¡¿Yo y él?!

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"Tus ojos esmeralda son lo más hermoso que he visto"

El ambiente en aquella sala era tan tenso que fácilmente un cuchillo lo cortaría, el sonrojo en sus mejillas parecía no querer desaparecer y al igual que hace unas horas, sus luceros se miraban incesantemente; buscando en ellos el indicio de que todo eso fuese un sueño o una maldita pesadilla, porque no podía ser real, no querían aceptarlo.

-¿Se conocen?.- No fue un cuchillo lo que cortó el silencio, sino una suave y fina voz, la chica pelirosa se acercó a tocar el hombro del peliverde con preocupación, logrando sacarle de la ensoñación y de paso también al joven Joestar. Ambas miradas se desviaron avergonzadas.

Aún no lo sabían pero aquella noche sería la más larga de sus vidas, una que cambiaría sus vidas radicalmente.

"Esa noche azul y verde crearon un nuevo color, uno que sólo ellos eran capaces de ver."

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La cena transcurría con una normalidad abrumadora por parte de las demás que les rodeaba. Los mayores mantenían una animada conversación sobre los sucesos más recientes en ambas familias mientras los tres más jóvenes mantenían la mirada gacha en el plato de curry casero como si este tuviera la repuesta que sus mentes buscaban.

Las esmeraldas de vez en cuando miraban de reojo a los diamantes, ahora que lo veía bien era realmente parecido al señor Joestar, su peinado era ridículo pero eso no le quitaba el atractivo físico que cargaba.

-¿Josuke, no es así?.- La señora Kishibe, esa fría mujer que carecía de un lado materno o amor hacía su familia, llamó la atención del invitado quien hasta entonces comía con la mente en otro lado, reaccionó levemente y con los nervios a flor de piel asintió.

-Así es.- La mujer fingió una cálida sonrisa, esa que Rohan había visto miles de veces y engañaba a todos menos a él.

-Eres muy apuesto, te pareces al señor Joestar cuando era más joven.- Su padre rió orgulloso y agradeciendo palmeó la espalda del muchacho. Para él aquellas palabras se encajaron en su pecho como dagas, no quería, no necesitaba y muchos menos, no aceptaría tales cumplidos forzados. Él no era su padre y no quería llegar a serlo, maldita sea, su apellido era Higashikata, no Joestar; él era un joven delincuente, un chico de campo, no el sucesor de un multimillonario americano.

-Gracias, Ms. Kishibe.- Contestó por cortesía, sin embargo, su voz apagada delataba lo cansado que estaba de ese falso ambiente amistoso, ambos jóvenes sabían que había motivos ocultos para esa cena aparte de disque "Conocer a las próximas nuevas cabezas", eso no era más que una vil mentira.

Dos suspiros llenaron el comedor, emitidos de ambos jóvenes quienes se miraron de nuevo con asombro; esa coordinación asustaba, asqueaba hasta cierto punto sin saber porqué y perturbaba la supuesta paz del ambiente. Los adultos se miraron durante unos breves segundos y asistieron, el momento había llegado.

-Chicos, tenemos que hablar con los tres de algo importante.- La voz seria del adulto mayor no dejó más que un mal sabor de boca, aquello era un mal presagio, la paz antes del desastre. Los menores asintieron con temor a las próximas palabras, Reimi tomaba por debajo de la mesa la mano de su novio, buscando consuelo que le fue dado; aunque si era sincero consigo mismo, Rohan también temía por lo que fuesen a decir.

Fueron largos los segundos que esperaron, con el corazón latiendo fuerte y detenidamente.

-Hemos hablado con el señor Joestar sobre un matrimonio arreglado entre el joven Josuke y tú, Rohan.- Sus ojos se abrieron al máximo sin creer del todo lo dicho, ¿Había oído bien? ¿Matrimonio? ¿Entre dos personas que acababan de conocerse? No podía ser verdad, necesitaba despertar ahora de su pesadilla, ¡Que alguien le despierte! ¡Que alguien le diga que era solo un mal sueño!.

¡¿Yo y él?! ¡Ni loco! (Josuhan) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora