Capítulo VII

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James:

Entré a la fría celda.

Allí estaba ella, sentada en un rincón sólo observando la pared gris del lugar.

Seguía atónito

-¿Ana?-

Ella levantó la mirada dirigiéndola hacia mi.

Pude ver el temor irradiar en sus llorosos ojos.

-Señor Smith-
Sé oía vacía, rota, sólo que no lo demostraba. Intentaba fingir que estaba tranquila, pero la conocía demasiado bien como para creer eso.

-¿Cómo?-
Fue lo único que logró salir de mi boca al verla en aquella situación.

Esa muchacha tan reservada...
No lo podía creer.

-Señor...-
Respondió con voz temblorosa.

Ya no sentía nada más que dolor; ni siquiera la odiaba, era como si algo me impidiera hacerlo. No podía ni asimilar que esa chica tan dulce, en la que mi esposa y yo habíamos depositado toda nuestra confianza, había sido la causante de todo esto.

No podía

-¿Por qué?-

-Yo...-
Dijo y su voz se rompió.
-Lo-lo siento tanto... Perdóneme-
Gemía entre sollozos.

-Si realmente lo sintieras no la habrías matado-
Solté duramente.

Ella lloraba de manera tan desesperada que hasta me hacía sentir lástima.

Pero no podía sentir más que rencor hacia alguien que había matado al amor de mi vida.

De verdad que no podía

Lara:

Entré a mi departamento cerrando la puerta con un azote, y sacándome los zapatos a la velocidad de la luz.

Arrojé mis llaves hacia el suelo y corrí hacia mi armario donde tomé uno de mis abrigos husmeando en cada bolsillo con desesperación.

-Dónde la metí-
Murmuraba cada que mi mano se deslizaba por la tela de los muchos abrigos que colgaban allí.

Por fin sentí el pedazo de cartón rectangular en mis manos.

Lo sustraje casi tirándolo al suelo y cogiendo mi teléfono, marqué el número que allí señalaba la tarjeta.

-Lucía Fernanda Desings ¿en qué puedo ayudarle?-
Habló una voz dulce detrás del teléfono.

Un segundo... ¿Lucía Fernanda?
¡Qué demonios!

-Perdón... ¿Cómo dijo?-
Pregunté con el corazón en la boca.

-Lucía Fernanda Desings, en qué puedo ayudarle-
Repitió con la misma amabilidad de antes y en un tono robótico la chica.

-Es... ¿A dónde hablo?-
Pregunté confusa.

-Está usted hablando a la casa de modas Lucía Fernanda señorita-

-¿Casa de modas?-

-Si señorita ¿qué necesita?-

Casa de modas ¡Una casa de modas!

Observé la tarjeta negra en mi mano izquierda con las iniciales "LF" en dorado.

Eso era lo que significaba LF... ¡Lucía Fernanda!

-¿Señorita?-

-Ah, si eh... Quería hacer algo pero creo que... es mejor que vaya allá... a la casa de, de... modas-
Respondí entre tartamudeos

El Misterio Del BrasierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora