuto y buscar una nueva forma de estudiar. La siguiente opción había sido escuchar las grabaciones de mis clases, pero no funcionaba. La tercera opción fue la que me tenia con los nervios de punta actualmente.

Estaba sentado en la biblioteca con mi computadora frente a mi y un documento con apenas cuatro lineas, las cuales ya deberían ser una pagina completa. Lamentablemente escribir con una mano y con un dedo era agotador y tedioso, además tengo que volver a agregar que se trataba de mi mano izquierda.

Cerré la computadora con cierta brusquedad y busqué mi teléfono, le envié un mensaje a Dana pidiéndole sus apuntes con la esperanza de entender su horrenda letra y de no quedar ciego con los colores chillones que utilizaba. Había estado evitando pedirle sus apuntes, pero eran tiempos desesperados.

Me llevé la mano a los ojos y los cerré por un instante, buscando un recuerdo bonito que me sacara de mi estado de tensión. Pero no pude encontrar ningún recuerdo bonito, solo podía pensar en que todos mis planes académicos iban a derrumbarse y que por asociación yo iba a derrumbarme.

Por primera vez en mucho tiempo pensé que mis padres, que mis amigos y que todos los que me conocían un poco tenían razón cuando me decían que necesitaba relajarme. Pero relajarse no era tan simple, no era algo que simplemente pudiera decidir y hacer.

-¿Derek?- dijo una voz masculina, grave y suave al mismo tiempo, que no reconocí.

Suspiré disimuladamente y utilicé toda mi fuerza de voluntad para alzar la cabeza en dirección a quien fuera que viniera a molestarme justo en ese instante. No quería ser un idiota, no quería ser desagradable con alguien que no tenía la culpa de lo que me estaba pasando... Otra vez traté de pensar en cosas bonitas e hice un esfuerzo sobrehumano por sonreír despreocupado.

-¿Sí?- pregunté.

Me encontré con un chico observándome con un signo de interrogación en el rostro, como si no estuviera muy seguro de qué había venido a decirme. Alcé ligeramente una ceja y lo observé de pies a cabeza, el cabello le llegaba casi hasta la barbilla y unos audífonos colgaban de sus oídos, en sus manos llevaba una computadora y un libro.

-Sí eres Derek...- me apuntó.-Soy Marco, nos conocimos el otro día...-

-En la práctica.- lo interrumpí luego de recordar.

-Sí.- asintió.

Preví la forma en la que este casual intercambio de palabras podía terminar, y estaba seguro que él iba a decirme algo parecido a un "Bueno, un gusto verte. Cuídate, adiós" que era lo que debería haber pasado por las normas de cortesía del mundo. Pero Marco se quitó los audífonos y me miró inquisitivo, de una forma que solo me hacía pensar en que el estrés se me debía estar saliendo por los poros.

-¿Quieres sentarte conmigo un rato?- le pregunté apartando la silla que se encontraba a mi lado con un pie.

Me imaginé a Dana y a Ben haciéndome barra, dando saltos a lo cheerleader y cantando una porra para animarme a seguir estableciendo dialogo con más personas. Quizás necesitaba conversar un rato para bajar mis niveles de tensión y el destino había puesto a este chico en esta biblioteca, no podía negarme al destino. Aunque el destino no existe en realidad, pero como sea.

La Primera RupturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora