Capítulo XIII

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Elizabeth:

-¡Lara!-
Grité de forma desgarradora.
-¡Abre los ojos mujer! Solo ábrelos-
Dije pero ella ni se percataba de mi presencia.
-¡Lara si esta es otra de tus bromas yo haré que realmente no despiertes!-
Pero no se movía.

Mi corazón latía con fuerza y comenzaba a doler mi cráneo.
No podía estarlo... Ella no... Podía...

-Lara, vamos, sé que siempre ha parecido que te odio, que no te soporto, que me fastidias, y que quisiera golpearte hasta hacerte morir desangrada; y pues es verdad, pero este no es el momento para que me arrepienta de pensar eso de ti porque dejando de lado todo, sé que eres una gran persona... que... eres... inteligente y... buena amiga, ¡y maldición no puedes morirte! ¡eres muy joven, con una carrera por delante y tienes que ayudarme, y no puedes ayudarme si estás muerta!-
Hablé diciendo todo eso lo más rápido y con unas escasas lágrimas amenazando con salir a darle un baño a mi rostro.

Miré otra vez su expresión pálida con esos ojos serenos cerrados.

Y pasó

Las fuentes de mis ojos derramaron sus aguas, mojando saladamente mis labios y mejillas.
El llanto era casi incontenible, y aún no me podía creer que esa chica estuviera muerta frente a mi.
No lo merecía, tal vez nuestra relación no era la mejor, pero ella no merecía esto.

Me terminé de sentar en el piso y la miré una vez más.
Noté un leve movimiento en su estómago y mis sentidos se encendieron de inmediato.
-¡Claro! Pero qué imbécil soy-
Tomé su muñeca y chequé su pulso, el cual sorprendentemente estaba ahí, y eso era bueno porque vamos ¡estaba ahí!

Entonces entré en conmoción y con ambas manos a sus costados, la empecé a sacudir violentamente y con tanta fuerza que casi vomito.

-¡Lara vamos idiota despierta despierta!-
Gritaba pero ella estaba más que noqueada como para responder.

Miré a mi alrededor y noté las bolsas de suero colgadas sobre la camilla de la habitación, por lo que me dirigí a donde un objeto punzante para perforarlas.
Llevé una de ellas hacia donde Lara estaba, y le hice un agujero soltando el líquido encima de su cara (un gesto nada profesional por cierto, pero uno trabaja con lo que tiene); al toque, ella abrió los ojos casi al instante y tosiendo por el suero en sus fosas nasales.

-¡Qué fue!-
Gritó exaltada y confundida mi atontada compañera.

Yo sin pensarlo dos veces me lancé sobre ella dándole un abrazo.

-¡Estúpida me asustaste idiota!-
Ella no dudó en corresponder.
-Creí que ya estabas más allá que acá como dices tú-

Nos separamos y ella sonrió.

-Dices mis palabras, me abrazas y te preocupas por mi...-
Sé detuvo observando mis ojos.
-¿Estuviste llorando?-

-Bueno... Suficiente, vamos, sé que estás algo débil y tal vez confundida pero necesitamos actuar rápido.-
Le tendí la mano y nos pusimos de pie.
-Te explico en el camino ¿de acuerdo?-

-De acuerdo-
Dijo y nos fuimos.

Ana:

-Maldito imbécil-
Dije con la mejor sonrisa que jamás había puesto.
-Tenían una relación-
Me detuve un momento.
-¡Claro! Como no lo vi antes pero que estúpida-

Era tan obvio, y yo no lo había descifrado. Todo esto no era sólo por Smith, también era por Cristina... ¡Siempre lo fue!

Oculté el diario entre mi ropa y seguí buscando el brasier.

El Misterio Del BrasierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora