16. Pandora

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Catherine sentía como los ojos de sus compañeros se posaban sobre ella al verla inmóvil sobre el paquete recién abierto.
Pero era solo su percepción, nadie había reparado en ella.
Rápidamente sacó la pequeña bolsa de pruebas que venía dentro de la caja y la escondió en el bolsillo de su chaqueta. Una carta que, como bien indicaba el sobre, venía escrita por Rivera, se encontraba debajo de la bolsa.

- Cathe, vamos a evaluarte y despachamos el asunto - le pidió Justin sacándola del trance en el que el paquete la había sumido.

La consulta de Donson tenía un aspecto bastante acogedor. Varias estanterías llenas de libros y algunos cuadros de arte abstracto decoraban sus paredes.

- Nunca entenderé estos cuadros - dijo la agente parándose a observar una obra firmada por Tomory Dodge.
- Ya, bueno. No es el cuadro más bonito del mundo pero no tengo tiempo para buscar otra cosa.

Mientras el psicólogo preparaba la evaluación, Cathe siguió investigando entre los muchos libros que llenaban las estanterías.
Ejemplares de Guerra y Paz y La Letra Escarlata se repetían por varios estantes.

- ¿Manhattan Transfer? ¿Quieres deprimir aun más a tus pacientes?
- Es un buen libro, Catherine. Hay personas que triunfan en esta ciudad y otras que... se van al fondo del Hudson. Puede ser muy útil para la autoestima de mis pacientes.
- Me sorprende que siendo tan joven te guste la literatura tan antigua. ¿Eso es mi evaluación? - preguntó Blake señalando hacia unas cuantas hojas que el chico llevaba en sus manos.
- Siéntate.

Los cómodos sillones de cuero arroparon el cuerpo de la chica de cara a una serie de incómodas preguntas que estaban por venir, pero nunca llegaron. Justin se limitó a quedarse en silencio mirando hacia ella.

- No me gustan tus juegos mentales Justin, ya lo sabes - pronunció tras unos minutos de silencio.
- ¿Te sientes incómoda?
- Siento que me estas tratando como a un paciente cualquiera y no como a una amiga.
- ¿Quieres que te trate como a una amiga?
- La verdad, sí. Estaría bien.
- Vale, ¿qué recuerdas de México?

La inesperada pregunta de Justin sorprendió e incomodó a Catherine. <<Sabe lo que llevaba el paquete>> <<Lo sabe>> Rápidamente sus respuestas se concentraron en evitar el tema

- Si me tratases como una amiga, no me harías esa pregunta. Ya sabes lo que hay.
- Me intereso por ti
- La evaluación es sobre la operación, no sobre mi pasado.
- Si no recuerdo mal... fuiste tú la que pidió entrar en la banda por "asuntos personales". Creo que está muy ligado a tu pasado.
- Lo que yo creo es que te estás pasando.

Blake había dejado de estar sentada cómodamente en el sillón a encontrarse tensa y a la defensiva. El rostro inexpresivo del psicólogo evitaba que pudiese analizarlo. No conseguía entender porqué la estaba presionando. Su corazón la guiaba a pensar en una terapia de choque

- Cath, escúchame. Frank y yo oimos todo lo que pasó en el apartamento. Interrogaste de manera agresiva a El Jefe sobre el origen de la droga.
- Hice lo que tenía que hacer. Los Black Soul son peones. La AIS va a por los contrabandistas, no a por los repartidores.
- La agresividad es uno de los síntomas más claros de frustración, ¿lo sabías? - ante el silencio continuó su análisis - ¿Esa frustración es fruto de no haber encontrado nunca a Kalaca? ¿De no recordar lo que pasó allí? Lagunas sobre un hecho importante en la vida de una persona puede causarle inestabilidad emocional.
- Que te den - fue la única despedida que recibió de su compañera justo antes de que cogiera su abrigo y saliera dando un portazo.

El frío aparcamiento subterráneo del edificio Seagram puso la piel de gallina a una más que contrariada Catherine Blake.
Enfiló su coche aparcado junto a una de las columnas desde que inició la operación encubierta. Cuando se sentó a los mandos del Chevrolet Impala agarró con firmeza el volante. Sus ojos se llenaron de lágrimas y un puñetazo contra el claxon del volante demostró la frustración que sentía.
<<Tiene razón, Cathe>>, <<Justin tiene razón>>
<<No conocer su rostro te está matando>>
<<Las lagunas te están matando>>

Buscó rápidamente su móvil en el abrigo para pedirle disculpas a su amigo, pero el sobre de Rivera se interpuso en el camino. La llamada pasó a un segundo plano.
Los faros de un coche pasando iluminaron su rostro mientras abría el sobre. Dentro, había una carta dirigida a ella.

                  Manuel Rivera Hernández
                                            00810 - CDMX

                                                 29-09-2017

Estimada Catherine:

Supongo que no esperarías una carta mía a estas alturas de la vida. Ahora que estoy jubilado y a salvo, puedo hablar sin temer por mi vida o la de mi familia.
Aún recuerdo aquella dulce niña que venía de la mano de su madre a saludar a su papaito a la entrada.
Y nunca he podido olvidar el día que cogisteis el avión de vuelta a casa.
Nunca he parado de buscarlo. He estado más de diez años detrás de un nombre y una cara.
No creas lo que se escribe en los informes, Ericca Olsen y Henry Dever fueron asesinados por sicarios de Charro. Había restos de gasoil en los asientos, pero no pude incluirlo entre los papeles porque aquí, en la chota están todos comprados. Mi capitán me ordenó evitar ese detalle para que todo pareciese un accidente. Hace un par de años volví sobre una pista, la pista que va en la caja junto a este escrito. Cuando iba a proceder a realizar un análisis mi superior amenazó con darle mis datos a Charro y me vi obligado a parar.
Pero ya era demasiado tarde. Dos hombres en motocicleta acribillaron mi coche el año pasado y una bala me rozó la carótida. Esto obligó al departamento a prejubilarme. Me he mudado y vivo apartado de los problemas. En el código postal aán pongo mi domicilo oficial por si interceptan este mensaje.
El país se muere por momentos. Tu mamasita y tu hermana fueron víctimas de un cártel, poderoso pero común. Ahora juegas en una liga superior con ellos.
Haz el análisis que yo nunca pude y ten a alguien que te cubra las espaldas.
Tendras otro escrito días después de este.
Cuídate.

Nada más acabar con la carta, su mirada se dirigió hacia la bolsita de pruebas. Ahora tenía la oportunidad de dar un paso adelante. Si habían intentado matar a Rivera por eso, era porque podía hacer mucho daño.

Con la caida de la noche, Catherine llegó a su apartamento en la 37st con Lexinton Avenue.
Murray Hill era un barrio conocido por su vida nocturna pero tambien ofrecía el ambiente sin criminalidad que siempre había buscado.
El estudio al que llamaba hogar era un bonito apartamento de ladrillo rojo con un gran ventanal de madera negra de cara a la 37st. Se había encargado de decorarlo con mimo, creando un oasis donde refugiarse depués de las atrocidades que ve día tras día.
El dormitorio se encontraba en un alto abuhardillado, una barandilla de madera separaba ambas estancias. Tras subir los chirriantes escalones posó su Glock 23 sobre la mesita junto a la placa que la acreditaba como agente federal y se dirigió directamente al baño.
<<Se siente bien volver a casa>> fue lo único que pasaba por su cabeza en ese momento.
Al ponerse frente al espejo vio un pequeño rasguño en su frente. La mirada de sus ojos color miel se cruzaron con los de su reflejo.
Cuando comenzó a quitarse la ropa callejera, pudo ver magulladuras en su abdomen bajo el sujetador y algún que otro moratón por el pecho. Eran el resultado de las peleas en las que había participado durante la operación, al igual que otros morados en muslos y otras partes de sus piernas.

- Las peleas de bares... Eso sí que son batallas campales - se dijo para sí misma mientras pasaba la mano por uno de los golpes de su abdomen acompañada de un leve quejido

A pesar de su metro setenta y cinco y de tener un cuerpo entrenado y definido por el deporte, su preparación no evita que recibiese de vez en cuando.
Cogió una camiseta color kaki quedando en ropa interior de cintura para abajo de cara a irse a dormir. Cerró los ojos por unos breves instantes apoyándose contra el lavabo, intentando recapacitar sobre su día, la evaluación y la carta de Rivera.

Sin que se diese cuenta una sombra salió del armario de su habitación, en absoluto silencio el sujeto se fue acercando poco a poco a ella y antes de que abriese los ojos y viese su reflejo, un cinturon de cuero se había enrollado alrededor de su cuello y la había empezado a estrangular.

CONTRABAND - Una guerra sin fronteras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora