11.

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Joel

¿En qué me he metido?

Era la carrera decisiva de mi vida, si ganaba, era libre de las cadenas de Lebrón, Orkan podría ser libre también, si perdía, también me libraba de mi pesado jefe, pero dejando a mi caballo bajo el poder de él y de su despreciable unigénito.

Sabiendo esto, acepté ayudarle a Victoria Albareda.

No soy tan mierda como para darle malos consejos y hacerla perder.

Pero tampoco debía darle oportunidad de ganarme.

No sé en qué se haya metido como para tener que competir y obtener el premio, pero de eso se tratan las competencias: de que gane el mejor.

Pero soy de palabra y no planeo echarme para atrás en lo que ayudarle se refiere, no mentía cuando le dije que era el único oponente que me parecía digno. En la playa demostró que se enfrenta a las adversidades cuando no le queda otra opción.

Me enredo en esos pensamientos mientras estoy sentado en el césped verde mirando el quieto manantial que se alimenta de una cascada a no muchos metros de donde estamos esperando a Victoria, extrañamente, Orkan está pastando, algo que no hace muy a menudo, porque casi nunca come plantas o verduras.

Entonces, deja de comer y empieza a hacer un movimiento totalmente raro, como una mezcla entre una especia de baile y brinquitos, relincha con vigor y mueve la crin.

—¿Y a ti qué te pasa, loco? —exclamo mirándolo completamente perplejo. —¿Comiste hongos o algo así?

Vuelve a relinchar, aunque no lo hace hacia mí. Vuelvo mi cabeza, y veo a Victoria Albareda caminando, con la yegua blanca tras ella, el animal la sigue sin necesidad que la guíe con las riendas.

—Entiendo. —digo con un poco de vergüenza, las chicas aún están lejos como para oírme, Orkan no deja de lucirse para la hembra que ni siquiera se inmuta y camina sin prestarle atención al cortejo del semental. —Ya basta, me estás avergonzando. —lo tomo con cuidado y trato de calmarlo, obedece un poco a regañadientes. —De cualquier modo, lo suyo sería imposible, compañero, ella es tu competencia.

"Deberías darte ese consejo a ti mismo" entona una vocecita en mi cabeza.

Victoria acorta la distancia entre nosotros y se para frente a mí, la yegua también se detiene, aflojo un poco mi agarre de Orkan cuando veo que las hormonas han bajado de nivel y se queda quieto, como si no existiera o como si el coqueteo nunca se hubiera manifestado.

—Estoy aquí. —anuncia sonriendo tímidamente.

—Sí.

—Hmmm. Ella es Fedra. —nos presenta, Fedra le acaricia el cabello con el hocico a manera de juego, Victoria la hace a un lado con cariño inconsciente, y de algún modo, me hace sentir bien saber que con esos jueguitos demuestran la unión entre las dos, nunca había visto una conexión así de cercana con un caballo y un humano, además de la que yo tengo con el semental rojo junto a mí.

—Éste es...

Orkan. —completa y doy un ligero asentimiento. 

—¿Puedo acercarme? —me refiero a la yegua, por supuesto, Victoria me da una mirada de aprobación. Suelto a mi caballo y doy tres pasos para quedar frente a Fedra. Le acaricio el cuello con precaución, como si ella también pudiese alimentarse de mi sangre. —Hola, cariño. —no puedo evitar sonreír cuando no se aparta del toque en su cuello y el hocico. Miro a Victoria que me está viendo algo extrañada, no sé si por mi sonrisa genuina, que casi nunca muestro, o por el "hola, cariño" que acabo de dirigir a su mascota. —¿Cada cuanto la revisa el veterinario?

Riendas » joel pimentel || TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora