4.

493 35 4
                                    

Vic

Joel Pimentel, el campeón de las carreras de Kalë, el jinete favorito de todos, salvó a mi hermano de ser aplastado por uno de los caballos de su patrón.

Claro, Julián es muy orgulloso para admitir que en lugar de ir a trabajar después de dejar a Rafa en la escuela, fue a la playa a ver como Rodrigo Lebrón entrenaba para la carrera. También es muy orgulloso para admitir que no debía estar ahí y que ahora le debía la vida Pimentel.

El mayor conduce colina abajo para llevarnos a Rafa a la escuela y a mí a la tienda de Dorotea, el viejo Ford es muy eficiente y a pesar de la pintura que le falta, a Rafa le pareció increíble, bastó un día para que mi hermano inspeccionara el motor y ver para que servía cada cosa. Le interesaba más el funcionamiento que conducir el auto.

—Nos vemos en la tarde. —dice Rafa bajando del auto y dándome un beso en la mejilla. —Hoy es día de paga. —dice con la sonrisa brillando y se va para la entrada de la escuela.

—Te quiero. —susurro viéndole partir y Julián arranca el coche de nuevo.

—¿No van a gastar todo lo de la paga, verdad? —advierte Julián como si alguna vez hubiésemos cometido tal estupidez.

—No, alcanzará para cenar pollo con papas, lo demás va para pagarle al señor Camacho, ya sabes, es al que menos le debemos.

—Bien. —contesta, y apuesto lo que sea a que no me ha prestado atención.

—Últimamente estás muy distraído. —soy directa.

—Tengo mucho trabajo.

—No sólo somos compañeros de casa, Julián. Tenemos la misma sangre, y últimamente te he notado indiferente, me estás ocultando algo, y Rafael también empieza a notarlo.

—No es nada, Vic, sé que te preocupas por mí, pero estoy bien.

—¿Estás en problemas?

—No.

—¿Debes más dinero al señor Vélez?

Entonces, harto de que me entrometa en sus asuntos, alza la voz:—¡Te he dicho que estoy bien, Vic! —golpea el volante con una mano y para frente a la tienda de Dorotea. —Ya debes irte.

Pero no me voy a rendir. —Jul, si esto es por Joel Pimentel...

—No. Menciones. A ese bastardo. 

—Ese "bastardo" te salvó de...

¡No me salvó de nada!

—Eso dicen todos...

—La gente dice muchas estupideces.

—Últimamente confío más en lo que dicen los otros que lo que dices tú. —escupo mis palabras antes de pensarlas y me arrepiento en seguida. Pero lamentablemente, es la verdad. Mi porpio hermano ya no me da confianza.

Me mira a la cara tratando de ver si estoy hablando en serio, y entonces pregunta: —¿Confías en la gente, o confías en Joel Pimentel? —menciona al chico como si el nombre fuera venenoso.

—No seas ridículo, ni siquiera lo he visto de cerca.

—¿No tienes nada que ver con él? —pregunta muy serio y frunzo el entrecejo.

—La única amiga que tengo es Jessica, y sabes que nunca he salido con ningún muchacho. —asiente con la cabeza y se pasa la mano por la cara con frustración.

—Sí, perdona. —suspira. —Sí, me he estado guardando algo, —lo sabía. —pero no quería decir nada porque aún estoy inseguro sobre ello.

Riendas » joel pimentel || TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora