12.

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Vic

—Le debo mucho dinero al señor Lebrón. —comienzo con la peor manera de decirle a Dorotea que no vendré a trabajar en las tardes.

Dorotea deja de diseñar un paisaje en una vasija y Jessica aparta la mirada de la máquina de coser.

—Vic, no puedo prestarte más. —dice lastimera.

—Lo sé. No quería pedirte dinero, ya has hecho demasiado por mí... —inhalo y exhalo, no preparé lo que quiero decirle. —Nadie podría prestarme tanto, de hecho, lo que le debo vale mi casa, con todo y Fedra.

—Por Dios. —dice Dorotea tratando de asimilar lo que le digo, y eso que aun no le digo todo.

—Eso es sólo el principio, me dio un plazo de dos meses para pagarle... aunque ya me quedan menos de dos meses. 

Un par de clientes entran, continuamos la plática en voz baja.

—Puedo vender algunas de las prendas que he fabricado. —dice Jessica rápidamente. —Tal vez puedas...

—Es demasiado. —esta vez es Rafael, que sigue limpiando la plata de Dorotea. —Por mucho que intenten ayudarnos, no lograremos pagarle al señor Lebrón por mucho que vendamos.

—Por eso he tomado una decisión un tanto... extrema.

—¿A qué te refieres con "extrema"? —Jessica pregunta y me mira atenta.

—Antes de decirlo... —empiezo. —Tienen que prometerme que no se alteraran, o que no van a pedirme no hacerlo...

—Me estás espantando. —es lo único que Jess dice.

—Por favor, digan que lo prometen...

—No puedes pedirnos algo así, eres mi amiga, si vas a hacer algo que pueda dañarte, claramente no voy a estar de acuerdo.

—Vic va a participar en las carreras. —mi hermano dice más alto de lo que esperaba y acaba con el drama que Jessica empieza a armar, toda la tienda se queda en silencio, ni siquiera me dí cuenta de que otra clienta estaba entrando en cuando Rafael dijo eso.

—¿Necesitan ayuda para encontrar algo? —digo hacia la gente que me mira con las bocas abiertas. Niegan y fingen que vuelven a sus asuntos, pero están más atentos a lo que podamos decir. 

Después de 5 minutos de esperar a que alguien más diga algo, se rinden y se marchan, en cuanto el último paga y sale. Dorotea va en seguida a cerrar la puerta corrediza con seguro que da entrada a su negocio, después de eso, volvemos al tema

—¿Es en serio lo de la carrera? —pregunta esperando que sea una broma de mal gusto.

—Es mi única salida.

—¡Por Dios, Victoria! Siempre hay otra solución ¿qué no lo has pensado?

—¡Claro que lo he pensado! Pero todo es peor que competir...

—¿Crees que me alegrará saber que podrías morir y que hay probabilidad de que ni siquiera tengamos tu cuerpo para sepultarlo? ¿En verdad has considerado otras opciones?

Las única persona que me ha apoyado desde la muerte de mis padres está desconfiando de que pueda ganar, hace unos días yo también lo hacía.

Pero necesitaba quitarme prejuicios para que el resto lo hiciera, suspiro, y, aunque quiero gritar, le respondo con calma: 

—Nadie va a poderme prestar tanto dinero junto, y ya estoy harta de deber dinero a tantos.

—Pero... —vuelve a insistir.

Riendas » joel pimentel || TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora