3.

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Joel

—Traje la comida de los sanguinarios por ti. —escucho la voz de Erick en el establo mientras terminaba de cepillar a Orkan y Azabache.

Erick era otro trabajador de la hacienda del señor Lebrón, le encantan los caballos, sin embargo cuando conoció las tendencias alimenticias de los que hay aquí ha preferido guardar la distancia y encargarse de otras cosas, sin embargo, el chico no puede evitar ayudar a todos y de vez en cuando compra en la carnicería los filetes que le sobran al señor Camacho.

—Si les sigues diciendo "sanguinarios", sólo les das el privilegio de tener tu miedo. —Anuncio tomando los cubos llenos de carne cruda y sangre para servirles a cada uno de los sementales. —Ayúdame a servirle heno y zanahorias a Tormenta, Bella y Balk, por favor.

—No es miedo. —replica haciendo lo que le pido. —es respeto.

—Yo también les respeto.

—Sí, pero también les quieres y por eso te acercas como si no pudieran matarte en segundos.

—No les tengo miedo.

—Tú no le tienes miedo a nada. Ni siquiera al señor Lebrón.

—Es difícil temerle al señor Lebrón cuando pienso que es como su imbécil crío sólo que con arrugas y algunas canas. —menciono provocándole una carcajada.

—Escuché que le salvaste la vida a Julián Albareda. —cambia de tema.

—Salvé a Azabache de ser sacrificado por matar a alguien que probablemente lo merecía. —corrijo.

—A veces, el señorito Lebrón y sus amigos pueden ser muy idiotas ¿no?

—Rodrigo Lebrón cree que por ser el hijo del tipo más adinerado de Kalë puede tratar a todos como basura, Christopher Vélez cree que es indispensable sólo por ser hijo del dueño del único "supermercado". Y Julián Albareda quiere sentirse igual de alzado que ellos, pero todos saben que es un pobre diablo que trabaja para el señor Vélez.

—He escuchado rumores, después de las carreras va a migrar con Chris Vélez al continente. Ya sabes, buscar mejores oportunidades.

—Ah, qué bien.

Aunque muchos hablaran maravillas sobre el continente, yo no me imaginaba fuera de Kalë, las montañas, los prados, el océano... y Orkan, ese caballo era mi mejor amigo, y lo más cercano que tenía a un vínculo con otra persona, era mi amistad con Erick.

Kalë me pertenece, y yo le pertenezco a Kalë, al salvaje océano, a la arena grisácea, al Sol saliendo de entre las dos colinas por la mañana y a la Luna proyectando su luz entre los árboles y a los caballos marinos emergiendo cada otoño.

Nada más.

—Sí, seguramente encontraría algo mejor que algún empleo de aquí, aunque es tan egoísta que seguro no le enviará nada a sus hermanos.

—Sí, bueno. Nadie tiene la vida perfecta. —respondí sin darle importancia.

—¿Los conoces? ¿A los Albareda? —pregunta mientras salimos de las caballerizas y caminamos sin rumbo específico por el verde llano sin alejarnos tanto.

—Sé que sus padres murieron devorados en el mar por unos caballos, eran pescadores.

—Eso todos lo saben.

—Sé que Julián es el mayor, y que tiene una hermana y hermano menores. Los he visto un par de veces en la iglesia.

—¿Tú vas a la iglesia?

Riendas » joel pimentel || TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora