Khiena
Estoy contemplando la escena, hasta ahora no me lo puedo creer, está dormido en mi sillón de hecho, cuando llegó estaba demasiado ebrio que hasta se le doblaba la lengua, no entiendo cómo es que supo dónde vivía o el número de apartamento, pero está aquí y cuando despierte no me quedaré con las preguntas trancadas en mi garganta; ha vomitado un par de veces, temo que arroje sus intestinos por la boca, me fijo en su frente, está sudando... por inercia, reviso su frente y sus mejillas, Santa Madre... tiene fiebre.
Me levanto y abro uno de los cajones de la cocina, saco un paño para humedecerlo, lo exprimo y con el pié empujo un pequeño toco de madera para subir y poder alcanzar el botiquín que está arriba de la heladera; me siento a su lado mientras coloco el paño húmedo en su sien para luego con nervios, despertarlo.
–S-Señor... debe de tomar esto... está con fiebre...–digo con los nervios de punta, estoy siendo patética, estoy tartamudeando y no puedo hablar bien, luego de esto él se reirá de mí.
No dice nada, se limita a incorporarse con mi ayuda y se toma la tableta que le ofrecí, vuelve a su posición lentamente con los ojos cerrados, no parece él, no parece el Liam arrogante, ahora está indefenso... y en mi sofá.
Y ebrio.
Nos quedamos un buen rato mirándonos, él hasta ahora ha pronunciado algo, así que rompo el silencio –¿qué le duele? –digo y maldigo por sonar tan estúpida.
–N-Nada... muchas gracias... debo... debo irme... –responde apenas, está enfermo y yo de enfermera me las abato muy bien así que me ofrezco.
–Puede quedarse yo... puedo atenderlo sí usted lo desea claro, no puede irse en ese estado, pero prometo que cuando se mejore un poco podrá irse, sé que no es un lugar lujoso ni nada pero...
–Shh... ¿Por qué hablas tanto? ya cállate... –Susurra con una sonrisa.
Asiento mientras le doy la vuelta al paño húmedo, giro mi cuerpo para dirigirme a la cocina y preparar una sopa, es una de las escasas comidas que no quemo y me sale muy bien; de vez en cuando me percato si está dormido y así es, duerme como un angelito, un angelito enfermo ahora.
Sirvo la sopa y me encamino hacia el sofá, veo que está despierto mirándome así que se incorpora al instante, pero aprieta los ojos con fuerza, me siento a su lado y dejo la sopa en la mesilla, le toco la mejilla y su cuello, se estremece por mi tacto frío.
–La fiebre ya se ha ido, pero al parecer el dolor de cabeza no... le prepararé un jugo para la resaca -me levanto y tomo la sopa- mientras, tome esta sopa que le hará bien... -pero no se inmuta, no me recibe la sopa, así que me siento y levanto la primera cucharada hacia su boca, sé de antemano que estoy siendo un poco tonta ya que estoy demostrando que me importa demasiado pero ya ¿qué?, solo estoy cuidando de él porque es mi jefe y nada más.
»lo haces porque te gusta, tonta«.
–Es la última cucharada... –digo con una sonrisa, la verdad es que, que desde que empezó a tomar la primera cucharada no se me quita, para mi sorpresa se la acabó toda, pero una vez la termina, se vuelve a echar lentamente, esperaba que me dijera qué tal estuvo mi sopa...
–Tu sopa estuvo deliciosa... –dice y lo miro sorprendida pensando que leyó lo que pensé hace unos instantes –gracias Khiena, ve a descansar... –se acomoda y me mira, pero me descompongo al ver su expresión de súplica.
–Estoy bien señor... yo...
–No me digas señor, no ahora, no aquí Khiena.–responde.
–Está bien... –me limito a responder.
El silencio después de eso se hace sepulcral, no sé qué demonios decir, al parecer él lo nota pero solo suspira y se mueve un poco.
Esto es in-co-mo-do.
–Te pareces mucho a ella... –no entiendo de qué está hablando y él nota mi expresión así que continúa –te pareces mucho a mi madre, ella se preocupaba y me cuidaba de la misma manera en la tú ahora sorprendentemente lo estás haciendo, –hace una pausa como si le doliera lo que dice pero suspira y procede –cuando me portaba mal, ella se echaba a llorar en vez de correr detrás de mí para darme con alguna chinela o chancleta, luego de eso le pedía disculpas pero me dejaba llevar por mis instintos de niño y lo volvía a hacer, mi padre me regañaba diciendo que no la haga llorar que eso no se hacía, los extraño tanto... pese a que han sido muchos años sin ellos aún los siento tan cerca... –susurra con los ojos llenos de lagrimas no derramadas.
No sé qué demonios voy a responderle, él se está abriendo a mí y yo solo... no puedo hablar, vamos vamos vamos, ¡tienes que pensar en algo Khiena!
–Eh yo... yo lamento todo esto Liam, lamento todo lo que te ha pasado, sé muy bien por lo que estás pasando, también lo viví, no puedes destruirte a tí mismo por un recuerdo, haz lo que tú crees que a ellos les haría feliz.
»No te martirices por lo que un día sucedió y te partió en mil fragmentos, debes de curarlos cada uno, unirlos, eres fuerte y todas las personas que te rodean lo notan, incluyéndome.
No sé en realidad cómo me habrá salido el mini-sermón que le acabo de dar, pero su expresión cambia a una más relajada y eso hace que yo lo haga también.
–Gracias Khiena, me siento mucho mejor, ¿tienes películas?.–cambia drásticamente el tema.
–Eh, tengo algunas de comedia y romance no sé si acostumbras ver ese tipo de películas.–digo con algo de cautela.
–Me parece bien,–dice y yo hago una mueca de duda, él arquea una ceja y sonríe –me parece bien una de romance.
Me incorporo en el sillón donde él está, pero lo más alejada posible, no quisiera incomodarlo o sentirme la cosa más rara en el planeta.
–Ven aquí Khiena... –susurra pero no se oye muy seguro, así que me acerco sigilosamente a una distancia prudente.
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Vida a medias [EDITANDO]
RomanceKhiena Riggins, una adolescente carismática con un sueño frustrado, una vida pesada y trágicamente destruida pero aún así, logra conocer a su príncipe de colores, Liam Gashter. Liam Gashter, un típico joven multimillonario, egocéntrico, sin escrúpu...