Capítulo Treinta y Uno

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Fin de la Pesadilla

*Maia*

Asesinos... Malditos asesinos... Escorias salidas de las profundas lavas del infierno. ¿Por qué tuvieron la maldita osadía de aparecerse en mi casa de donde sabe Dios y acabar con la vida de mi madre? Ellos se tornaron en un par de homúnculos que no tienen piedad de cualquiera que ponga frente a ellos y se las ingenian para apagar su sed de sangre volviéndose unos sádicos y perversos animales salvajes sin control de si mismos y atacan a diestra y siniestra. ¿Por qué se burlaron de la justicia a pesar de que se les dio la condena justa por cometer serios delitos contra mi y mis seres queridos? ¿Qué intención tenían y adonde pretendían llegar con esas ganas enormes de amargar mi existencia estando a poco de ser madre a una edad donde no maduré lo suficiente para ser mejor persona? ¿Por qué mataron a un sin número de gente calcinada o ahogada por inhalar humo en la prisión donde pagarían su castigo y que no merecían morir así? Hay tantas preguntas que me hago y se me hace un jodido mundo responderlas en un solo golpe, por ende no puedo hacerlo porque el dolor se me clava dentro como la estaca que Sebastián la introdujo en el estómago de Águeda y terminó con su vida. Yo pensé que ganar la custodia significó bastante para mi y mi familia, pero ahora que mi madre está muerta, ya no vale nada ni tampoco me interesa lo que esta infame chica haga de ahora en adelante, pero toda la cólera y tristeza que tengo se me pasa pues mi hija que está en mi vientre es la razón que me motiva a seguir adelante y confrontar a estos demonios por mi cuenta aunque soy consciente de que ya nada será igual sin el único escudo que me protegía siempre: mi mamá.

"¿Mamá? ¿Mamá? ¡Mamacita! ¡Despierta, mamá! ¡Reacciona, por favor, madrecita de mi alma! ¡Nooooooooo! ¡Mamá! ¡No te mueras, mamá! Hubiera preferido morir yo antes de ti, mamá! ¡Ahhhhhh!", grité, lloré, me desahogué, abracé el cuerpo inerte de mi madre en presencia de Sebastián y Fernando que miraron y se burlaron de mí en silencio.

"¡Ay, deja ya de hacer tanto aspaviento, por favor! No estamos en el teatro para ser tanto drama, estamos en la casa y ni tampoco eres una niña que llora como un bebé pidiendo con insistencia que le den su pinche juguete para que se calme...", dijo Sebastián desatando mi furia contra ellos una vez más.

"¿Y eso qué? No soy una bebé o una niña, pero como voy actuar así si esta es la realidad que vivo cuando veo a mi madre tirada en el suelo desangrada después que la asesinaran en mi propia cara. Pónganse en mi lugar, ¿qué pasaría si su madre también se les muere? ¿Cómo reaccionarían? ¿Llorarían? ¿Gritarían como lo hice yo? ¿O se reirían con total hipocresía y descaro al ver como la mujer que le des dio la vida sube al cielo en busca de algo mejor para descansar en paz? ¡Díganlo! Y sin mentir... porque sé muy bien la clase de personas que son y las intenciones que tienen para conmigo o con Fabián", dije tratando de contener mis lágrimas, pero no pude porque me sorprendí cuando miré que Fernando trajo a la sala el cuerpo inerte de mi hermano que también fue asesinado en el interior de la cocina.

"¿Y bien, Maia, te gusta lo que ves?", preguntó Fernando, mientras miraba con espanto como los cuerpos de mama y hermano yacían sin vida en la alfombra bañados totalmente en un gran charco de sangre.

"¡Noooooooo! ¡Fabián! (Corre hacia su hermano) ¡Malditos asesinos, hijos de p**a! No bastaron con matar a mi madre y ahora mataron a mi hermano, ¿qué clase de monstruos son, por Dios? ¿Por qué son así conmigo?", dije, mientras mis ojos ya no podían más de tanto llorar, la única alternativa que me quedaba es huir de la casa para no seguir soportando más sufrimiento causaron ambos que, hasta ahora, tenían su venganza casi completa.

"¿Monstruos? ¿Con que nos llamaste monstruos? Oye Sebastián, les vamos a enseñar a esta muchacha cómo se comportan unos monstruos de verdad, así como ella lo dice", dijo Fernando que se reía de mi, pero les di un puntapié en sus entre piernas y tomé sus cabezas para chocarlas entre sí y terminen en el piso.

Maia: La Sumisa Joven | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora