Durante la madrugada del Sábado, me desperté por un pequeño dolor en mi estómago.

Estaba dormido en la cama que estaba en la misma habitación de Vic, lo único que nos separaba era el pequeño buró que quedaba justo debajo de la ventana.

Volteé a ver a Vic y observé que estaba completamente dormido; su brazo derecho caía por la cama, además de que sus sábanas eran un completo desastre, y su boca estaba ligeramente abierta, dejando salir unos leves ronquidos.

Me levanté con cuidado de la cama y caminé despacio hacia la puerta, giré la perilla una vez para quitarle el seguro, colocando mi mano para que no se escuchara todo el ruido que hacía el seguro al ser liberado. Volví a girar la perilla una vez más y la puerta se abrió.

Bajé por las escaleras lentamente. Conocía tan bien la casa que sabía cuáles escalones rechinaban un poco y cuales no.

Caminé hasta la cocina viendo a mis espaldas para ver si ahí estaba Vic, pero al ver que no, caminé hacia el refrigerador y lo abrí.

Mi boca se hizo agua en cuanto vi toda la comida que había en el refrigerador. Realmente me moría de hambre pero siempre había algo que me impedía comer de más o si quiera comer algo, quizá porque me daba un miedo terrible subir de peso.

Me importaba demasiado lo que pensara la gente; y si ya hablaban de mí por mis problemas familiares, no podía imaginarme lo que hablarán de mí si llego a subir de peso excesivamente.

Tomé un poco de carne que había sobrado de la comida, también tomé tres manzanas y toda la demás comida que era capaz de tomar entre mis brazos. Caminé hasta la encimera de la cocina y deje todo lo que había tomado.

Sin pensarlo un segundo más, empecé a comer absolutamente todo lo que se me antojaba.

Cuando di la primera mordida a la pequeña porción de carne que había tomado, solté un quejido de placer al sentir el sabor de la carne recorrer toda mi boca.

Realmente no quise pensar en todo lo que estaba haciendo, porque sabía que me arrepentiría.

(...)

—¿Estás seguro de que puedes ir a la escuela, Kells?— preguntó Vic una vez más—.

—Si...— murmuré un poco cansado— Estoy bien.

—Tienes unas malditas ojeras y has estado vomitando desde ayer— dijo Vic viéndome incrédulo— Nos quedaremos en casa.

—No— dije mientras me colocaba mi mochila— Debe ser algo que comí, por eso he estado vomitando.

—Apenas y comes— dijo Vic con una ceja enarcada—.

—Además, no puedo faltar más— dije ignorando su comentario— Tengo que entregar tareas y trabajos.

Vic frunció el ceño y también los labios, observándome detenidamente y dándome a entender que no me creía absolutamente nada. Le sonreí levemente y él rodó los ojos antes de darse por vencido y caminar hasta la puerta.

—¿Tienes cita con el psicólogo?— preguntó Vic mientras tomaba las llaves del coche—.

—Si— asentí con mis manos en las correas de mi mochila—.

—Genial— dijo con una sonrisa ladina— Te acompañaré.

—¿En serio?— dije con un poco de emoción—.

—Si

—No me dijiste de qué hablaron cuando fuiste— dije mientras caminaba fuera de la casa—.

You're Perfect [Kellic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora